lunes, 6 de octubre de 2014

UN SEÑOR CLAVO LLAMADO CAJAMARCA...


La ultraderecha peruana se refocila hoy con su victoria en las elecciones municipales de Lima, la plaza política más importante del país.

Lo que pocos ven es que el rostro de esa derecha luce tremendos moretones en los ojos: todo el oro de Yanacocha no ha podido comprar la conciencia y el voto de los miles y miles de cajamarquinos que han reeelegido a Gegorio Santos, el vilipendiado político del Mas, como presidente regional.

Si Lima es la plaza política más importante del país, Cajamarca es el símbolo de la resistencia de un pueblo a la agresión de una transnacional y sus socios peruanos.

La burguesía extractivista se la jugó el todo por el todo para evitar que se extienda lo que ellos consideran un mal ejemplo. Una justicia aceleradísima metió en la cárcel a Goyo.Pensaron que con ello su gran problema estaba resuelto, el propio presidente Ollanta, gran peón de ese extractivismo, pensó igual.

Se equivocaron de punta a cabo, para conseguir sus propósitos hubieran tenido que meter en la cárcel a todo ese pueblo, porque Cajamarca no es un pueblo de última hora.

La minería colonial, recuérdese, no surgió solo en Potosí o Huancavelica. Hualgayoc fue otro de los centros mineros emblemáticos de esos tiempos, los beneficiados, como ahora, no fueron los pueblos cajamarquinos: el hambre, la miseria, la exclusión, los abusos y atropellos se entronizaron entre ellos. Escrito está.

Cajamarca, además, tiene el triste privilegio de haber sido uno de los el emporios infernales del gamonalismo en el Perú y de la feudalidad de la que nos hablaba Mariátegui en los años 20 del siglo XX.

Los hacendados de horca y cuchillo, jueces, fiscales, policías y curas, hicieron trizas de la dignidad de los millones de hombres, mujeres y niños que hasta los años 70 del siglo XX vivieron semiesclavizados por la brutalidad de sus opresores. El Estado o se ponía abiertamente al lado los hacendados medioevales, o sencillamente se hacía de la vista gorda. Escrito está.

Yanacocha resumió esa historia de pillaje, destrucción y abusos.

Donde la naturaleza otorgó dadivosos valles para la agricultura y la ganadería, el extractivismo capitalista, con el aval de Lima,  impuso las reglas de un modelo primario exportador que le siguió negando a la vieja Cajamarca un desarrollo racional,  integral y sostenido, con un agregado letal: la destrucción del medio ambiente y el envenenamiento de los recursos hídricos.

Primero el oro, segundo el oro, tercero el oro, fue  la salida de crecimiento; otra vez la vieja fórmula colonial de modernización con rearcaización, beneficiosa para pocos, excluyente para muchos, se le cruzaba en el camino de los cajamarquinos. Escrito está.

No lo digo yo solamente, lo dijo el ahora presidente de la República en sus tiempos de candidato. Primero es el agua, primero es la vida, les dijo el comandante a las masas campesinas, prometiendo una y otra vez que como presidente de todos los peruanos iba a cancelar la ignominia. Sus palabras se las llevaría el viento. Escrito está.

No debe entonces llamar la atención que los cajamarquinos hayan reelegido a Gregorio Santos como presidente regional. Como rondero común y silvestre sabía salir al frente de cuanto ladrón asolara las campiñas cajamarquinas, de día o de noche. Al configurarse la traición, Santos, como rondero mayor, como presidente regional, como verdadero líder,no podía permitir  que se le robara las esperanzas de una vida digna y civilizada al pueblo cajamarquino.

Lo que la derecha o la ultradederecha nunca entenderán es que la dignidad no tiene precio. En Cajamarca hoy todos son Goyo, o se sienten Máxima Acuña, la humilde guardiana de las lagunas a la que Yanacocha también quiere ver en la cárcel.

En Cajamarca la ultraderecha entonces está mordiendo el polvo de una derrota de la que, objetivamente,  ella es la primera responsable. Políticamente hablando, sin embargo, no hay victorias de fuste que puedan obtenerse espontáneamente; reconozcamos el trabajo inteligente de la izquierda:  el Mas y el Frente Amplio. Hay mucho que aprender de esa experiencia, como también de lo acontecido en la capital de la República.

No se extrañen entonces de los moretones o de la cara de duelo que exhibe la ultraderecha peruana. Habrá ganado en la veleidosa Lima, pero no pudo sacarse un señor clavo llamado Cajamarca.












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