Aunque soy uno de sus seguidores, no tengo el gusto de conocer a
Pepe Torres, el gran guitarrista cajatambino que está cumpliendo 60 años
de vida artística. A quien conozco y muy bien es al otro Pepe Torres,
al de Ucuncha -pueblo liberteño- y quien, guiándome pór las fotos
provenientes de los yunaites, sigue acumulando medallas deportivas, ya
no en el fútbol, su pasión, sino en las maratones que los gringos suelen
organizar.
A otro Pepe Torres nos une una amistad de siglos.
Además de ser guadalupano y sanmarquino - de donde egresó como abogado-
compartimos labores en los desaparecidos diarios La Prensa y Última
Hora, y en esos tramos de la vida, nos unen también muchas pellejerías
juveniles, de las buenas y las regulares, de las que hoy nos reimos,
cada vez que Pepito visita Lima.
Una de esas tiene que ver con la
fuga de Chupete, un peligroso delincuente limeño, del otrora penal de
El Sexto, que estuvo ubicado en el centro de la capital, entre las
avenidas Alfonso Ugarte y Bolivia.
¿Qué tiene que ver el otro
Pepe Torres con la fuga del mencionado hampón? Bastante, porque si no
fuera por mi gran amigo, no nos hubierábamos jamoneado con la historia -
escrita y publicada en la primera página de Última Hora- de haber sido
testigos de la fuga de Chupete.
Seguimos en bolero dirán algunos.
Claro. Lo que no he dicho todavía es que esa fuga se produjo el día del
cumpleaños de Pepito. No nos tomamos un solo trago, pero si degustamos
unos sabrosísimos bocadillos preparados - no creo, a estas alturas del
partido, estar cometiendo una infidencia- por unas amigas de Torres en
un lonche amical que nos sustrajo horas que en el papel deberían estar
dedicadas a la caza de noticias.
Con la barriga llena y el
corazón contento, aunque sin noticias, regresábamos medio alicaidos al
trabajo en un viejo colectivo de la época, cuando ¡záz! se nos presentó
la virgencita. Al pasar por la avenida Bolivia - casi frente a la puerta
que daba al patio del primer año del colegio Guadalupe- nos quedamos
patitiesos con lo que veíamos: un hombre, utilizando una sábanas como
sogas, se descolgaba lentamente del techo del presidio.
Vimos
como el presidiario finalmente cayó pesadamente porque las sábanas no
alcanzaron el piso, se recuperó, para luego echar a correr como alma
que llevaba el diablo. Nos auxilió una inusitada congestión vehicular,
la carcocha avanzaba a paso de procesión mientras el reloj, en ese día
de junio de los años sesentaitantos, marcaba un poco más de las 6 de la
tarde.
Ya en el periódico, con los insumos de primera mano en el
bolsillo, no fue dificil completar los datos, escribir la noticia,
sensacional para los días que se vivían, y ganarse una fama transitoria,
Lo que creo que el otro Pepe Torres no sabe - ha sido un dato
obtenido en los últimos tiempos- es que la fuga de Chupete iba a formar
parte de una fuga masiva de presos políticos recluidos en El Sexto - en
el penal cohabitaban presos políticos y comunes, recuérdese la famosa
novela de José María Arguedas- que abortó en el último momento. Chupete,
que nada tenía que ver con directivas políticas, prefirió jugárselas el
todo por el todo.
Pero esa parte de la historia, que para mi
era como la otra cara de la luna, se las debo a mis amigos Chingolo y
Breña, se las contaré en otro momento.
Ahora hay que ir a votar,
lo haré ustedes lo saben, por la señora Villarán, a pesar de...Será un
voto contra la mugre que se ha desbordado en el actual proceso
electoral.
Puente Piedra, 05 de octubre de 2014
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