Se
ha anunciado que la congresista Verónika Mendoza volverá a
reencontrarse con sus adeptos de Lima y provincias, en las próximas
semanas. Creo que es una excelente decisión. Los líderes. los
verdaderos, se deben a las masas. Cara a cara con éstas, la ex candidata
del Frente Amplio agradecerá el espectacular apoyo recibido a su
propuesta de cambio y renovación, e iniciará con ellas un diálogo que
será a futuro el sustento de su actuación política. Bien dijo Verónika
al hablar inmediatamente después de conocerse los resultados de la
primera vuelta. Su campaña le había permitido abrir cauces a una nueva
manera de hacer política en el país. Los diálogos que se anuncian, van
en ese mismo sentido.
No
hay nada más nocivo para los partidos que se reclaman de la izquierda
que el burocratismo, el divorcio con los seguidores reales o virtuales.
Un partido, sus líderes, sus cuadros y militantes, deben estar
permanentemente floreciendo entre las masas. Esa relación les asegura
organicidad, interacción permanente, vasos comunicantes, vertical y
horizontalmente, en los mejores como en los peores tiempos.
La
gran tarea que las propias masas que votaron por Verónika Mendoza han
establecido como prioridad de prioridades es justamente la de su
organización. La propia congresista acaba de decir que el Frente Amplio
ha ganado “en siete regiones del país, en 64 provincias y en más de 500
distritos” (diario UNO, 13 de abril de 2016). Ese giro de esos pueblos
hacia la izquierda, espontáneo o racional, instintivo o larvario, nos
indica que esos espacios sociales están por trabajar. La campaña
electoral los ha abonado. Si se le quiere dar sostenibilidad política a
esa adhesión pues hay que poner manos a la obra.
Será
además la única manera de blindar a los pueblos de Costa, Sierra y
Amazonía contra la embestida de la derecha, que con el control del
poder que hoy ostenta se prepara para entrar a saco a aquellos espacios
económicos que hasta ahora los tenía vedados. No por algo los periódicos
de la derecha, sus partidos, tecnócratas, ideológos, y los propios
empresarios, después de saberse los resultados electorales lanzaron a
una misma voz la exclamación: ¡Se salvó el modelo! a cuyo amparo, desde
1990, hacen y deshacen en el país.
¡A florecer entre las masas! es el grito organizativo que está en el orden del día.
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