UNO
El desaparecido antropólogo Carlos Iván
Degregori escribió alguna vez , con razón, que en San Marcos, la
cuatricentenaria universidad se practicaba la política del retrete, para
referirse al emputecimiento de ella. Con igual lógica podemos afirmar
que en el escenario nacional lo que prima hoy es la política del
verduguillo, del pico roto de botella,
de la chaira carnicera. Las ideas y las propuestas programáticas se han
esfumado, los proyectos de largo aliento y los debates, en el más amplio
y profundo sentido de la palabra, han corrido la misma suerte, mientras
los émulos de Carita y Tirifilo - legendarios chaveteros de Malambo-
han ganado los espacios que otrora ocupaban maestros de la talla de
Gonzáles Prada, Mariátegui, Haya de la Torre, Romero, Víctor Andrés
Belaúnde, Porras, Basadre... y sus aplicados alumnos.
Lo
digo por los sucesos de los últimos días, acaecidos en torno a la
investigación de las movidas financieras de quien fuera un cuadro del
partido de gobierno y, las hipotéticas responsabilidades que en ellas
pudiera tener la pareja presidencial. Lo que otras latitudes hubiera
significado una investigación seria, prolija y especializada, en el
Perú esa pesquisa, formalmente procesada en los marcos del
parlamentarismo burgués, ha derivado en un escándalo de cuernos y
sábanas que dejan como palo de gallinero a la comisión investigadora,
pero que salpica también a la misma pareja, muy venida a menos,
políticamente hablando.
Lo paradójico de esto es que si
bien el chairazo inicial - el chisme de la supuesta infidelidad de la
primera dama- pareciera provenir del Apra y su máximo líder - lo afirma
rotundamente un conocido periodista- partido matrero en estas malas
artes, con una titubeante réplica en la comisión parlamentaria - ante el
supuesto corneador- los chairazos posteriores, con su correspondiente
alboroto mediático, se los ha infligido la propia primera dama, afectada
en su honor de mujer, esposa y madre. Lo decimos porque el maledicente
rumor se soltó hace un par de años y su efecto en la comisión fue de
hace algunos meses. Nada hubiera ocurrido - en términos mediáticos- si
la señora, con las actas de la sesión reservada en la mano, no hubiera
armado el jaleo que los televidentes pudimos apreciar.
DOS
Siempre
lo he dicho, en política no hay que ser giles, nada es casual, todo
tiene una explicación. Si ponemos los pies sobre la tierra y examinamos
minuciosamente los hechos, podríamos llegar a algunas conclusiones, la
primera de las cuales tendría que ser que el alboroto habría sido
exprofesamente armado. Ateniéndonos a lo que se afirma con énfasis, la
chaira o el verduguillo podría haber sido usada primero por quien aspira
a ser presidente por tercera vez. Se sabe bien que Lima, a pesar de su
modernidad, no ha dejado su proclividad por las bolas, el chisme, la
maledicencia del rumor, como instrumento político punzo cortante. La del
supuesto triángulo amoroso tuvo efecto sin duda -aunque las redacciones
de revistas y periódicos, por razones obvias- no se atrevieron a soltar
prenda- pero los corrillos se nutrieron del mismo, tanto que rebotó en
la propia comisión congresal posibilitando la pregunta sobre las
relaciones entre la primera dama y el presumible corneador, interrogante
que éste respondió, según las actas de la sesión, con bastante soltura.
Sin
embargo, cuando todos decían algo así como colorín colorado, el cuento
se ha terminado, ¡pandangán! la inquilina de palacio, con el verduguillo
en la mano y con el auxilio de su bancada mononeuronal organizó una
conferencia de prensa para públicamente tasajearse el cuerpo..."No se
victimice", ha dicho con justeza una conocida periodista, dirigiéndose
directamente a la primera dama.
TRES
¿Qué ha logrado con
ello la afectada? Pues cambiar el centro de la atención. La fijación
por el extraño movimiento financiero del amiguísimo de la pareja
presidencial y la investigación de la comisión parlamentaria se ha
desdibujado, ha perdido fuerza. Ahora las miradas se concentran en la
denuncia de la inquilina - el propio comandante ha comenzado a hablar
de abuso de autoridad - mientras el morbo se expande aceleradamente y
salen periodistas, que más rápido que inmediatamente comienzan a hablar
de quienes emplean el congreso como "una máquina moledora de rivales
políticos". Mirko Lauer es uno de ellos, que en su columna de hoy jueves
17 en el diario la República, mata dos pájaros de un solo tiro:
tiende un manto protector sobre la primera dama, pero de paso cubre
también a su amigo, el chavetero mayor, investigado - dice- por una
Megacomisión "que terminó pariendo un ratón".
Algo más.
Sin querer queriendo los álgidos problemas económicos y sociales del
momento pasan a un segundo plano; uno de los cuales, el de la corrupción
y su investigación en las altas esferas del aparato estatal,
concretamente en el ejecutivo, termina convertido prácticamente en una
charada, cuando lo ideal - si de combate frontal a esa lacra se trata-
debió constituirse en un ejemplo de pesquisa, donde todos los
involucrados, desde el comandante hasta el último pinche de palacio
hubieran prestado el máximo de colaboración. La realidad, empero, tan
maciza como el cerro san Cristóbal nos muestra todo lo contrario, tanto
que la chaveta, la chaira o el verduguillo han vuelto a mostrar su
eficiencia en la política criolla. Carita y Tirifilo pueden descansar
tranquilos...
¡Qué país!
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