jueves, 25 de febrero de 2016

ESTÁ PEDIDO

 
Como dicen en el Cuartel Primero de la vieja Lima, a Julio García, el chico maravilla de las elecciones de este año, se lo deben estar rifando. No faltará un Marco Tulio - el que le hizo la vida a cuadritos a la señora Villarán- que en las próximas horas pueda estar pidiendo la cabeza del moradito, utilizando las propias herramientas otorgadas por las decisiones de los organismos electorales. El chico maravilla, lo dicen los especialistas, está a tiro de piedra, una tacha, bien fundamentadita, podría dejarlo fuera de la fiesta.
 
Lo que el jurado electoral de Lima ha hecho es aceptar la inscripción de la plancha presidencial que pilotea Guzmán. De acuerdo a la norma, esa plancha está ahora expuesta a la tacha de la ciudanía. El Marco Tulio que se compre ese pleito - que dicho sea de paso está papayita- contará desde ya con el apoyo del jurado nacional de elecciones que por mayoría ha señalado, una vez más, que las modificaciones de las normas internas del partido de Guzmán- en las que se sustenta su candidatura- no proceden.
 
Los primeros interesados en zafarse del advenedizo son los propios candidatos de la vieja derecha: con el moradito de por medio el fujimontesinismo, el matrimonio García-Flores y el propio PPK -que en su desesperación hasta se deja bajar los pantalones- ya no pueden dormir tranquilos. Pero los directamente perjudicados serían los banqueros y extractivistas de todo color que desde los 90, con gobiernos monitoreados desde las oficinas del MEF y la Confiep, han llevado una vida plácida, regalada, sin problemas mayores Con el moradito - que proviene de otras canteras del gran capital- su suerte cambiaría. No es que Guzmán esté en las antípodas de esa derecha, lo que pasa es que sus padrinos son otros. Se mantendría el viejo orden y el mismo modelo, pero las prioridades podrían variar.
 
Por eso es que la vieja derecha y sus especialistas de todo tipo están hoy con orden de inamovilidad. Apenas consigan el Marco Tulio que buscan, ¡Bingo! A Guzmán no lo salvaría ni la pachamama, a la que en el Cusco, muy peliculineramente por cierto, le rindió tributo.
 

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