La nominación de Pedro Cateriano como premier es la comidilla del día
en los mentideros políticos y se cruzan las apuestas sobre si obtendrá o
no el voto de investidura por parte del congreso, particularmente por
sus enconos con las bancadas del Apra y del fujimontesinismo. Lo que no
se advierte es que Cateriano ya cuenta con el aval de los que parten
el jamón en el país, que precisamente por su posicionamiento - son
también los que le llenan las alforjas a los partidos de la derecha,
incluyendo el financiamiento de sus candidatos- les han metido un jalón
de orejas a los callejoneros del congreso, para acabar con lo que
denominan el "ruido político" que según el gran capital está afectando
las inversiones.
En
otros términos, sin querer queriendo, la pareja presidencial ha dado en
el clavo con la nominación de Cateriano, aunque realmente ya no tenía
otra alternativa. Defenestrado su último gran cuadro, la señora Jara y
con la señora Espinoza en la congeladora, no había nada que escoger
entre sus propias filas, todos impresentables y genéticamente
ineficientes. Cateriano, bien se sabe, no es hechura del nacionalismo.
Es un cuadro ultraliberal que desde los años 90 juega en pared con
Vargas Llosa, aunque sus raíces políticas se encuentren entre los
"jóvenes turcos" que en los años 80 hicieron sus píninos en el diario La
Prensa del ultraconservador Pedro Beltrán Espantoso: Jayme Bayly,
Federico Salazar, Pedro y Pablo Cateriano, Alvaro Vargas Llosa, Fernando
Iwasaki, entre otros.
Luego del desastre electoral
de Vargas Llosa, mientras los viejos liberales se pasaban al campo del
adversario, vale decir de Fujimori, justificando el golpes del 92, Pedro
Cateriano se mantuvo fiel a Vargas Llosa y a la ortodoxia neoliberal,
desde donde disparó primero contra el fujimontesinismo y luego contra el
aprismo, y todos los latrocinios de ambas partes, aunque - al igual que
el Nobel- acatara el reordenamiento y consolidación del modelo
neoliberal impuesto en los marcos de la Constitución bastarda de 1993.
No es casual por ello que convertido en un alfil del escritor aceptara
formar parte de la reconvertida administración ollantista, como ahora ha
aceptado sustituir a la baloteada Ana Jara.
Cateriano,
lo acaba de decir, se considera un hombre leal. Lo es a Vargas Llosa,
lo es a la pareja presidencial, lo es a su encuadramiento neoliberal. No
hay nada nuevo que esperar de él, que no sea el cumplimiento de las
exigencias del gran capital y de las transnacionales, que matan - lo han
dicho públicamente- porque desde el Estado se le de mayor fluidez a sus
inversiones aunque ello implique pasar por encima de las
reivindicaciones y expectativas de los pueblos del Perú, que como en el
caso de Tía María, Cajamarca, Espinar o Talara se han alzado a la pelea
contra el extractivismo depredador.
O sea que más allá
de si Pedro Cateriano es o no el hombre indicado para concertar con el
Apra o con el fujimontesinismo, es mucho más útil aceptar que es el
premier que la gran burguesía y las transnacionales esperaban. Lo demás
puede caer por su propio peso, las primeras declaraciones del ex
presidente García van en ese sentido. Bien dicen que el diablo sabe más
por viejo que por diablo.
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