NO CONOCEN A NUESTRAS GENTES

 

Primero fue la ministra de inclusión social, que apoyándose en la estadística justificaba los errores que habían provocado la intoxicación de centenares de nños en la implementación del programa Qali Warma; luego hemos escuchado decir al premier saliente que los peruanos estamos histéricos por el tema de la violencia delincuencial, en tanto que este flagelo no alcanzaba todavía los niveles de Méjico o Colombia.

La conclusión para mi es una sola: nuestros mandatarios no conocen el país, su historia, sus gentes, sus idiosincrasias, sus modos de entender el mundo, sus penas y tristezas, sus alegrías. Como buenos tecnócratas manejan libretos útiles para aplicarlos aquí, en la China o en la Cochinchina, al margen de las realidades económicas y sociales específicas y muy en especial al margen de los sentimientos de las gentes, que no cuentan porque sencillamente no son contabilizados.

Ignoran así lo que significa un enfermo, adulto o niño, hombre o mujer, en el menú cotidiano de un pobre, el cómo duelen en el alma las carencias, o como éstas se hacen más dolorosas si el enfermo es el que suele parar la cena de los miserables. De la misma manera, no saben esos señorones o señoronas que ocupan los ministerios, los que son las angustias de los pobres asolados como están, mañana, tarde y noche, por todas las formas de violencia existentes en sus áreas: cogoteros, violadores, sicarios, chantajistas, cordeleros, vendedores de drogas...o como decían los ronderos cajamarquinos: amenazados por los abigeos de noche y los abigeos de día, refiriéndose en este último caso a todas las autoridades esquilmadoras.

Conocer no es lo mismo que visitar esporádicamente, por horas, este lugar u otro, regalando, ofreciendo, vistiendo como los lugareños para la foto; conocer es adentrarse en la vida de las gentes, en sus carencias materiales, pero también en las espirituales, en su alma, en sus costumbres, en sus idiomas...

¡Qué lejos están esas autoridades de nuestras gentes!