domingo, 5 de abril de 2015

LA FELICIDAD DEL CACO


El caco y asesino que el 5 de abril de 1992 hizo trizas el Estado de Derecho, debe estar recontrafeliz en sus aposentos de la Diroes. Han pasado 23 años  desde esa pateada de tablero, y el orden neoliberal que estableció a sangre y fuego sigue vigente, defendido incluso por regímenes que como el ollantismo insurgió lanzando rayos y centellas contra el mismo, pero que bien apoltronado en palacio de gobierno - previa colocada de rodilleras- se puso de hinojos ante el gran capital y las transnacionales, los grandes beneficiarios de un modelo que ha hecho más ricos a los ricos. "Los empresarios nunca han ganado tanto como ahora" ha llegado a decir don Mario Vargas Llosa, el gran ideólogo de la derecha.

Léase bien: así como el golpe no ocurrió de la noche a la mañana, sino que fue urdido con premeditación, alevosía y ventaja, de la misma manera la imposición del modelo fue la consecuencia de un trabajo previo en el que estuvo presente la mano de los organismos internacionales patrocinadores del neoliberalismo a nivel mundial y los ideólogos nativos del liberalismo a ultranza. Carlos Boloña  describe bien este último proceso en el que fue uno de los actores claves, tanto que fue a dar con sus huesos a la cárcel, al igual que otras empingorotadas personalidades. En ese sentido, el golpe de abril, Constitución de 1993 de por medio,  fue la pata de cabra que facilitó el desembalse del capitalismo salvaje y con él de todos los pillajes, hurtos y asesinatos perpetrados a lo largo de los años 90.

Se falta a la verdad por ello cuando se afirma que una cosa son los robos y asesinatos perpetrados por el fujimontesinismo y otra el modelo económico. Quienes ven así las cosas se esmeran en separar al fujimorismo del montesinismo, cuando los hechos pétreos indican que uno y otro son como la cara y el sello de una moneda. Fujimori, Montesinos y los militares que los secundaron se movieron en el mismo sentido desde el inicio y en todos los planos del quehacer social,  especialmente en el ideológico, para conseguir el apoyo social a sus fechorías.

Se afirma que nadie sabe para quien trabaja. Vargas Llosa, que en las elecciones del 90 fue el gran candidato del liberalismo nativo y mundial,  tendrá que reconocer que su prédica antiestatista, antimercantilista y anticomunista, que se ganó los corazones, las conciencias y los bolsillos del gran capital local, fue el abre caminos para la entronización a hachazos del fujimontesinismo o de lo que es lo mismo, el neoliberalismo. Se reconoce que el Nobel se enfrentó desde un inicio a los golpistas, pero no ocurrió lo mismo con la mayoría de sus seguidores del movimiento Libertad, incluyendo a los que él ha denominado "intelectuales baratos" que como Chirinos Soto, Manuel d' Ornellas y Patricio Riketts  se convirtieron "en los nuevos mastines periodísticos del gobierno de facto" muy útiles para terminar ablandando las conciencias del pueblo en pro de la justificación del golpismo, de su constitución bastarda y del imperio del capitalismo salvaje, ante el cual el laureado escritor ha terminado no solamente inclinando sus banderas, sino además promoviéndolo.

Pragmatismo exultante, por último,  que hizo de la burguesía nativa, otrora fanática de Vargas Llosa,  seguidora a muerte del caco y asesino, como después estaría apuntalando a los toledos, garcía y al propio comandante. Unos y otros se lanzan a cabezazo limpio contra el golpe del 92, pero justifican y compiten entre sí para consolidar el único modelo que ellos consideran viable en el Perú, obviando las evaluaciones de los especialistas independientes de los gobiernos de turno, pero sobre todo esmerándose en soslayar su cuestionado origen y entronización: el golpe de 1992.

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