miércoles, 14 de enero de 2015

LA MEDUSA AUTORITARIA

Estamos advertidos. Conforme la pareja presidencial se enreda más y más en las contradicciones generadas por sus decisiones antipopulares - como la ley pulpín -y su argumentación en pro de ellas se las lleva el viento por inconsistentes, asoma con mayor fuerza la cabeza de la medusa intolerante, autoritaria y represiva, dispuesta a acallar, a como de lugar, la protesta popular que tiene hoy en las juventudes peruanas a sus principales impulsores.

El general Urresti, celebrado por muchos, es la figura visible de esa intolerancia. Su estilo grosero y matonesco, divorciado totalmente de lo que debe ser una práctica política decente y docente está cubriendo de estiércol el debate de nuestros días. No hay que ser sin embargo muy juicioso para percibir que dicho personaje, que cuenta con el aval de la pareja presidencial, es el instrumento de una corriente que al interior del gobierno quiere resolver a palos lo que es incapaz de solucionar a través de un ejercicio democrático.

Está ocurriendo con las movilizaciones de los jóvenes contra ley pulpín. El propio ministro ha sacado de la manga toda una serie de condicionamientos antidemocráticos - como  la de pretender solicitar DNI a los participantes en las marchas o la denunciar previamente a los organizadores de las mismas- con tal de neutralizarlas. Pero el accionar que se lleva los palmarés de la antidemocracia es la investigación abierta contra los autores, promotores y actores de una obra teatral, La Cautiva, que se ha venido presentando en pleno corazón del distrito de Miraflores, y que a entender de la inteligencia (¿?)policiaca es pasible de ser denunciada por "apología del terrorismo senderista", a pesar de haber sido considerada por la crítica especializada como una de las mejores o quizá la mejor de las obras puestas en escena en el año que acaba de culminar.

Los entendidos en la materia, incluyendo al dramaturgo Luis Alberto León y la directora Chela Ferrari, han demostrado, desde un punto de vista estrictamente artístico, que en dicha obra de ficción no hay nada que pueda incorporarse a ese cajón de sastre denominado "apología del terrorismo". Para la Dircote, sin embargo, ello no es así. Cómo en la obra - sostienen entre otras razones-  se habla de "explotación y opresión", de "guerra popular", de "lo viejo del país", del "triunfo del pueblo", "de que no habrán ni ricos ni pobres porque todos seremos iguales"...entonces sus promotores pueden ser considerados como proterroristas.

En el marco de esta interpretación antojadiza  los jóvenes que se han levantado contra el régimen laboral que el gobierno quiere imponerles, bien podrían ser también acusados de apologistas del terrorismo o de agentes de sendero si acaso en su desplazamientos, arengas o trabajo de propaganda y agitación denuncien el estado de explotación y opresión existente en el país generado por el capitalismo, o si acaso como parte de su propia visión de mundo divulguen a los cuatro vientos sus sueños de luchar por un país donde no haya explotación ni opresión, ni ricos ni pobres y donde todos seamos iguales...

Como dije en la primera línea, estamos pues advertidos. La lucha contra el autoritarismo y la intolerancia debe pasar a formar parte del paquete de reivindicaciones populares en la hora presente.

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