jueves, 17 de julio de 2014

¿LOS VIEJOS A LA TUMBA?


¿Los viejos a la tumba? Se esperaba. La implementación de la nueva ley universitaria pretende ser empleada por algunos como una guillotina para cortarles el cuello a sus adversarios. En San Marcos, por ejemplo, desde una interpretación caprichosa de la normativa, el blanco son los profesores de 70 años y más que incluye al propio rector de la universidad, en lo que podría constituir, a nivel de la alta dirección, una lucha abierta por el poder, un verdadero ajuste de cuentas.


En la desesperación por ser, se soslaya lo siguiente: que la ley tiene que ser reglamentada y que cada universidad, además, desde sus propias particularidades, tiene que elaborar sus estatutos. En la discusión de dichos instrumentos legales, el tema de los docentes de 70 años tendrá que ser cuidadosamente analizado, al igual que cada uno de los artículos que integran la nueva ley.

Lo más importante, sin embargo, no va por el lado legal. Va por el examen y reco nocimiento de las calidades académicas de los docentes, incluyendo a los más veteranos, de sus potencialidades, de su idoneidad ética. No es entonces un tema de edad. No descarto sin duda que entre los docentes de 70 años y más existen quienes hace rato que perdieron el tren de la historia; pero la gran mayoría constituyen un valioso capital humano que debe ser canalizado en beneficio del ejercicicio docente, la investigación y la extensión universitaria en la nueva situación que comienza a vivir la universidad peruana, en especial la pública.

La docencia universitaria, bien entendida, es una actividad que se va enriqueciendo conforme el docente va ganando en experiencia. Los docentes jóvenes de hoy, cargados de grados, títulos y mucho entusiasmo, son de por si muy valiosos. En San Marcos, en las últimas décadas ellos han sido el motor de los cambios que se han generado en la mayoría de las Facultades, pero por su falta de experiencia no han sido pocos los yerros cometidos y que seguirán cometiendo al faltarles el tino, la madurez, la experiencia que solamente lo dan los años. 

Lo ideal es que los docentes jóvenes y veteranos, unidos por un programa de cambio y desarrollo, en el marco de la implementación de la ley, sumen voluntades, aportando cada cual sus fortalezas, conformando equipos que al lado de los estudiantes y de los trabajadores administrativos - a los que no hay que ignorar ni ningunear- se orienten a transformar la universidad desde abajo en la ruta que señale el programa de unidad.

No se trata entonces de una lucha de jóvenes contra viejos. Quienes así plantean las cosas, consciente o inconscientemente, están desviando a las fuerzas universitarias del verdadero blanco: las mafias de docentes - viejos y jóvenes- que al lado de los llamados operadores estudiantiles hicieron de la mediocridad académica y profesional su reino ideal para medrar, violentar la democracia, hacer añicos la normatividad universitaria y sobrevivir repitiendo el plato del poder merced a una clientela cuidadosamente trabajada.

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