24 de mayo de 1964, Estadio Nacional de Lima. En el mismo lugar donde
hace 50 años hubo una tragedia que enlutó a centenares de hogares, este
24 de mayo habrá una pachanga de padre y señor mío. ¡Qué país!
Como
cronista policial, pensé que ya lo había visto todo: homicidios,
violaciones, accidentes, reyertas a chavetazos, asaltos, etcétera.
Nunca pensé que un 24 de mayo de 1964 me daría cara a cara con cien,
doscientos, y de repente hasta trescientos muertos, en los hospitales
Obrero y 2 de Mayo, en la Morgue y en la Asistencia Pública de la
avenida Grau. Horas antes, en el Estadio Nacional de Lima, esos hombres y
mujeres habían formado parte de las 45 mil almas que gritaron hasta
enronquecer apoyando a la selección de fútbol del Perú, que se jugaba
el pase a las olimpiadas de Tokio contra sus pares argentinos. La
anulación de un gol del equipo peruano, el del empate, el de «Kilo»
Lobatón, desencadenó la tragedia. La protesta de las tribunas y el raudo
ingreso del negro «Bomba» al gramado para ajustarle cuentas al árbitro
uruguayo, fue respondida a bombazo limpio y pistoletazos. La
consiguiente estampida de los fanáticos fue cortada brutalmente por las
puertas del Estadio, que nunca llegaron a abrirse. Murieron padres e
hijos, esposos, hermanos, primos, cuñados, amigos del alma. No hubo un
barrio limeño que no se cubriera de luto.
Con la tinta en las venas, en: Alberto Mosquera Moquillaza, El amor en tiempo de bolero, Ed. Cuartel primero, Lima, 2006, p. 102
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