En los tiempos turbocapitalistas y pantanosos del Perú de hoy ya no se puede creer ni en la paz de los sepulcros.
A la cantante Edita Guerrero, del conjunto Corazón Serrano,
oficialmente enterrada después de una muerte ocasionada por la explosión
de un aneurisma cerebral, la están matando ahora ante la vista y
paciencia de todo el mundo.
La matan una vez más los buitres, perdón, los familiares a quienes no les costó un centimo la exitosa carrera de la cantante piurana, pero que quieren tener una vida muelle a costa de los ahorros de Edita.
La asesinan a mansalva los que echan sombras y más sombras sobre la causa de la muerte de la Guerrero para armar con ello un culebrón que camufle las miserias de un gobierno que se ha entregado en cuerpo y alma al gran capital extractivista.
La degüellan los fiscales que se hicieron de la vista gorda ante los Álvarez y Orellanas, capos de la corrupción en el Perú, pero que de la noche a la mañana se han vuelto superdiligentes para atender el llamado caso Edita.
La cogen a hachazos los periodistas venales, siempre a la orden del mejor postor para armar tinglados mediáticos que emboben al pueblo, mientras ministros y congresistas se embolsican jugosísimas gratificaciones en tanto pesetean a los médicos, enfermeras, maestros...
La cosen a chavetazos los morbosos, a la caza siempre de la carroña humana...
Por eso es que, como decían los viejos de ayer ya no creo ni en la paz de los sepulcros.
La matan una vez más los buitres, perdón, los familiares a quienes no les costó un centimo la exitosa carrera de la cantante piurana, pero que quieren tener una vida muelle a costa de los ahorros de Edita.
La asesinan a mansalva los que echan sombras y más sombras sobre la causa de la muerte de la Guerrero para armar con ello un culebrón que camufle las miserias de un gobierno que se ha entregado en cuerpo y alma al gran capital extractivista.
La degüellan los fiscales que se hicieron de la vista gorda ante los Álvarez y Orellanas, capos de la corrupción en el Perú, pero que de la noche a la mañana se han vuelto superdiligentes para atender el llamado caso Edita.
La cogen a hachazos los periodistas venales, siempre a la orden del mejor postor para armar tinglados mediáticos que emboben al pueblo, mientras ministros y congresistas se embolsican jugosísimas gratificaciones en tanto pesetean a los médicos, enfermeras, maestros...
La cosen a chavetazos los morbosos, a la caza siempre de la carroña humana...
Por eso es que, como decían los viejos de ayer ya no creo ni en la paz de los sepulcros.
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