lunes, 16 de marzo de 2015

CUANDO LAS PAREDES HABLAN


La burguesía peruana nunca ha apostado a la educación o a la culturización de las masas populares, porque sabe perfectamente que un trabajador, hombre o mujer,  educado y culto, es potencialmente un subversivo en tanto amante de la verdad y enemigo del oscurantismo, sea cual sea su manifestación. Por eso es que la decisión del Alcalde Castañeda de borrar los murales de las calles limeñas no hay que considerarlo un simple exabrupto de un hombre ganado por los fierros y el concreto. El burgomaestre está cumpliendo a cabalidad con el encargo recibido por esa burguesía que  apoyó su elección: golpear, borrar, destruir, satanizar todos aquellas expresiones populares, artísticas o no, conquistadas durante la administración de la señora Villarán, que le puedan permitir a los olvidados de siempre ir construyéndose un camino diferente.

En un país como el nuestro donde la democracia es sencillamente hipócrita, la paredes suelen hablar. Lo que expresan no son solamente consignas como las que movieron el corazón y la conciencia de los pueblos en la lucha contra la dictadura fujimontesinista de los 90, o reivindicaciones inmediatas como las que se han levantado contra los regímenes neoliberales y corruptos como los que han sucedido al fujimontesinismo después de esos años; tambien esas paredes han viabilizado, a través del arte mural, los sentimientos de esas masas, sus representaciones estéticas, sus opiniones culturales, que no encuentran cabida en los marcos de arte y la cultura oficial, generalmente complacientes con el estado de cosas reinantes en el país.

Que se pinten los rostros de Túpac Amaru, de Vallejo o Mariátegui, como murales alusivos a la explotación, opresión o desdén por los hombres, mujeres y niños de Costa, Sierra y Selva,  resultan políticamente contraproducentes desde la lógica de la burguesía y sus autoridades; como también desde esta mira  merecen tarjeta roja íconos populares como Lucha Reyes o Chabuca Granda, la primera una mujer afroperuana que se metió en las arterias del pueblo por expresar los sentimientos más hondos de los pobres entre los pobres; y la segunda, por su comportamiento libertario que la acercó a poetas malditos como Heraud, Calvo, Rose. En ambos casos malos ejemplos desde la perspectiva conservadora y reaccionaria de la burguesia nativa.

Debe anotarse que ese arte urbano, callejero por excelencia, se ha forjado desde los extramuros de la cultura oficial, fuera de los ámbitos de las llamadas bellas artes, pero desde hace un buen tiempo  incorporados a lo que se denomina el arte popular negado o cuestionado por quienes se consideran dueños de la verdad en esos campos. No es de extrañar, por ejemplo, que el señor Fernando de Szyszlo, reconocido representante de las bellas artes, apoye la decisión del alcalde de borrar los murales por considerar que el centro histórico de Lima merece "respeto, cuidado y discreción". Tras ese apoyo subyase un viejo criterio de negación del arte popular que en los años 70 del siglo XX lo llevó, al lado de otros artistas, a ponerse en contra de la resolución gubernamental que le otorgó al retablista ayacuchano Joaquín López Antay el Premio Nacional de Cultura por su trabajo creativo  y enriquecedor de la cultura desarrollada por el pueblo. Resultando además curioso, por decir lo menos, que el señor Szyszlo se preocupe por el Centro Histórico limeño, violentado una y otra vez  por la estructura de bancos, entes financieros, centros comerciales...ante lo cual no ha existido una sola reacción suya.

Finalmente, se equivoca el señor alcalde si piensa que con su medida antidemocrática las paredes limeñas dejarán de expresar el sentir del pueblo.  Los murales seguirán viviendo han anunciado los colectivos de arte popular y ya se han puesto en movimiento, mientras se afirman lazos con otras organizaciones populares que hoy están en la pelea por mejores condiciones de vida y trabajo, democracia y dignidad, justicia y ética. Las reivindicaciones de los artistas del pueblo ya están inscritas en los programas mayores de lucha.

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