miércoles, 13 de mayo de 2015

TÍA MARÍA

Con la misma codicia de los conquistadores españoles que destruyeron el Tahuantinsuyo para apoderarse del oro y la plata, sembrando de muertos el promisorio inkario, con esa codicia decimos, el extractivismo gran burgués de nuestros días sigue violentando el otrora pacífico valle de Tambo, esta vez con una militarización que camufla un real estado de emergencia en cuyo marco la vida y los derechos humanos no valen nada.  Y así como los europeos galoparon sobre los hombros de los felipillos, que se pusieron abiertamente de su lado, de la misma manera el extractivismo nativo y las transnacionales han hecho del gobierno, congresistas promineros, la tecnocracia neoliberal, la policía y el poder mediático, sus peones de brega para sacar adelante, a como de lugar, el proyecto Tía María, que como se ha denunciado no es sino la  cabecera de playa para arrasar con las tierras agrícolas de la provincia de Islay.

La derecha y su gobierno no quieren sufrir otro revés como el que le propinó el pueblo cajamarquino en torno al proyecto Conga. Al igual que en el siglo XVI con los españoles, les interesa un carajo la agricultura o la ganadería, y la vida de los pueblos que viven de dichas actividades. Por eso esa derecha apuesta a la militarización de las áreas rebeldes, desoyendo incluso las propias exhortaciones de la Defensoría del Pueblo y de las voces independientes que apuestan, a estas alturas del conflicto por la suspensión del proyecto. Los muertos y los heridos, civiles y uniformados, explican esa lógica violentista, de terror: Tía María tiene que hacerse realidad, sí o sí, mientras los medios justifican ideológica y políticamente la agresión, aprovechando situaciones como la de un posible soborno a uno de los dirigentes del paro en Islay, para tratar de deslegitimar la justeza de la protesta popular que a la fecha lleva más de 50 días.

Esos nefastos propósitos han soldado a la derecha. Salvo el fujimontesinismo, que por oportunismo electoral ha pedido la salida de los militares de Islay, los partidos supuestamente democráticos que ayer nomás tronaban contra el gobierno no dicen esta boca es mía aunque el valle se desangre. Son incapaces de pensar en un proyecto de desarrollo  al margen de la preeminencia abusiva de la minería, obviando interesadamente una realidad contundente desde los tiempos  coloniales: donde  los gambusinos de ayer y de hoy se han asentado, no han sembrado sino miseria, explotación, abusos,  atropellos y contaminación. No por algo centros mineros como Huancavelica, Cerro de Pasco, Cajamarca, La  Oroya, Marcona, entre otros, explotados años de años, son sin embargo, los lugares más empobrecidos del país, mientras las arcas de los empresarios -nativos y extranjeros- siempre han estado y están superboyantes.

Contra todo lo que digan los defensores a muerte de la minería, ésta siembra la desigualdad. No lo digo yo, lo dice Josep Stiglitz, Premio Nobel de Economía, para quien el futuro, en países ricos en recursos naturales como el nuestro, no pueden estar sujetos a la absolutización de la minería en desmedro de otros sectores económicos.

II

Lo reiteramos, la derecha y su gobierno se están jugando el todo por el todo. Formalmente aparecen en una posición de fuerza, realmente ya perdieron el carro de la historia. Han sido derrotados políticamente por la capacidad de resistencia de un pueblo que se ha alzado dignamente en defensa de sus reivindicaciones más sentidas: su derecho a vivir de la agricultura. En este proceso, Islay ha puesto en cuestión todos los argumentos y argucias gubernamentales, desenmascarando la tramoya armada. Contra lo que se piense,   la militarización del valle es una manifestación de debilidad, de desesperación, como lo es también la embestida de la Contraloría contra los municipios de los distritos que están en la pelea. 

Definitivamente, Islay los ha sacado del cuadro; si pensaron que satanizando a los huelguistas iban a construir un cerco de aislamiento, el tiro les ha salido por la culata. El paro de 72 horas de Arequipa, en apoyo a Islay, contra el extractivismo y su gobierno,  como otros actos de solidaridad con los pueblos en lucha que se están efectuando en distintos puntos del país, confirman nuestra apreciación. Revés gubernamental, que hay que ubicarlo en el contexto de su eclipsamiento de conjunto, en el que la administración ollantista ha terminado, desembozadamente, como un operador más del neoliberalismo y del gran capital extractivista.

Triste final de un gobierno que amagó por la izquierda, pero que terminó de hinojos ante la derecha...

No hay comentarios:

Publicar un comentario