"Les voy a meter bala a los ladrones...¡Bala!" (Firmado: Phillip Butters)
Las amenazadoras declaraciones del señor arriba citado, dizque líder de opinión, publicadas ayer en la revista Velaverde (p.26) no pasarían de constituir un hecho anecdótico si no fuera por el contexto en el que se han dado.
Obnubilados como estamos por las cifras macroeconómicas en azul poca atención le prestamos al desmadre social, político y ético que se viene desarrollando en el país, en el que la violencia delincuencial organizada aquí y allá, es apenas una de las manifestaciones más notorias, pero no la única, de un proceso económico en las que el lucro sin bandera, las ambiciones desmedidas, y el desbocado afán de riqueza a como de lugar, constituyen sus irracionales coordenadas.
La lumpenización de nuestra sociedad, arriba y abajo, es el producto del desarrollo del capitalismo en su expresión neoliberal, que se oculta tras las cifras en azul que nuestros mandatarios manejan a su antojo.
Pretender entonces resolver a balazos un problema social como el terror delincuencial limeño - Butters está sonando como candidato a alcalde- es sencillamente ver un árbol pero no ver el bosque, el efecto, pero no la causa de una situación que merece un tratamiento de corto y largo alcance, pero que no pasa por llenar de plomo las calles limeñas.
Lo más grave de estas declaraciones es que ellas son la avanzadilla de una corriente de opinión que suele germinar, crecer y expandirse en sociedades en crisis como la nuestra, en las que el Estado -como está sucediendo- saca al sol todas sus carencias o sus complicidades con el crimen organizado, léase Ancash. Corriente que expresa la disposición de determinados sectores sociales a resolver, bajo la ley del revólver, con autorización o sin autorización, un problema eminentemente social.
Las amenazadoras declaraciones del señor arriba citado, dizque líder de opinión, publicadas ayer en la revista Velaverde (p.26) no pasarían de constituir un hecho anecdótico si no fuera por el contexto en el que se han dado.
Obnubilados como estamos por las cifras macroeconómicas en azul poca atención le prestamos al desmadre social, político y ético que se viene desarrollando en el país, en el que la violencia delincuencial organizada aquí y allá, es apenas una de las manifestaciones más notorias, pero no la única, de un proceso económico en las que el lucro sin bandera, las ambiciones desmedidas, y el desbocado afán de riqueza a como de lugar, constituyen sus irracionales coordenadas.
La lumpenización de nuestra sociedad, arriba y abajo, es el producto del desarrollo del capitalismo en su expresión neoliberal, que se oculta tras las cifras en azul que nuestros mandatarios manejan a su antojo.
Pretender entonces resolver a balazos un problema social como el terror delincuencial limeño - Butters está sonando como candidato a alcalde- es sencillamente ver un árbol pero no ver el bosque, el efecto, pero no la causa de una situación que merece un tratamiento de corto y largo alcance, pero que no pasa por llenar de plomo las calles limeñas.
Lo más grave de estas declaraciones es que ellas son la avanzadilla de una corriente de opinión que suele germinar, crecer y expandirse en sociedades en crisis como la nuestra, en las que el Estado -como está sucediendo- saca al sol todas sus carencias o sus complicidades con el crimen organizado, léase Ancash. Corriente que expresa la disposición de determinados sectores sociales a resolver, bajo la ley del revólver, con autorización o sin autorización, un problema eminentemente social.
El ojo por ojo,
el diente por diente, que, finalmente, bien puede encerrar el peligro
de la organización del fascismo en el Perú dispuesto a resolver
violentamente todos los problemas económicos o sociales generados o
agravados por dos décadas de neoliberalismo.
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