A
pesar de estar en el poder, los ricos también lloran, ha escrito mi
buen amigo Oscar Díaz para resumir lo que está ocurriendo con la derecha
ante su histórica derrota electoral en Cajamarca.
Cierto,
esa derecha, particularmente la analfabeta y lumpenesca, daba por hecho
que recuperaba las plazas de Lima y Cajamarca. Su victoria en Lima, sin
embargo, se ha visto empañada por el revés en la tierra de los caxamarcas, políticamente ha golpeado más, espiritualmente también.
Llega
a tanto el desmadre que se ha armado que luego del huayco de adjetivos
lanzados contra los electores de Gregorio Santos, y de augurar todos los
rayos y centellas del mundo contra tan noble población, ahora se trama
abiertamente la respuesta del poder para neutralizar o de ser posible
traerse abajo, muy legalmente por cierto, la victoria cajamarquina.
Para
empezar, el presidente Ollanta – golpeado también por el voto
cajamarquino -saliendo supuestamente en defensa de la democracia, acaba
de exhortar al congreso a adoptar las medidas que correspondan para que
las personas “con problemas judiciales” no puedan ser alcaldes o
presidentes regionales.
Formalmente es una
propuesta sana, pero bastante tardía. Realmente el misil político tiene
un blanco: Cajamarca, y todos aquellos pueblos cuyos líderes se atrevan a
alzar la cabeza en defensa de sus representados. Bastará una denuncia
fiscal por quítame estas pajas – ya sabemos hacia donde disparan estos
señores- para que todos los Goyos del país vayan a dar con sus huesos a
la cárcel. Hecha la ley, hecha la trampa: la figura del “problema
judicial” está configurada, adiós candidatura.
Por su parte, los grandes empresarios y sus operadores transnacionales no se han quedado quietos después de su domingo 5.
Hay
uno que está recomendando a los jóvenes cajamarquinos que ante la falta
de inversión privada que se avecina “vayan viendo que región del Perú
les gusta para que se muden y puedan buscar empleo” porque Cajamarca
“ya tocó fondo y no se han dado cuenta” (Miguel Palomino).
Como
siempre, miran la realidad con un solo ojo. Como el otro ojo no les
funciona o no existe, estos señores, defensores a muerte de la inversión
por la inversión, “no se han dado cuenta” que el voto
cajamarquino tiene una motivación pétrea: de un lado los múltiples
fraudes y abusos cometidos por Yanacocha con el concurso de las
autoridades; y en ese mismo sentido la voluntad multitudinaria de
invertir ese orden de cosas para buscar la implementación de una
estrategia de desarrollo que combine armónica y sostenidamente el empleo
de los recursos existentes en esa región.
Cajamarca
no es solo minería, ni la dignidad es una mercancía que pueda ofertarse
al mejor postor, afirman los cajamarquinos. Lo han dicho en más de una
oportunidad.
La pera en dulce, sin embargo está
en la propuesta del señor Roberto Abusada. Amparándose en los múltiples
casos de derroche y corrupción encontrados en los gobiernos regionales,
está dispuesto a traerse abajo el proceso de descentralización,
afianzando el centralismo gran burgués. Su salida es puntual: recortar
las funciones de dichos gobiernos para que elEjecutivo pueda hacer y
deshacer en las regiones. Y da la receta para Cajamarca:
“…los
gobiernos regionales y locales no tienen jurisdicción sobre el agua y
los recursos del subsuelo, pues estos pertenecen al Estado, de tal
manera que una autoridad subnacional que se arrogue derechos sobre tales
recursos o que utilice fondos públicos para oponerse o dificultar una
actividad debidamente aprobada por el Gobierno Nacional está
automáticamente incurriendo en falta o delito que debe ser sancionado
por el ente rector correspondiente”.
Abusada,
en su propuesta, publicada el pasado 7 de octubre en el diario El
Comercio, obvia muy hábilmente toda referencia a las elecciones en
Cajamarca, tampoco menciona a Santos. En apariencia está analizando el
bosque, pero realmente – no hay que tener 2 dedos de frente para darse
cuenta de ello- le interesa el árbol llamado Cajamarca. Le está
guardando las espaldas al extractivismo y a sabiendas de su influencia
ideológica y política – en defensa del gran capital- le alcanza a los
gobernantes las iniciativas señaladas.
De esta manera, a
la bruta, aunque muy legalmente adornada, la ultraderecha busca traerse
abajo o mediatizar la victoria electoral cajamarquina. ¿Alguien habló
de que en toda democracia los resultados electorales se respetan? Eso es
floro para los incautos. En una democracia a la peruana, hipócrita y
corrompida, los hecho indican lo contrario. Un dato más, pero muy
revelador: Salvo Valentín Paniagua, ningún presidente peruano, desde los
90 para adelante ha respetado sus promesas electorales, incluyendo por
supuesto al comandante Humala, el candidato que alentó la consigna de
¡Primero el agua, después el oro! pero que instalado ya –con el voto
cajamarquino- en el palacio de Pizarro ignoró olímpicamente lo dicho.
Como dicen en Cajamarca: no nos agafemos (atontemos) con el éxito electoral, la lucha continúa…
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