Foto: Elbita Vásquez Vargas
Fue un reencuentro grato, netamente sanmarquino. Conocí a
Isabel Alvarez en el Patio de Letras de la Universidad de San Marcos en
los años en que los que,a diferencia de los tiempos que corren, las
juventudes soñábamos: nos proponíamos por lo menos tocar el cielo con
las yemas de los dedos. Isabel era una de las más soñadoras. Guapa y
torrencial, firme y coherente, fue
siempre una guerrera. Como ahora, en que en medio de ollas y fogones,
no ceja en su empeño de que los peruanos comprendamos que la cocina es
mucho más que mil sabores y olores, todos ellos deliciosos. La cocina,
lo ha escrito:“…es una forma de afirmar la vida, la identidad, la
democracia, la solidaridady el orgullo de ser y sentirse peruano”.
El
Señorío de Sulco es su trinchera de pelea actual. Ante los extranjeros
es una embajadora de la cocina peruana, en su más alta expresión; ante
los peruanos es una anfitriona y maestra de primera, unos y otros
bebiendo de su experiencia y sapiencia, porque como buena cocinera, pero
también como investigadora social, sabe que la cocina bien puede ser
enfocada desde la antropología, la historia, la sociología o la
lingüística, sin desdeñar ni la economía como tampoco la política.
Basta
que se siente a tu mesa, como ayer lo hizo con nosotros –congregados
por el cumpleaños de mi hermana Fanny- para que comience a
explayarse sobre su mundo: la chicha como bebida nacional, la riqueza de
las comidas regionales, la importancia, desde siempre, de las mujeres en
la cocina y la preeminencia actual de los varones, el papel de los
negros y sus comidas en el enriquecimiento de nuestro acervo
gastronómico, la historia de los insumos de la cocina peruana, el
significado real para el cocinero de cada uno de los elementos
aparentemente triviales de su ambiente de trabajo: las ollas, el batán,
los cucharones, los cuchillos, sus libros publicados, los que ya entran
a la imprenta...
Isabel es inagotable, lo fue en los inolvidables espacios sanmarquinos, lo es ahora en su nueva bunker de peruanidad.
Gracias Isabel, fue una tarde de primera, como para chuparse los dedos…
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