jueves, 16 de julio de 2015

LA POLÍTICA DEL VERDUGUILLO


UNO

El desaparecido antropólogo Carlos Iván Degregori escribió alguna vez , con razón, que en San Marcos, la cuatricentenaria universidad se practicaba la política del retrete, para referirse al emputecimiento de ella. Con igual lógica podemos afirmar que en el escenario nacional lo que prima hoy es la política del verduguillo, del pico roto de botella, de la chaira carnicera. Las ideas y las propuestas programáticas se han esfumado, los proyectos de largo aliento y los debates, en el más amplio y profundo sentido de la palabra, han corrido la misma suerte, mientras los émulos de Carita y Tirifilo - legendarios chaveteros de Malambo- han ganado los espacios que otrora ocupaban maestros de la talla de Gonzáles Prada, Mariátegui, Haya de la Torre, Romero, Víctor Andrés Belaúnde,  Porras, Basadre... y sus aplicados alumnos.

Lo digo por los sucesos de los últimos días, acaecidos en torno a la investigación de las movidas financieras de quien fuera un cuadro del partido de gobierno y, las hipotéticas responsabilidades que en ellas pudiera tener la pareja presidencial. Lo que otras latitudes hubiera significado una investigación seria,  prolija y especializada, en el Perú esa pesquisa, formalmente procesada en los marcos del parlamentarismo burgués, ha derivado en un escándalo de cuernos y sábanas que dejan como palo de gallinero a la comisión investigadora, pero que salpica también a la misma pareja, muy venida a menos, políticamente hablando.

Lo paradójico de esto es que si bien el chairazo inicial - el chisme de la supuesta infidelidad de la primera dama-  pareciera provenir del Apra y su máximo líder - lo afirma rotundamente un conocido periodista- partido matrero en estas malas artes, con una titubeante réplica en la comisión parlamentaria - ante el supuesto corneador- los chairazos posteriores, con su correspondiente alboroto mediático, se los ha infligido la propia primera dama, afectada en su honor de mujer, esposa y madre. Lo decimos porque el maledicente rumor se soltó hace un  par de años y su efecto en la comisión fue de hace algunos meses. Nada hubiera ocurrido - en términos mediáticos- si la señora, con las actas de la sesión reservada en la mano, no hubiera armado el jaleo que los televidentes pudimos apreciar.

DOS

Siempre lo he dicho, en política no hay que ser giles, nada es casual, todo tiene una explicación. Si ponemos los pies sobre la tierra y examinamos  minuciosamente los hechos, podríamos llegar a algunas conclusiones, la primera de las cuales tendría que ser que  el alboroto habría sido exprofesamente armado. Ateniéndonos a lo que se afirma con énfasis, la chaira o el verduguillo podría haber sido usada primero por quien aspira a ser presidente por tercera vez.  Se sabe bien que Lima, a pesar de su modernidad, no ha dejado su proclividad por las bolas, el chisme, la maledicencia del rumor, como instrumento político punzo cortante. La del supuesto triángulo amoroso tuvo efecto sin duda -aunque las redacciones de revistas y periódicos, por razones obvias- no se atrevieron a soltar prenda- pero los corrillos se nutrieron del mismo, tanto que rebotó  en la propia comisión congresal posibilitando la pregunta sobre las relaciones entre la primera dama y el presumible corneador, interrogante que éste respondió, según las actas de la sesión, con bastante soltura.

Sin embargo, cuando todos decían algo así como colorín colorado, el cuento se ha terminado, ¡pandangán! la inquilina de palacio, con el verduguillo en la mano y con el auxilio de su bancada mononeuronal organizó una conferencia de prensa para públicamente tasajearse el cuerpo..."No se victimice", ha dicho con justeza una conocida periodista, dirigiéndose directamente a la primera dama.

TRES

¿Qué ha logrado con ello la afectada? Pues cambiar el centro de la atención. La fijación por el extraño movimiento financiero del amiguísimo de la pareja presidencial y la investigación de la comisión parlamentaria se ha desdibujado,  ha perdido fuerza. Ahora las miradas se concentran en la denuncia de la inquilina - el propio  comandante ha comenzado a hablar de abuso de autoridad - mientras el morbo se expande aceleradamente y salen periodistas, que más rápido que inmediatamente comienzan a hablar de quienes emplean el congreso como "una máquina moledora de rivales políticos". Mirko Lauer es uno de ellos, que en su columna de hoy jueves 17 en el diario la República,  mata dos pájaros de un solo tiro:  tiende un manto protector sobre la primera dama, pero de paso cubre también a su amigo, el chavetero mayor, investigado - dice- por una Megacomisión "que terminó pariendo un ratón".

Algo más. Sin querer queriendo los  álgidos problemas económicos y sociales del momento pasan a un segundo plano; uno de los cuales, el de la corrupción y su investigación en las altas esferas del aparato estatal, concretamente en el ejecutivo, termina convertido prácticamente en una charada, cuando lo ideal - si de combate frontal a esa lacra se trata- debió constituirse en un ejemplo de pesquisa, donde todos los involucrados, desde el comandante hasta el último pinche de palacio hubieran prestado el máximo de colaboración. La realidad, empero,  tan maciza como el cerro san Cristóbal nos muestra todo lo contrario, tanto que la chaveta, la chaira o el verduguillo han vuelto a mostrar su eficiencia en la política criolla. Carita y Tirifilo pueden descansar tranquilos...

¡Qué país!


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