Pugilísticamente hablando, fue un KO en 5 asaltos, contundente y transparente, sin derecho al pataleo.
Los
jóvenes pelearon en las peores condiciones: con todos los poderes
fácticos en su contra. La gran burguesía concentrada en la Confiep, la
gran beneficiaria con la ley pulpín, movió todas sus fichas en la pelea,
todo sin embargo resultó inútil. El
pueblo, soberamente se puso al lado de las juventudes peruanas, harto de
las traiciones, del ninguneo, de las mecidas, de la demagogia...
Los
héroes son los jóvenes sin duda. Sus 5 movilizaciones, en Lima y
provincias, revelaron fortalezas dormidas durante largos años.
El
neoliberalismo, desde los 90 apostó ideológica y políticamente a esa
inacción, aprovechando todas las crisis que cual 7 plagas se habían
apoderado del país. El apoliticismo o la política convertida en guano,
sumados al individualismo, al egoísmo o al embrutecimiento mediático,
alejaron a las juventudes de la política como actividad existencial
suprema. Los mercaderes, el crimen organizado, el narcotráfico y la
corrupción, realidades a las que el neoliberalismo no es ajeno,
redondearon la faena de espanto.
Las clases dominantes, su gobierno de turno, la tecnocracia a su
servicio no imaginaron que la ley pulpín iba a despertar al león. La
reacción fue espontánea. Las voces en contra de las vanguardias
corrieron vertiginosamente a través de las redes sociales, empilaron a
los amodorrados partidos de la izquierda, a los colectivos democráticos y
progresistas de toda naturaleza, a los ciudadanos de a pie; vorágine
social y política que arrastraría a los viejos y nuevos partidos
derechistas que pensando en el 2016 no querían perder lo que ellos
consideran una locomotora juvenil de votos.
El
desembalse agudizó el ocaso del partido de gobierno. Entregado en cuerpo
y alma a la derecha ha perdido el respaldo del pueblo y su propia
organización hace agua por todos lados.Los 18 votos obtenidos en el
congreso, luego de haber sido la primera mayoría, evidencia su
ostensible penuria. Lo único que le queda por ofrecer es represión y
autoritarismo. El KO político ha acelerado el epílogo.
Las
juventudes victoriosas, por su parte tienen todo un mundo por ganar.
Que no se estén durmiendo en sus laureles y comiencen a reunirse en pro
de una ley general de trabajo sin exclusiones ni diferencias es
positivo. Pero todavía les falta algo: recuperar sus capacidades de
soñar, de mirar el largo plazo, a lontananza: hay que construir otro
país, otra realidad, nada injusta ni opresiva como en la que vivimos,
llamémosla como queramos llamarla, donde el pueblo y solo el pueblo sea
el constructor de su destino. Las juventudes peruanas tienen la fuerza
para entrar a pelear en las ligas mayores. Apoyémoslos.
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