jueves, 16 de octubre de 2014

¿QUÉ PECADOS HEMOS COMETIDO?

Como diría mi abuela, que en paz descanse, mientras se hacía la señal de la cruz: ¿ Señor, dinos, qué pecados hemos cometido los peruanos para tener las autoridades que tenemos?

El presidente Humala, bien secundado por su inefable ministro Urresti, acaba de decirle al país, como quien descubre la pólvora, que el sicariato es un producto de la globalización; obviando por supuesto su responsabilidad gubernamental en la multiplicación exponencial del crimen organizado y del sicariato en particular en todo el territorio nacional.

Es una verdad de perogrullo, por si no lo saben las autoridades citadas, que desde el siglo XVI, en que esta parte del mundo se incorporó oficialmente a la historia universal, lo bueno, lo malo y lo feo, de lo que ocurre a nivel planetario repercute tarde o temprano al interior de nuestras fronteras.

Dicha repercusión, mayor o menor, ha estado determinada por las condiciones internas, propicias o no, para el desarrollo de esos efectos de origen externo.

En ese sentido, si el sicariato se ha extendido en todo el país - no afectando solamente a los submundos delincuenciales como sostiene el señor Urresti- es porque económica, social y políticamente hoy existen las condiciones óptimas para que ese mal de males se multiplique aquí y allá.

No es casual por ello que esas condiciones estén íntimamente relacionadas con la expansión del capitalismo salvaje en el Perú de las últimas décadas, insuflado por el neoliberalismo, tan caro a determinados sectores de la gran burguesía y al que se ha adecuado magníficamente el narcotráfico 

Un orden de esas características, que se ha expandido al margen y en contra de las leyes vigentes, de las coordenadas éticas o morales establecidas en todo país civilizado, y que ha terminado envolviendo a las propias autoridades gubernamentales -a todo nivel- o a las mismas poblaciones que en las últimas elecciones votaron por candidatos "que roban, pero que hacen obras", un orden de se tipo, decíamos, tenía que alumbrar, tarde o temprano, a los sicarios.

En otros términos, el sicariato, que apareció en Colombia, se perfiló en Méjico y en Centroamérica, existe hoy en el Perú, y seguirá existiendo, en tanto y en cuanto existan condiciones para ello. Este estado de cosas, guste o no, está vinculado a la última etapa de desarrollo del capitalismo que se inicia en los 90 del siglo pasado con el impulso del neoliberalismo, que tuvo operador central al fujimontesinismo, pero que benefició principalmente a la gran burguesía, que participó o cerró los ojos -muy interesamente por cierto- ante los latrocinios y crímenes de toda naturaleza cometidos por quienes han pasado a la historia como los más grandes ladrones y criminales que han gobernado el país.

En un medio de esas características, el sicariato tenía que aparecer, tarde o temprano. 

Tomar plenamente conciencia de ello, dejando de lado pareceres unilaterales o hueros, es el gran paso que la ciudadanía peruana tendría que dar para enfilar realmente contra el crimen organizado, incluyendo el sicariato.

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