jueves, 5 de febrero de 2015

MI CUMPLEAÑOS

 
Mañana 5 de febrero estaré sumando un calendario más a mi bien vivida y bebida existencia. Los saludos, que agradezco, ya están alborotando el cotarro, como también las programadas celebraciones que de un tiempo a esta parte han convertido mi onomástico en algo parecido a una fiesta patronal. El año pasado si me pelé. Como ustedes recordarán lo pasé en un quirófano del hospital Rebagliatti. El alcohol de siempre, llámense rones o vinos, fueron reemplazados por el alcohol medicinal, los cuyes y piqueos por 2 litros de suero que tuve que soplarme antes de la intervención quirúrgica, mientras que la música pachanguera fue reemplazada por una cadenciosa cortina musical que parecía darle el compás a las expertas manos de los cirujanos...

Échate a la cama y verás quien te ama, reza un viejo dicho. Confieso que nadie me falló, ni mis familiares ni mi millón de amigos. En el hospital ellos siguieron paso a paso las incidencias de la operación. Ninguno arrugó por la espera, y solamente se retiraron cuando me vieron vivito, coleando y con una sonrisa de oreja a oreja. La cereza fue la torta de cumpleaños y el clásico japiverdi cantado por las enfermeras al día siguiente de la operación.

Después de este singular cumpleaños y el de 1975 solamente espero el diluvio. ¿Qué pasó en 1975? Pues solamente hubo espacio para los abrazos familiares. Una justa huelga policial, que desembocó en incendios y saqueos, fue cortada en seco por un toque de queda que dejó - según el balance oficial- 86 muertos, 155 heridos y 1012 detenidos. Todavía recuerdo los gritos de guerra de la soldadesca que fusil y bayoneta calada en mano irrumpió en la casa de mis padres - en el centro de Lima- supuestamente en busca de saqueadores. Ni en broma podía armarse un bururú.

Que venga pues ese diluvio.

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