Sueño con un gobierno que “respete el territorio, la cultura y
las decisiones propias de las comunidades nativas porque ellos no se
oponen a las inversiones siempre que haya consulta previa, información y
atención del Estado con calidad en la educación, salud y justicia”.
(Ruth Buendía)
Los analistas y opinólogos no
terminaban de dar a conocer sus evaluaciones del mensaje presidencial
del comandante Ollanta, cuando una noticia proveniente de España,
relacionada con el discurso, engrosaba los insumos para la reflexión:
Ruth Buendía, una lideresa ashaninka que al frente de su pueblo batalló
años para cerrarle el paso al capital extractivista en la cuenca del río
Ene, había sido galardonada con el premio Bartolomé de las Casas por la
Secretaría de Estado de Cooperación Internacional del ministerio
español de Asuntos Exteriores; premio que se entrega año a año a los
hombres o mujeres que a nivel mundial destaquen en la defensa de los
intereses de los pueblos indigenas.
Ustedes se
preguntarán: ¿que tiene que ver ello con el mensaje presidencial? Pues
mucho, ya que justamente el tema medioambiental, amenazado hoy por un
paquete de medidas proextractivismo aprobado por el gobierno, ha sido
una de las grandes omisiones de la exposición del comandante, bastante
memorioso para entregar cifras y datos en otros rubros, pero amnésico
para el análisis de problemas que afectan a miles de pobladores en este
caso de la amazonía peruana.
Recordemos que la
señora Buendía y las poblaciones ashaninkas se opusieron duramente a la
construcción de 3 centrales hidroeléctricas que iban a utilizar las
aguas de los ríos Ene y Tambo (Pakitszapango, Tambo 40 y Tambo 60), que
formaban parte de un paquetes de obras a ser construidas en territorio
peruano como parte de un convenio celebrado entre Perú y Brasil en los
años del gobierno del "doctor" Alan García. Todo estaba listo para que
la conocidísima Odebrecht comenzara los trabajos, orientados dicho sea
de paso para generar electricidad que iba a beneficiar, en primer lugar,
a las ciudades y pueblos brasileños, como expresión concreta del
convenio que iba a tener una duración de 50 años.
La
construcción de dichas obras iban a significar la inundación de los
territorios usufructuados por los pueblos ashaninkas y por ende la
expulsión de los mismos. En el marco de la filosofía del perro del
hortelano, abiertamente pro extractivista, ninguna autoridad del Perú
oficial se sintió obligado a consultarle nada a los pueblos que iban a
ser directamente afectados, a pesar de la existencia de una normatividad
internacional que los ampara: el Convenio 169 de la OIT y la
Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos
indígenas.
El río Ene, declararon los pueblos
ashaninkas, "es el alma de nuestros territorios: alimenta a nuestros
bosques, animales, plantas, sembríos y sobre todo a nuestros hijos". No
respetar esta situación de hecho, como la situación de derecho arriba
enunciada, equivalía, lo dijeron en negro sobre blanco, a querer
exterminarlos.
La pelea fue larga, tuvo
repercusiones nacionales e internacionales. Ruth Buendía, con el apoyo
total de los ashaninkas de las cuencas de los ríos Ene y Tambo en la
provincia de Satipo, Junín, lideró el movimiento, de ahí el protagonismo
que alcanzó y por el cual fue galardonada primero con el premio Goldman
y ahora con el Bartolomé de las Casas.
Con
experiencias de esta naturaleza, que cubren la amazonía peruana, el
gobierno del presidente Ollanta debe darse por notificado. No será fácil
ingresar prácticamente a saco a los territorios amazónicos, sus
poblaciones guardan en su memoria todas las agresiones sufridas en los
tiempos republicanos, incluyendo las del senderismo. No es casual por
ello que el sueño de la Buendía, el del epígrafe, sea realmente un sueño
colectivo.
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