lunes, 15 de febrero de 2016

LA VIOLENCIA FUJIMONTESINISTA


Aunque los hechos la desmientan, doña Keiko persiste en vendernos su mercadería malograda y hedionda: que ella y su gente no son lo mismo que su padre, su tío Vladi y la banda que destrozó el país y asaltó el erario nacional en los 90. Digo hechos porque  hace un par de días, en Arequipa,  la guardia pretoriana que cuida las espaldas de la candidata ha vuelto a mostrar la esencia violentista del fujimontesinismo, con la que allanó su camino en el pasado y con la que de hecho pretende reinar nuevamente en el presente.

Acusar de terroristas a los ciudadanos arequipeños que rechazaban la presencia de la Fujimori en la Ciudad Blanca, es la recreación antidemocrática, fascista, de lo que el fujimontesinismo hizo en la década de los 90 con sus opositores. Todos eran terroristas o cómplices del terrorismo. O se estaba con los ladrones y asesinos  que habían tomado el poder por asalto o se le hacía el juego al terrorismo. Los medios adictos al régimen, muy bien aceitados por cierto, contribuyeron a  hacer sentido común de esas imágenes, la cobertura ideológica ideal que requería el régimen para hacer de las suyas.

Por ello, pecan de ingenuidad  aquellos sectores, incluyendo a los profesores de Harvard (leer artículo de Levitsky: La palabra de Keiko, publicado ayer en la República), que piensan que bastaría algo así como una carta de la candidata, prometiendo romper con su padre - el mentado parricidio- para que la ciudadanía se convenza de una vez por todas que doña Keiko y su tribu pisan ahora tierras democráticas, totalmente ajenas a las dictatoriales trabajadas por el fujimontesinismo.

Esos sectores no quieren entender que el fujimontesinismo no ha cambiado. Que sigue siendo la expresión criolla, chicha, chola, del neoliberalismo, donde se entrelazan las visiones tecnocráticas y gran burguesas de lo que debe ser el manejo de la economía, con las irracionalidades ideológicas y políticas que la sustentan, donde la ética no existe. Para el fujimontesinismo, la política es un valetodo, un sálvese quien pueda, una charca pútrida, donde el individualismo y el egoísmo, el robo, el saqueo y la violencia,  tienen obligatoriamente que florecer porque si el fin es lo que importa, los medios, sean cuales sean, se justifican.

"Si bien es cierto que las personas que discrepan de nuestro grupo político tienen todo el derecho de opinar y de discrepar con nosotros, la militancia y los dirigentes de Fuerza Popular tienen el derecho de defender nuestras ideas", ha dicho muy oronda la señora Keiko, aunque los videos de la agresión contra los ciudadanos arequipeños la condenen.

Estamos sobre aviso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario