Hace algunos días tuve la oportunidad de ver y escuchar en un
programa televisivo a un candidato de la lista que lidera la señora
Villarán al municipio de Lima. De profesión abogado, el candidato fue un
destacado dirigente estudiantil hasta hace algún tiempo, militante
además de un partido radical de izquierda al que renunció públicamente
cuando ya había alcanzado cierto posicionamiento
profesional en el municipio del cual hoy aspira a ser concejal. Por
curiosidad seguí su exposición, esperando, dado sus antecedentes, un
mensaje que políticamente marcara la diferencia.
Gran decepción. Si bien fue un buen rollo en defensa de lo trabajado por la señora Villarán durante su gestión: obras y más obras, políticamente fue un fiasco, un desperdicio de tiempo; peor todavía cuando toreramente capeó una explicación - que se merece la ciudadanía limeña- de los controvertidos medios empleados por los promotores de la candidatura de la señora Villarán en la elaboración de la lista, muy parecidos por cierto a los de cualquiera de las organizaciones de la derecha en las que muy pragmáticamente el fin justifica los medios.
Y se llamó de izquierda el señor...
.
Siempre he sostenido que las contiendas municipales de vecinales solo tienen la forma, porque esencialmente son confrontaciones políticas en las que los diferentes actores políticos, de derecha, izquierda o centro compulsan programas, raciocinios, principios, valores y comportamientos. No se trata de una competencia de quien construye más puentes o más pistas, con lo cual no queremos decir que ello no sea importante. Lo que afirmamos es que para la izquierda, al mismo tiempo que sirve al pueblo de todo corazón empleando sus más altas capacidades técnicas, se debe también usar el posicionamiento alcanzado para educar, organizar, y perfilar políticamente a la ciudadanía.
Más directamente: la izquierda no le debe correr al desafío que implica hacer de las ciudades espacios dignos para sus habitantes, en todos los órdenes de cosas; pero tampoco debe darle las espaldas a lo que es una obligación para todo adherente al cambio, al progreso, al desarrollo: la denuncia de lo que está pasando en el país, donde el gran capital nativo y las transnacionales están haciendo de las suyas con el apoyo abierto de un presidente que ha abjurado de sus promesas electorales para edificarle un nuevo piso al neoliberalismo impuesto por el fujimontesinismo en los años 90.
No hacerlo es caer en el juego de la derecha que desde una visión meramente tecnocrática busca justamente hacer de las lides electorales municipales simples ferias de ofertas de puentes, escaleras, pistas, etcétera, mientras descarga sobre los hombros de los pueblos y sus entornos ambientales paquetazos como los que se acaban de aprobar.
Me resisto por ello a aceptar que el candidato de la lista de la señora Villarán al que vi en la televisión sea un hombre de izquierda; en todo caso, si no se corrige,será parte de la izquierda que la derecha quiere y punto.
Gran decepción. Si bien fue un buen rollo en defensa de lo trabajado por la señora Villarán durante su gestión: obras y más obras, políticamente fue un fiasco, un desperdicio de tiempo; peor todavía cuando toreramente capeó una explicación - que se merece la ciudadanía limeña- de los controvertidos medios empleados por los promotores de la candidatura de la señora Villarán en la elaboración de la lista, muy parecidos por cierto a los de cualquiera de las organizaciones de la derecha en las que muy pragmáticamente el fin justifica los medios.
Y se llamó de izquierda el señor...
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Siempre he sostenido que las contiendas municipales de vecinales solo tienen la forma, porque esencialmente son confrontaciones políticas en las que los diferentes actores políticos, de derecha, izquierda o centro compulsan programas, raciocinios, principios, valores y comportamientos. No se trata de una competencia de quien construye más puentes o más pistas, con lo cual no queremos decir que ello no sea importante. Lo que afirmamos es que para la izquierda, al mismo tiempo que sirve al pueblo de todo corazón empleando sus más altas capacidades técnicas, se debe también usar el posicionamiento alcanzado para educar, organizar, y perfilar políticamente a la ciudadanía.
Más directamente: la izquierda no le debe correr al desafío que implica hacer de las ciudades espacios dignos para sus habitantes, en todos los órdenes de cosas; pero tampoco debe darle las espaldas a lo que es una obligación para todo adherente al cambio, al progreso, al desarrollo: la denuncia de lo que está pasando en el país, donde el gran capital nativo y las transnacionales están haciendo de las suyas con el apoyo abierto de un presidente que ha abjurado de sus promesas electorales para edificarle un nuevo piso al neoliberalismo impuesto por el fujimontesinismo en los años 90.
No hacerlo es caer en el juego de la derecha que desde una visión meramente tecnocrática busca justamente hacer de las lides electorales municipales simples ferias de ofertas de puentes, escaleras, pistas, etcétera, mientras descarga sobre los hombros de los pueblos y sus entornos ambientales paquetazos como los que se acaban de aprobar.
Me resisto por ello a aceptar que el candidato de la lista de la señora Villarán al que vi en la televisión sea un hombre de izquierda; en todo caso, si no se corrige,será parte de la izquierda que la derecha quiere y punto.
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