lunes, 14 de diciembre de 2015

SIN PUDOR


Las prostitutas tenemos pudor, no nos calateamos así porque sí. Lo ha dicho doña Ángela Villón, prostituta de profesión, agregando algo más: que ella y sus colegas no venden el cuerpo, venden servicios...

Recuerdo las palabras de la señora ante el impúdico  striptease político - léase acomodos y reacomodos- que la derecha peruana está protagonizando con el fin de posicionarse mejor ante el electorado nacional, arrastrando en su calateada a figuras y figurones que otrora militaban hasta en tiendas política de la izquierda.

En ese deshabillé impúdico, en el que los protagonistas van de aquí para allá o viceversa, vendiendo cuerpo y alma, ha quedado claro la total falta de escrúpulos de esa derecha partidaria y de quienes han protagonizado las vueltas y revueltas. Lo importante es llegar a como de lugar al ejecutivo o al congreso, para medrar, para servir mejor al gran capital y a las transnacionales u a otros grupos de poder,  los verdaderos titiriteros de sus movimientos.

A mediados de los años 50,  apristas, pradistas, odriistas, beltranistas y otros representantes políticos de la vieja oligarquía y del capital extranjero, dejaron atrás sus diferencias, aparentemente insalvables, de años,para dar vida a lo que se llamó la convivencia. Odría y sus compinches patearon el tablero democrático en 1948, persiguieron sañudamente a los apristas, y al propio líder de esa agrupación, Haya de la Torre, lo tuvieron sitiado durante años en la embajada colombiana, pero al final, para mantener incólume el sistema, todos fumaron la pipa de la paz.

Si en esos años, algo quedaba en el Apra de sus postulados reformistas iniciales, éstos  se diluyeron totalmente en medio de los brindis y potajes de la comilona en la que sin rubor alguno se juraron amor eterno.

Años después, a esa coalición se sumó el belaúndismo en el poder, otro partido reformista que prometió transformar el país desde sus raíces. Había surgido la superconvivencia, llamada a enterrar cualquier atisbo de reforma en el Perú de esos años. Belaúnde, los memoriosos lo recordarán, terminó tranzando con la vieja oligarquía y el imperialismo - a costa incluso de una división interna- cuyos intereses salvaguardó, y a los que había criticado en su insurgencia a mitad de los años 50.

En el presente, los analistas independientes saben que se vienen años difíciles para la economía peruana, lo dicen y lo escriben. El capital nativo y el foráneo han comenzado a tomar sus precauciones. Entienden que las querellas entre los partidos de la derecha, explicables por la fracción del capital a la cual se deben - unos son afines al extractivismo, otros a los banqueros, los terceros a los grandes industriales, etcétera-  son superables si es que por delante se ponen los intereses del capitalismo y de las transnacionales en su conjunto, sin que sustancialmente se mellen las granjerías particulares.

El mismo Acuña, enraízado en esa veta capitalista que representa la educación universitaria particular  y a determinados intereses regionales, no totalmente transparentes,  es parte de ese clan partidario y del sistema vigente. Que no sepa hablar bien o que no escriba, que cargue en su haber tales o cuales anticuchos, es secundario. Lo importante, para el capital, es que sea parte del orden establecido, y partícipe del modelo económico impuesto en los 90.

Para salir airoso de esa crisis - como siempre ocurre- y para golpear bien al pueblo que suele levantarse cuando llegan los años de las vacas flacas, el capital requiere que sus defensores políticos vayan resolviendo sus diferencias. Las elecciones del próximo año pueden significar un verdadero capote de esa derecha, pero urge algo más sostenido, más de largo alcance. Muy hábilmente Juan Carlos Tafur lo ha advertido, por eso es que últimamente ha escrito: "... en esta ocasión puede ocurrir que la derecha tenga un 80% o más de representación política (Fuerza Popular, PPK, APRA, Perú Posible, PPC, etc.). A puertas del bicentenario, no debería ser difícil proponer y ejecutar un gran pacto de gobierno.

No hay nada que hacer, la derecha se prepara para un festín, las calateadas que hemos observado tienen un norte que rebasan sus inmediatas expectativas electorales.






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