sábado, 28 de febrero de 2015

EL COSTO DE UNA VOLTERETA


La pareja presidencial no acierta una. Su decisión de hacer del general Urresti o "Arturo" una locomotora electoral que le permitiera ganarse algüito en las elecciones presidenciales del 2016, ha sufrido un serio revés. El dictamen fiscal de considerar al locuaz general como autor mediato de un crimen de lesa humanidad y el pedido de 25 años de prisión para él, siembra de dudas la viabilidad de una vislumbrada candidatura presidencial y de una casi segura apuesta: Urresti-Nadine, como dupla marketera para la captura de votos.

"Arturo" podrá decir todo todo lo que quiera en relación a la resolución de la fiscalía, como efectivamente ya lo está haciendo; lo mismo podrá hacer el comandante Humala, acostumbrado a calificar de "mamarrachos" o "salvajadas jurídicas" las decisiones fiscales que no son de su agrado, pero lo concreto, lo real, es que el ex ministro  tiene ahora una pesada cruz que cargar, que incluso - si se aplicasen los estatutos del partido nacionalista al que se afilió recientemente con bombos y platillos- puede guillotinar sus pretensiones electorales.

Políticamente la decisión fiscal pone otra vez contra las cuerdas a la pareja presidencial. Sin criterio, sin olfato político, se aferraron a Urresti en medio de la crisis que los afecta, haciendo caso omiso de las voces serenas que recomendaban lo contrario. Primó su chato pragmatismo,  a sabiendas, además, que ello sería contraproducente internamente - todo indica que se está a las puertas de una nueva sangría partidaria- al afectarse las justas expectativas de dirigentes reconocidos como la señoras Jara y Espinoza, esta última prácticamente con un pie afuera de su organización.

Finalmente, podemos decir que lo ocurrido con la pareja presidencial y el ollantismo en su conjunto,  no es sino consecuencia de su voltereta ideológica y política. Cuando se abandonan los principios éticos, políticos y programáticos, cualquier cosa puede ocurrir en una organización partidaria. Fijense en los viejos partidos de la derecha peruana comenzando con el Apra, que viene desde las primeras décadas  del siglo XX. El echar por la bordar los postulados aurorales llevó al partido de Haya a una galopante derechización que lo convirtió  en un partido prooligárquico y proimperialista enemigos contra los cuales había insurgido. 
 
Hoy, el partido de la avenida Alfonso Ugarte ya no es más el partido de Haya, el de los años 20; hoy es el partido del señor García, que en su zigzagueante devenir ha terminado  siendo - sin obviar todas las acusaciones que lleva encima- uno de los mejores gonfaloneros del capitalismo semicolonial y del neoliberalismo.

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