El caco y asesino que el 5 de abril de 1992 hizo trizas el Estado de
Derecho, debe estar recontrafeliz en sus aposentos de la Diroes. Han
pasado 23 años desde esa pateada de tablero, y el orden neoliberal que
estableció a sangre y fuego sigue vigente, defendido incluso por
regímenes que como el ollantismo insurgió lanzando rayos y centellas
contra el mismo, pero que bien
apoltronado en palacio de gobierno - previa colocada de rodilleras- se
puso de hinojos ante el gran capital y las transnacionales, los grandes
beneficiarios de un modelo que ha hecho más ricos a los ricos. "Los
empresarios nunca han ganado tanto como ahora" ha llegado a decir don
Mario Vargas Llosa, el gran ideólogo de la derecha.
Léase
bien: así como el golpe no ocurrió de la noche a la mañana, sino que
fue urdido con premeditación, alevosía y ventaja, de la misma manera la
imposición del modelo fue la consecuencia de un trabajo previo en el que
estuvo presente la mano de los organismos internacionales
patrocinadores del neoliberalismo a nivel mundial y los ideólogos
nativos del liberalismo a ultranza. Carlos Boloña describe bien este
último proceso en el que fue uno de los actores claves, tanto que fue a
dar con sus huesos a la cárcel, al igual que otras empingorotadas
personalidades. En ese sentido, el golpe de abril, Constitución de 1993
de por medio, fue la pata de cabra que facilitó el desembalse del
capitalismo salvaje y con él de todos los pillajes, hurtos y asesinatos
perpetrados a lo largo de los años 90.
Se falta a la
verdad por ello cuando se afirma que una cosa son los robos y asesinatos
perpetrados por el fujimontesinismo y otra el modelo económico. Quienes
ven así las cosas se esmeran en separar al fujimorismo del
montesinismo, cuando los hechos pétreos indican que uno y otro son como
la cara y el sello de una moneda. Fujimori, Montesinos y los militares
que los secundaron se movieron en el mismo sentido desde el inicio y en
todos los planos del quehacer social, especialmente en el ideológico,
para conseguir el apoyo social a sus fechorías.
Se
afirma que nadie sabe para quien trabaja. Vargas Llosa, que en las
elecciones del 90 fue el gran candidato del liberalismo nativo y
mundial, tendrá que reconocer que su prédica antiestatista,
antimercantilista y anticomunista, que se ganó los corazones, las
conciencias y los bolsillos del gran capital local, fue el abre caminos
para la entronización a hachazos del fujimontesinismo o de lo que es lo
mismo, el neoliberalismo. Se reconoce que el Nobel se enfrentó desde un
inicio a los golpistas, pero no ocurrió lo mismo con la mayoría de sus
seguidores del movimiento Libertad, incluyendo a los que él ha
denominado "intelectuales baratos" que como Chirinos Soto, Manuel d'
Ornellas y Patricio Riketts se convirtieron "en los nuevos mastines
periodísticos del gobierno de facto" muy útiles para terminar ablandando
las conciencias del pueblo en pro de la justificación del golpismo, de
su constitución bastarda y del imperio del capitalismo salvaje, ante el
cual el laureado escritor ha terminado no solamente inclinando sus
banderas, sino además promoviéndolo.
Pragmatismo
exultante, por último, que hizo de la burguesía nativa, otrora fanática
de Vargas Llosa, seguidora a muerte del caco y asesino, como después
estaría apuntalando a los toledos, garcía y al propio comandante. Unos y
otros se lanzan a cabezazo limpio contra el golpe del 92, pero
justifican y compiten entre sí para consolidar el único modelo que ellos
consideran viable en el Perú, obviando las evaluaciones de los
especialistas independientes de los gobiernos de turno, pero sobre todo
esmerándose en soslayar su cuestionado origen y entronización: el golpe
de 1992.
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