Nota de Redacción. Don Manuel Acosta Ojeda, el cantaautor del pueblo, dejó ayer de existir. En su recuerdo vaya este reportaje, publicado en el diario La República, sobre su vida y su obra.
Un encuentro con el compositor más prolífico y menos comercial
de la agónica música criolla. Manuel Acosta Ojeda rememora aquí jaranas
con sobretiempo y el origen de aquellas canciones que después de varias
décadas continúan -imborrables- en un lugar privilegiado de nuestra
memoria colectiva.
Escribe Edwin Sarmiento (*)
Fue Carlos Hayre quien descubrió, sin querer, lagran fibra criolla que Manuel Acosta Ojeda llevaba consigo y andaba por ahídesperdiciándose. Enterado Hayre de que Manuelescribía panfletos, le dijo una buena tarde óhace yamás de medio sigloó que dejara de escribir cojudeces y que más bien le hiciera el favor de escribirlealgunas letras para que él les pusiera música. Por entonces el buen Manuelquería bailar guarachas, cantar boleros y deleitarse con los versos de Baudelaire y Rimbaud, mientrasque Hayre, con apenas 15 años, era ya un virtuoso dela guitarra con algunos valsecitos musicalizados en su haber. Hayre andaba con los mayores, en tanto que Acosta Ojedaempezaba a entrarle al asunto. Ambos se hicieron yuntas y juntos empezaron arecorrer los bares y centros musicales de Surquillo. Con el tiempo recalaron enlos Barrios Altos, el corazón de la vieja guardia criolla. Manuel no habíaterminado aún la secundaria. La verdad es que se quedó en cuarto año, sin penani gloria. Pero, eso sí, saturado de lecturas literarias a las que accedía trasparticipar en interminables tertulias literario-musicales, donde era frecuenteencontrar a amigos entrañables como Julio Ramón Ribeyroo Paco Bendezú. Quien converse con Manuel, comprobaráque es un hombre culto, muy bien informado y enjundioso hasta cuando rememorasu infancia y se ve a sí mismo escuchando a Shubert, Chopin, Liszt, Tchaikovski y recordando que en Radio Nacional pasaban"tremendos radioteatros de Moliere y Camus".
Manuel Acosta Ojeda, hombre macizo y prieto, ha caminado por los recodos de suvida disfrutando cada minuto. Ha bebido todo lo que ha podido. Ha escrito ycompuesto más de un millar de canciones. Ha conversado a gritos en lossuburbios más insospechados de Lima, París, Viena o en lo que alguna vez fue laUnión Soviética. Ahora el compositor está sentado en un desvencijado sillón, ensu local de Saycope, dejando al descubierto susmaltratados zapatos que debieron ser negros en mejores épocas. No ha perdido elbuen humor. Maestro del calambur , aprendido en humeantes noches debohemia limeña, Manuel Acosta anuncia que dentro de unos días Saycope cumplirá cuarenta años de resistencia cultural.
-¿Cómo fue que empezaste a componer?
-Yo
no creo en la inspiración. Nadie puede dar lo que no tiene. Yo, si
bienno estudié mucho, en el Salesiano, donde pasé piola porque mis
apellidos eranAcosta Ojeda, todo el día escuchaba a Vivaldi, Bach,
Mozart, compositores doctos. Leíamos mucho a Horacio,Virgilio, Rubén
Darío, pero no a Vallejo porque los curas le tenían miedo.
Sería en el colegio José María Eguren dondedescubriría, años más tarde, su verdadera vocación, junto a Carlos Hayre, su amigo de travesías y de bares. Eran los años delas escapadas furtivas del colegio, pero también de sus lecturas de Vallejo, Valdelomar, García Lorca. Manuelestá absorto ahora en sus pensamientos y afuera, en la solitaria calle en laque sobrevive Saycope, se van apostando las muchachasde los varios rostros que habrán de trabajar con prisa al caer la noche. Ellasignoran, por supuesto, que aquí dentro está el compositor de Madre , Cariño y Un atardecer , entre otras piezas emblemáticas de la música criolla.
-¿Y cómo llegó Madre?
-Sería el año 51. Yo cantaba con el "Trío Surquillo".
