La pareja presidencial no acierta una. Su decisión de hacer del
general Urresti o "Arturo" una locomotora electoral que le permitiera
ganarse algüito en las elecciones presidenciales del 2016, ha sufrido un
serio revés. El dictamen fiscal de considerar al locuaz general como
autor mediato de un crimen de lesa humanidad y el pedido de 25 años de
prisión para él, siembra de dudas la
viabilidad de una vislumbrada candidatura presidencial y de una casi
segura apuesta: Urresti-Nadine, como dupla marketera para la captura de
votos.
"Arturo"
podrá decir todo todo lo que quiera en relación a la resolución de la
fiscalía, como efectivamente ya lo está haciendo; lo mismo podrá hacer
el comandante Humala, acostumbrado a calificar de "mamarrachos" o
"salvajadas jurídicas" las decisiones fiscales que no son de su agrado,
pero lo concreto, lo real, es que el ex ministro tiene ahora una pesada
cruz que cargar, que incluso - si se aplicasen los estatutos del
partido nacionalista al que se afilió recientemente con bombos y
platillos- puede guillotinar sus pretensiones electorales.
Políticamente
la decisión fiscal pone otra vez contra las cuerdas a la pareja
presidencial. Sin criterio, sin olfato político, se aferraron a Urresti
en medio de la crisis que los afecta, haciendo caso omiso de las voces
serenas que recomendaban lo contrario. Primó su chato pragmatismo, a
sabiendas, además, que ello sería contraproducente internamente - todo
indica que se está a las puertas de una nueva sangría partidaria- al
afectarse las justas expectativas de dirigentes reconocidos como la
señoras Jara y Espinoza, esta última prácticamente con un pie afuera de
su organización.
Finalmente, podemos decir que lo
ocurrido con la pareja presidencial y el ollantismo en su conjunto, no
es sino consecuencia de su voltereta ideológica y política. Cuando se
abandonan los principios éticos, políticos y programáticos, cualquier
cosa puede ocurrir en una organización partidaria. Fijense en los viejos
partidos de la derecha peruana comenzando con el Apra, que viene desde
las primeras décadas del siglo XX. El echar por la bordar los
postulados aurorales llevó al partido de Haya a una galopante
derechización que lo convirtió en un partido prooligárquico y
proimperialista enemigos contra los cuales había insurgido.
Hoy, el
partido de la avenida Alfonso Ugarte ya no es más el partido de Haya, el
de los años 20; hoy es el partido del señor García, que en su
zigzagueante devenir ha terminado siendo - sin obviar todas las
acusaciones que lleva encima- uno de los mejores gonfaloneros del
capitalismo semicolonial y del neoliberalismo.
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