Cuando hace algunos meses sostuvimos que asistíamos a la bancarrota
del ollantismo, lo hicimos pensando básicamente en los alcances
ideológicos y políticos de la debacle. Del reclamado nacionalismo
solamente quedaba el verso, no había pasado de ser una borrachera. Y ese
también había sido el final de la supuesta defensa de los intereses
del pueblo. La monumental traición a las
promesas electorales había convertido al régimen en un constructor más
del edificio neoliberal que la derecha entreguista viene levantando en
el Perú desde los 90. El repudio de los pueblos engañados a la pareja
presidencial, expresado en sucesivas aunque destroncadas acciones de
lucha en Lima y provincias lo decía todo. En esos momentos no quedaban
en claro todavía las responsabilidades del ollantismo en las sucesivas
denuncias de corrupción que la derecha cazurra, en busca de mayores
granjerías, se había encargado de armar y difundir. Las dudas favorecían
a los denunciados.
A
estas alturas del partido, con las agendas de doña Nadine en manos del
Ministerio Público, constituidas en verdaderas cajas de pandora, esas
dudas van diluyéndose. No porque se hayan probado fehacientemente que la
autora de las anotaciones en las mismas provengan de puño y letra de la
cónyuge del presidente Ollanta, sino porque la reacción ante la
denuncia - con una danza de millones de dólares de por medio- no ha sido
justamente lo que la opinión pública esperaba. Como otros
controvertidos personajes de la política criolla, la pareja
presidencial, en especial la primera dama, ha cogido el rábano por las
hojas, apelando a subterfugios, salidas hepáticas, contraataques sin
fundamento, ambigüedades, denuncias por robo de documentos personales,
etcétera, tratando de gambetear la única exigencia legal que podría
traerse abajo las acusaciones en torno a las agendas: el peritaje
grafotécnico.
La primera dama ha echado a correr
los dados: confía en que al igual que en el caso de las denuncias de
lavado de activos, donde un habeas corpus le ha salvado temporalmente la
vida - el Ministerio Público acudirá ante el Tribunal Constitucional
cuestionando el fallo judicial- pueda encontrar autoridades que la
blinden de lo que ha comenzado a llamarse el nadinegate. Políticamente,
sin embargo, doña Nadine y el régimen que representa, están destrozados.
Echarle la culpa al Apra o al ex presidente García de su desventuras no
cubre su desgracia. Es cierto, que duda cabe, que hay una mano negra y
que las sospechas van por el lado señalado por la señora, pero sin
desmedro de su intención de poner en claro la autoría de la campaña, lo
primero que ha debido hacer es limpiar la cancha de dudas, transparentar
todas y cada uno de las informaciones, cuantitativas o no, que están
en las agendas y ponerse abiertamente a disposición de las autoridades
para las pesquisas que estimen convenientes y no actuar del mismo modo
que lo han hecho y lo hacen quienes son indicados como las manos negras
que están moviendo la cuna. Quien no la debe, no la teme, reza un viejo
dicho, que este caso, como en otros, no ha sido tomado en cuenta. Los
resultados están a la vista de todo el mundo.
Como
vemos, el desplome de lo que otrora fue un promisorio proyecto político
es total. Si se pensó en algún momento que este proyecto podía encarnar
un empuje moral regenerativo, los hechos están demostrando lo contrario.
Objetivamente es más de lo mismo, la descomposición se da en toda la
línea. Triste final, aunque el último capítulo del drama, según dicen
los expertos, todavía está por escribirse: Brasil, con ex autoridades
gubernamentales, empresarios y políticos hundidos en la cárcel, es el
espejo...
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