Cantábamosen serenatas, nos contrataban para los cumpleaños. Como sólo
existía la vitola,los músicos teníamos más chamba. Cantábamos en el
"Botellón" deGonzález Prada, alternando con otros grupos. Una deesas
madrugadas, a eso de las cinco, caímos por el "Silletazo", queera otro
bar. Era sábado, víspera del Día de la Madre. Yo pensé en mi madre queme
había dado todo. Sentí una tremenda pena y remordimiento. Entonces, en
elreverso de la envoltura de una cajetilla de cigarrillos
"Nacional",empecé a escribir la letra. Escribí como una especie de
descargo de concienciay seguía chupando y cantando. Cuando terminé ya
eran las diez de la mañana.Llegué a mi casa a las once de la mañana, mi papá
pensó que yo estaba enfermoporque nunca llegaba a casa el sábado a esa
hora. Yo regresaba el lunes omartes de la semana siguiente. Mucho tiempo
después le puse música, cuando yo eraya conocido. Mi canción era muy
sincera, estaba pensando en mi madre.
-¿Podrías recordarnos la letra?
-Cómo
no. "Madre, cuando recojas con tu frente mi beso/ todos loslabios rojos
que en mi boca pecaron/ huirán como sombras cuando se hace la
luz/Madre, esas arrugas se formaron pensando/ dónde estará mi hijo, por
qué nollegará/ y por más que las bese, no las podré borrar/ Madre, tus
manos tristescomo aves moribundas/ déjame que las bese/ Tanto, tanto han
rezado/ por mislocos errores y mis vanas pasiones/ Y por último, madre,
deja que me arrodille/y sobre tu regazo coloque mi cabeza/ y dime, hijo
de mi alma, para llorarcontigo".
-¿Y cómo surgió Cariño ?
-La
escribí en 1960. Estuve con Hayre en una casaque se llamaba "La
jarana". Cuando cantaba mis canciones los viejossiempre las asociaban
con las de Pinglo. En unaoportunidad, después de un día de jarana,
llegamos a Cinco Esquinas, en losBarios Altos. Íbamos de casa en casa.
Nos hablaban mucho de Pinglo,hasta que le dije a Carlos que me
acompañara en sol mayor y empecé: Cariñoyo quiero llevarte...,
que es la segunda parte. Cuando Carlos lo llevó agrabar a Sono Radio
le dijeron que era muy pequeña, yahí le aumenté la primera parte, que me
causó un tremendo problema con el Opus Dei : Dios me ha
libertadodel tiempo y del dolor/ he pagado mi vida con sangre y
juventud/ y ahora queestoy libre para ofrecerme a ti/ sin pedirle
permiso te hice esta canción//Cariño, yo quiero llevarte/ a un lugar que
sólo conozco yo/ cariño, ahí soy eldueño/ es la única parte en que no
manda Dios// Cariño, ahí no hay tristeza, nimiedo, ni envidia/ Ese lugar
soy yo.
Manuel Acosta
no recuerda dónde no ha estado en sus 55 años de bohemiasostenida, con
guitarra y con cajón, donde las voces de distintos decibeles
sealternaron a gusto de la noche y, eso sí, con mucho ron, porque la cerveza lesirvió al compositor apenas para enjuagar su infatigable garganta. "Meinicié acompañando a mi padre,
quien se juntaba con sus paisanos arequipeñospor los extramuros de
Lima". De su padre aprendió no sólo la música, sinotambién la afición
por la bohemia. "El tomaba muy bien", recuerdaorgulloso. "Yo empecé a
tomar a los doce años, en el Eguren,con mis amigos. Pocos han tomado
como yo a lo largo de la noche. Misacompañantes siempre se han dormido.
Antonio Muñoz Mongese durmió tres veces. Juan Gonzalo Rose también se
medormía. Julio Ramón Ribeyro ni hablar. Me conocíatodos los bares de
Surquillo. Con Julio Ramón íbamos a una chingana que sellamaba el
"Triunfo". Luego pasábamos por "El silletazo" yrecalábamos en el "Café
de los valientes". Allí llegaban sólo losvalientes para el trago.
Después, al mercado. Así estuve desde los 18 hasta los23 años en que
Hayre me empezó a llevar a los BarriosAltos".
-Hablemos de política. ¿Tú fuiste comunista?
-Yo no creo en el comunismo, porque no está comprobado que pueda aplicarse.
-¿Es una utopía?
-No. Tal vez pueda realizarse. Estuve en Rusia, en Checoslovaquia, enBulgaria y en Rumania, y no vi comunismo en esospaíses.
-¿No conoces Cuba?
-Los pasajes los manejaba el revisionismo. Nunca me dieron un pasaje paraLa Habana.
-¿Cómo te defines?
-Yo pienso que la única solución para los problemas del ser humano es elsocialismo.
-¿Desde cuándo piensas así?
-Desde cuando era niño.
-¿Algún día quizás tires la toalla?
-¡Nooo! Que yo esté resentido con la izquierda noes para que me pase a la derecha. n
(*) Email: edwinsar@ec-red.com
Diario La República, 24 de junio de 2001
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