Diario La República, 28-07-15
El gran capital y las mafias que controlan el país están que saltan en un pie, pletóricos de alegría.
Sus
operadores políticos en el congreso, a un año de la finalización del
mandado del ollantismo, la han achuntado. La derecha rancia, cavernaria,
la que a saco se viene alzando y ensangrentando el país desde los 90,
es la que hoy controla el congreso. No hubo necesidad de que esos
operadores - léase apristas y fujimontesinistas- muestren sus
desprestigiados rostros, les fue suficiente un mascarón de proa, varios
tontos útiles que se dicen dignos, un grupete de congresistas
despechados -hartos del mangoneo de la pareja presidencial- para
alcanzar la victoria en la elección de la mesa directiva.
La
derrota del oficialismo estaba cantada. De salida, sin oxígeno, con un
partido que de tal solo tiene el nombre, intentó mover sus pocas fichas
como si fuese dueño de la situación: la patrona negó una vez más la
candidatura de doña Marisol, el único cuadro decente que les queda y
apostó por el candidato alternativo, pero el tiro le salió por la
culata. Provocó una nueva estampida de sus congresistas, que en medio
del desastre prefirieron votar por la carta del aprofujimontesinismo,
seguramente para ganarse algüito. Total, esta siempre ha sido la esencia
de la política criolla, el toma y daca, el cambalache, los amarres, a
través de los cuales se deslizan los intereses de los dueños del Perú y
los proyectos de los mafias de todo tipo.
En ese
contexto, lo que hoy pueda decir el presidente Humala en su discurso de
Fiestas Patrias resulta intrascendente para el país si de un verdadero
desarrollo se habla, o para los pobres de la ciudad y el campo, si de
atender sus reclamos de conjunto se trata. Las cartas se echaron desde
que el comandante Humala tiró al tacho sus propuestas electorales y
asumió el programa de la derecha neoliberal. Sus últimos paquetazos so
pretexto de la reactivación de la economía o sus embestidas contra
pueblos como los de Islay, lo ratifican. El repudio que se ha ganado, el
aislamiento con relación a los pueblos que lo encumbraron, los gritos
de ¡traidor! que se multiplican aquí y allá, la descomposición acelerada
de su organización, otrora todopoderosa, constituyen la factura de su
felonía.
Hasta su propio padre lo ha manifestado: ¡Mi hijo es un fujimorista! ha dicho el patriarca.
La
alegría de la derecha está pues plenamente justificada: con su
tecnocracia apátrida manejando el Estado con la aquiescencia de la
pareja presidencial, y ahora, con el control del Congreso, el futuro
hacia el 2016 se le presenta muy promisorio, si además sus medios de
comunicación, supercontrolados, le están tendiendo la cama ideológica,
indispensable para estos trajines. Que sea la heredera del clan
Fujimori, PPK o el señor García, el que sustituya al comandante, resulta
secundario. En estos terrenos son buenos alumnos del superpragmático
líder chino Deng Xiaoping, quien alguna vez escribió que no importaba el
color del gato, lo que interesaba es que supiera cazar ratones...
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