lunes, 11 de noviembre de 2013

LA TRONCHA


Don Manuel Bermúdez y Lizárraga, economista sanmarquino, contó alguna vez que cuando se desempeñaba como superintendente de una gran empresa minera en el sur del país, le llamó la atención que en la discusión con los dirigentes sindicales sobre el menú de los trabajadores, predominara en éstos la idea de la cantidad, antes que la calidad. "Cerro y troncha", eran las palabras mágicas. "Cerro" era el montón de arroz que debía garantizarse y "troncha" el gran pedazo de carne que debía mostrar el plato.

Exigir una "buena troncha de carne", así como se lee, es usual para los que se mueven bajo los parámetros tradicionales de la cocina popular. Lo que el buen Manuel, los dirigentes sindicales y el común de los mortales desconoce es que desde el siglo XIX la expresión "troncha" ya no pertenece exclusivamente al mundo de los comensales, al haberse convertido en un término común para referirse a tejes y manejes de los corruptos que se mueven en los escenarios estatales.

La doctora Martha Hildebrandt, en la edición actualizada de sus Peruanismos (2013) es muy explícita al respecto. Señala ella que "sacar provecho" o sacar una "buena tajada", o una "buena troncha" son términos comunes en el Perú, Argentina, Chile, Guatemala y Ecuador.

En el Perú específicamente, dice la lingüista, Juan de Arona (seudónimo del escritor Pedro Paz Soldán y Unanue) en 1883 definía la "troncha", como la "pitanza, la prebenda, el suculento boscado fiscal al que aspira todo títere con cabeza", sea en el sillón de la Presidencia de la República, o en los cargos ministeriales, municipales, congresales y militares.

" La Patria es la troncha" fue la divisa de esos corruptos, escribe Arona. Y sigue siendo, agregaría.

Algo más. Desde esos tiempos, la "troncha" del presupuesto no solamente alimentó a una familia, también sirvió para engordar a sus descendientes. La doctora Hildebrandt cita aquí a don Abelardo Gamarra, El Tunante, quien fue el que comenzó a hablar de las familias "presupuestívoras", "en las que mamó el tatarabuelo, mamó el abuelo, mama el padre, maman los hijos y mamarán los nietos..."

En conclusión, hay toda una historia y una cultura de la corrupción, cuyas raíces llegan a los tiempos coloniales, que se acrecientan, aunque parezca mentira, con el advenimiento de la República. Vencer ese flagelo supone desarrollar un conjunto de políticas, en diferentes espacios, al interior de los cuales, la cárcel y las penas draconianas deberán ser solamente una parte de ellas.

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