martes, 30 de diciembre de 2014

ESCRIBIENDO LA HISTORIA


Los jóvenes peruanos están escribiendo un nuevo capítulo de la historia social peruana.

Tres multitudinarias marchas en menos de quince días, con sus correlatos también masivos en las principales ciudades del país y en un mes tradicionalmente tranquilo, no es un asunto de poca monta. Con mayor razón si sus principales impulsores no son los que en el papel deberían serlo: los partidos políticos, hoy en crisis.

La popularmente conocida como ley pulpín, que pretende regimentar el trabajo juvenil en beneficio del gran capital y las transnacionales fue el detonante de la reacción, que quebró la modorra de los últimos tiempos y que ha descolocado a la ultraderecha y al gobierno ollantista.

Éstos, han sentido la pegada. Que hoy se hable de un reglamento de la ley, de pago de utilidades y de la CTS, evidencia un retroceso,  producto de la debilidad y aislamiento de la pareja presidencial y de los tecnócratas fondomonetaristas que la impulsan. No contaban con el multitudinario rechazo juvenil. Los partidos de la derecha, más duchos, quitaron rápidamente el cuerpo; la pareja presidencial y su séquito, bastante crudos en estos menesteres, han optado por el maquillaje, las cortinas de humo y la amenaza. Los tecnócratas y el ministro Urresti operan al alimón en esas tareas.

La mayor preocupación de la derecha no va sin embargo por ese lado. El levantamiento de las juventudes peruanas está demostrando que podría estar abriéndose una nuevo curso en el desarrollo del movimiento juvenil, que manifestaría el requebrajamiento del control ideológico de esos sectores sociales. Desde el entronizamiento del neoliberalismo, éste, en medio de la crisis de la izquierda y de los movimientos democráticos progresistas,  trabajó febrilmente por apoderarse de la conciencia de los jóvenes. Hacia ello concurrió la prédica de un individualismo extremo, la despolitización, la degradación  del trabajo político, el empobrecimiento de la ética, el embrutecimiento ideológico a través de los medios de comunicación, etcétera.

¿Cómo explicar entonces esa histórica irrupción de los jóvenes en la vida política del país?

Creo que la primera mirada hay que dirigirla al exterior. La crisis del capitalismo europeo y los entrampamientos de la economía norteamericana han propulsado poderosos movimientos de indignación de hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, que se han levantado contra el imperante estado de cosas, buscando una salida desde abajo a sus agobiantes problemas. Esos movimientos han sido conocidos en vivo y directo, al instante, por las multitudes juveniles peruanas que a través del Internet han visto en esos alzamientos un referente importante para sus inquietudes. Nada de ello, empero, hubiera sido trascendente si internamente no hubiese un caldo de cultivo propicio a la rebeldía.

Aquí, bien lo sabemos, la cosa no pinta bien para los jóvenes, a pesar del gigantesco trabajo propagandístico del gobierno y de la pareja presidencial, que en tiempos de elecciones les ofrecieron el oro y el moro. Las juventudes peruanas se sienten traicionadas. Si a eso se le suma problemas mayores no resueltos como el de la corrupción, la seguridad ciudadana, etcétera, tenemos en ellos la leña seca, sobre la cual puede arder la pradera en el momento menos pensado, como efectivamente está ocurriendo. Desde la evolución misma del capítalismo salvaje impuesto por el neoliberalismo se han desprendido estos elementos que están en la base de la protesta.

Hay finalmente un factor que no se puede desdeñar en el impulso del movimiento juvenil y que explican su heterogenidad. Las limitaciones partidarias en las convocatorias están siendo sobrellevadas por el rol que están jugando otros entes, más cercanos a la idiosincracia juvenil:  los colectivos estudiantiles, gremiales, musicales, religiosos, de defensa de los derechos humanos, y hasta los de identidades deportivas. Sus vertientes son diferentes, pero la intentona derechista de sobrexplotarlos los ha unido. La unidad en la lucha está funcionando y de persistirse en el empeño los efectos multiplicadores de la gesta juvenil pueden ser impredecibles. Y no estoy pensando únicamente en la próxima contienda electoral. La derecha también lo sabe, por eso es que está desesperada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario