miércoles, 14 de enero de 2015

¿NO ESTAMOS EN EL SIGLO XXI?


Los amantes del arte y de la cultura en el Perú, están espantados.

El pretender denunciar a los autores, promotores y actores de La Cautiva, una pieza teatral considerada por la crítica como una de las mejores obras representadas en el 2014, como apologistas del terrorismo senderista, revela que en pleno siglo XXI  en el campo del arte y la cultura nos movemos como en los tiempos de la inquisición colonial.

De nada ha valido que el ministerio de cultura, el ente especializado, haya validado las calidades artísticas de la obra. El procurador anticorrupción, que no ha visto la representación, ni tampoco ha leído el trabajo, está dispuesto - así lo ha anunciado- a denunciar lo que en su peregrino entender es una exaltación de sendero, de sus dirigentes, de la guerra popular...

Mucho se ha hablado de modernidad, progreso, liberalismo y democracia en los últimos tiempos. El pensamiento cavernario, sin embargo, sigue intacto, pretendiendo decidir por nosotros qué debemos ver, qué debemos leer, que debemos hacer, qué debemos escuchar y hasta qué debemos bailar.

En el siglo XX la caverna escogía las películas que deberíamos ver, o qué escenas de las mismas deberían ser recortadas -mismo cinema Paradiso- o finalmente decidían si esas cintas eran aptas para mayores o menores de 21 años.

Hubo un ministro de interior, en los tiempos del primer gobierno del señor Beláunde Terry, que ordenó quemar libros por considerarlos subversivos. Vargas Llosa y su obra La ciudad y los perros fueron largamente satanizados y el libro también incinerado en los interiores del colegio Leoncio Prado. Oswaldo Reynoso y Los inocentes, la primera obra literaria que revelaba las interioridades del mundo juvenil limeño, sufrieron también la demonización de la caverna.

Asimismo, se vetaron canciones populares. Valses como El plebeyo del inmortal Felipe Pinglo Alva o cantantes como el cholo Berrocal - por poner ejemplos- no pasaban esa censura policiaca y autoritaria. Mientras que un cardenal, a inicios de los años 50 amenazó con excomulgar a los jóvenes que bailasen mambo, el frenético ritmo creado por Dámaso Pérez Prado.

Finalmente, la bohemia limeña de los años 60 recuerda bien a una alcaldesa que ordenó cerrar centros nocturnos para impedir la presentación de célebres como esculturales estriptiseras de esos tiempos. La señora, dizque,  quería salvaguardar nuestra moral.

La caverna de hoy día se mueve bajo las mismas coordenadas oscurantistas y antidemocráticas del siglo XX; aunque en el caso de estos días, la movida represiva se incorpore en los esfuerzos del gobierno por cerrarle el paso a la protesta popular por las últimas medidas adoptadas que violentan los derechos de los jóvenes y de los trabajadores en general.


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