jueves, 10 de abril de 2014

SEMBREMOS DE FIORELAS EL FUTURO



Renato Cisneros
(Por los Inolvidables)

Con solo veinte años, Fiorela Nolasco ha tenido que hacerse cargo de un destino que le ha sido impuesto con violencia. Primero le tocó recoger el cuerpo ensangrentado de su hermano Roberto, muerto a balazos en la sala de su casa el 2010; y hace cosa de un mes debió reconocer en la morgue el cadáver de su padre, Ezequiel, asesinado en una bodega por un sicario que le descerrajó tres tiros en la cabeza y otros tres en el abdomen.

En lugar de huir de Chimbote como le han aconsejado sus vecinos; en lugar de mudarse de barrio como le han implorado Martha, su madre y sus hermanas, Viviana y Pamela; en vez de ceder a las amenazas telefónicas y quedarse callada, Fiorela está empeñada en pelear cualquiera sea el costo. “No me importa que me maten, es más fuerte la indignación”, le confesó hace poco a la periodista de La República Juana Gallegos, sin disimular la rabia, terquedad, frustración y sed de justicia de que ahora están hechas sus palabras.

Llevada por un coraje ciego y admirable fue capaz de exigirle al ministro del Interior seguridad para su familia, y luego pararse delante del fiscal de la Nación para reclamarle en público por su decepcionante trabajo en Áncash. ¿En estos tiempos de mafias quién es capaz, como ella, de ajustarse un chaleco antibalas y gritar —en la mismísima boca del lobo— que ya estuvo bueno de soportar a los criminales y sus cómplices? 

Sin proponérselo, sin aliados oportunos, postergando a la fuerza la rutina de su edad, Fiorela se ha convertido en el rostro valiente de una cruzada trascendental. Ella —que vio a su padre encadenarse infructuosamente delante del Poder Judicial de Chimbote con cientos de denuncias bajo el brazo— ahora toma la posta y hasta piensa cambiar la Ingeniería Civil por el Derecho para convertirse en la abogada de su propia causa y seguir siendo esto que es: la solitaria defensora de sus muertos inolvidables.

La República, Lima, 10 de abril de 2014

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