lunes, 7 de julio de 2014

COSAS DE MUJERES

Cajón DeSastre
Escribe: Oscar Díaz Chávez


En Latinoamérica hace años que los afanes electoreros han posicionado ímpetus de género a la carrera presidencial, convirtiéndose inevitablemente en tendencia para nuestro copión folklore político. Tras fallidas intentonas en países centroamericanos, la vuelta de las señora Bachellet en Chile y Dilma en el paìs carioca, estarìan renovando estìmulos. Ya lo hizo, hace un tiempo, el triunfo categórico de Cristina de Kirschner en Argentina, despertando prontas ilusiones y apresurados anuncios de posibles y futuras candidatas. “Nadine 2016” rotulaba un globo de ensayo y con Keiko ratificada, la disputa presidencial se anunciaba ya, cosa de mujeres.

Es factible que esto finalmente pueda imponerse ante una deslegitimada realidad representada por desgastados figurones presumidos de presidenciables y de pusilánimes figuretes de propuesta insuficiente, incapaces de garantizar la vitalidad gestora que los tiempos exigen. A pesar de los disfuerzos mediàticos, no levantan vuelo en sus encuestas. Mejor dicho: a falta de pantalones, serían faldas las que fijen nuestras expectativas de representación. Por antecedentes y aùn en sus nuevas tendencias, la propaganda electoral ha sido siempre sosa, acartonada y mentirosa; prometerìa entonces audacias publicitarias de renovado impacto. Si antes se mostró una nalga numerada, imaginemos lo que puede venir ahora que la bataclanerìa expande sus dominios a cuanto nicho social le otorgue permisividad. La política seguirá siendo un despelote, no cabe duda.

Con esta tendencia reverdecerìa la moda del estilo “Kitchnerista”, o sea, la continuidad presidencial bajo el artilugio de burlar la negada reelección haciendo candidata a la primera dama. Sin embargo, deberìa advertirse que el caso de Argentina tuvo peculiaridades que aconsejarían no pretender repeticiones mecánicas. No solo porque el éxito de Cristina estuvo basado en una trayectoria militante peronista desde los años setenta, con casi dos décadas en el trabajo legislativo desde diputada provincial hasta senadora nacional, con siete elecciones ganadas antes de la Presidencia de la República. Es decir: probada experiencia, espacio propio, pertenencia a un partido sólido, estructurado. Y, particularmente importante, de legítima postulación, puesto que su esposo Presidente, Néstor Kirchtner, no estaba impedido legalmente de ir a la reelección.

Para ser directos, la referencia apunta al pretendidamente sutil relanzamiento de la candidatura de Nadine Heredia insinuado por el titular de Congreso legislativo, Fredy Otàrola. Cuestiòn que, obviamente, volverà a ser negada por la propia interesada (lo que usualmente es la confirmación del intento), aunque otros voceros del entorno político ollantista insistiràn que dicha postulación “no es una fantasía”. Hasta aquì, si resulta válida la comparación con ese llamado “kitchnerismo”: el noviciado político de la actual primera dama es un déficit importante, insuperable aún con el abuso que se hiciera de los recursos pùblicos por el oficialismo; lo que una vez puesta a vigilancia y crìtica ciudadana, igualmente termina siendo motivo de desgaste y debilitamiento. De alguna manera premonitoria es lo que viene sucediendo con la caìda de la imagen presidencial.

Hay más ángulos de enfoque al tema (como la inviabilidad legal, que puede ser burlada con cualquier triquiñuela legislativa); pero lo que verdaderamente tienen que asimilar es que hay una particularìsima condiciòn que significa reproducir el modelo kirtchnerista: Como dice un analista, “es más fácil llegar a la presidencia como viuda que como primera dama”.

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