miércoles, 30 de julio de 2014

SUEÑO COLECTIVO

Sueño con un gobierno que “respete el territorio, la cultura y las decisiones propias de las comunidades nativas porque ellos no se oponen a las inversiones siempre que haya consulta previa, información y atención del Estado con calidad en la educación, salud y justicia”. (Ruth Buendía)

Los analistas y opinólogos no terminaban de dar a conocer sus evaluaciones del mensaje presidencial del comandante Ollanta, cuando una noticia proveniente de España, relacionada con el discurso, engrosaba los insumos para la reflexión: Ruth Buendía, una lideresa ashaninka que al frente de su pueblo batalló años para cerrarle el paso al capital extractivista en la cuenca del río Ene, había sido galardonada con el premio Bartolomé de las Casas por la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional del ministerio español de Asuntos Exteriores; premio que se entrega año a año a los hombres o mujeres que a nivel mundial destaquen en la defensa de los intereses de los pueblos indigenas.

Ustedes se preguntarán: ¿que tiene que ver ello con el mensaje presidencial? Pues mucho, ya que justamente el tema medioambiental, amenazado hoy por un paquete de medidas proextractivismo aprobado por el gobierno, ha sido una de las grandes omisiones de la exposición del comandante, bastante memorioso para entregar cifras y datos en otros rubros, pero amnésico para el análisis de problemas que afectan a miles de pobladores en este caso de la amazonía peruana.

Recordemos que la señora Buendía y las poblaciones ashaninkas se opusieron duramente a la construcción de 3 centrales hidroeléctricas que iban a utilizar las aguas de los ríos Ene y Tambo (Pakitszapango, Tambo 40 y Tambo 60), que formaban parte de un paquetes de obras a ser construidas en territorio peruano como parte de un convenio celebrado entre Perú y Brasil en los años del gobierno del "doctor" Alan García. Todo estaba listo para que la conocidísima Odebrecht comenzara los trabajos, orientados dicho sea de paso para generar electricidad que iba a beneficiar, en primer lugar, a las ciudades y pueblos brasileños, como expresión concreta del convenio que iba a tener una duración de 50 años.

La construcción de dichas obras iban a significar la inundación de los territorios usufructuados por los pueblos ashaninkas y por ende la expulsión de los mismos. En el marco de la filosofía del perro del hortelano, abiertamente pro extractivista,  ninguna autoridad del Perú oficial se sintió obligado a consultarle nada a los pueblos que iban a ser directamente afectados, a pesar de la existencia de una normatividad internacional que los ampara: el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas.

El río Ene, declararon los pueblos ashaninkas, "es el alma de nuestros territorios: alimenta a nuestros bosques, animales, plantas, sembríos y sobre todo a nuestros hijos". No respetar esta situación de hecho, como la situación de derecho arriba enunciada, equivalía, lo dijeron en negro sobre blanco, a querer exterminarlos.

La pelea fue larga, tuvo repercusiones nacionales e internacionales. Ruth Buendía, con el apoyo total de los ashaninkas de las cuencas de  los ríos Ene y Tambo en la provincia de Satipo, Junín, lideró el movimiento, de ahí el protagonismo que alcanzó y por el cual fue galardonada primero con el premio Goldman y ahora con el Bartolomé de las Casas.

Con experiencias de esta naturaleza, que cubren la amazonía peruana, el gobierno del presidente Ollanta debe darse por notificado. No será fácil ingresar prácticamente a saco a los territorios amazónicos, sus poblaciones guardan en su memoria todas las agresiones sufridas en los tiempos republicanos, incluyendo las del senderismo. No es casual por ello que el sueño de la Buendía, el del epígrafe, sea realmente un sueño colectivo.

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