La renuncia de Sergio Tejada al partido de gobierno es un duro golpe
al ollantismo, que da cuenta de la magnitud de la crisis interna que se
vive en dicha organización, compuesta hoy, en los hechos, de una cúpula
conyugal y de un grupete de ganapanes a cada cual más mediocre, habida
cuenta que personajes como la señora Espinoza ha tomado también sus
distancias del que fuera un colectivo victorioso.
Tejada no es un cuadro cualquiera. Tan importante ha sido que el ollantismo le
encargó la presidencia de una comisión crucial como fue la que
investigó el gobierno del presidente García. Su alejamiento, gatillado
por la ley pulpín y su rechazo multitudinario, hay que verlo sin embargo
como el desenlace de una toma de posición frente al abandono por parte
del ollantismo de sus propuestas electorales, que poco a poco ha ido
desgranándolo internamente y fracturando su relación con el pueblo que
apoyó las ideas de cambio y transformación que inicialmente levantó la
organización que hoy está en crisis.
Esa renuncia, finalmente, evidencia el poder de la democracia
callejera, a la plebeya, que ha descuadrado a la derecha, a su gobierno y
a la tecnocracia neoliberal que los apoya y que en el caso del
ollantismo ha profundizado su desbande, además de haberlo obligado a
mostrar su rostro oculto: el de la represión y el autoritarismo
cuartelario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario