viernes, 15 de enero de 2016

HACERSE HOMBRE


Nunca fui bueno para el fútbol, menos para el fulbito, como se dice hoy, había nacido con dos pies izquierdos. Pero si me gustaba participar en los juegos, para sudar la camiseta, entretenerme, y, para pasar del fubilto al fulbaso...Jugué por soles más o soles menos, por las chelas o por simplemente "botar las toxinas".Nunca había jugado para "hacerme hombre", así como se lee, hasta que llegó ese día.

Sucedió en Nuñoa, distrito de Melgar, en Puno, a más de 4000 msnm. Con el viejo Suami - Juan Rodriguez- habíamos llegado al lugar para iniciar una investigación antropológica sobre criadores de auquénidos. En pleno reconocimiento del terreno nos dimos con una canchota de fútbol. No tenía medida alguna, solamente arcos. En ella jugaban varios jóvenes del lugar, quechuantes casi todos, pero que corrían como diablos, estaban en su terreno.

En lo mejor del espectáculo, uno de esos jóvenes cogió la pelota y nos lanzó el reto en un llamativo quechuañol: ¡jueguen caballeros! Jugar a esa altura, con menos de 24 horas en el sitio, era una locura. Lo sabíamos por las capacitación recibida y estábamos listos para rechazar la invitación, cuando otro de los jóvenes nos lanzó el desafío mayor: ¡Jueguen, háganse hombres!, nos dijo mientras lucía una sonrisa maliciosa.

Nos habían lanzado el guante. Nos estaban midiendo, sabíamos que si rechazábamos la invitación éramos investigadores muertos, no estábamos a su altura, por tanto no íbamos a ganar la confianza necesaria para nuestras entrevistas. Jugar, desde el interés del proyecto de investigación, era de vida o muerte. Nos miramos con el viejo Suami - el si movía la redonda- y  decidimos ir al sacrificio.

No corrimos, simplemente caminamos, algo apuraditos, pero la hicimos. En otros términos, nos hicimos hombres...la investigación en Nuñoa fue un éxito.

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