jueves, 31 de octubre de 2013

CECILIA ESTÁ ÑATA DE RISA...



HABLANDO EN ORO, como lo hacen en Monserrate, Barrios Altos o La Victoria, Cecilia Barraza, la reconocida cantante criolla está ñata de risa, o si lo prefieren, china de risa.

No es que esté barriendo en sintonía con algún nuevo vals, o de repente esté anunciado su regreso a la televisión con un suculento contrato bajo el brazo; no, no se trata de eso, sucede nada más y nada menos que en la últim
a novela de don Mario Vargas Llosa, la Barraza con nombre propio y muchos cuetes por delante aparece como uno de los personajes de la trama que nos entrega el Premio Nóbel.

Como dicen los críticos, El héroe dicreto, la novela que Alfaguara ha puesto en circulación en el mundo de habla hispana, le permite a Vargas Llosa poner nuevamente en acción a recordados personajes como Rigoberto o el sargento Lituma, enredados ambos en truculentas historias que tienen como escenario, en el primer caso a la pituquería limeña, y en el segundo, a una emergente burguesía piurana; pero además, creo, le permite a Vargas Llosa mostrar una faceta poco conocida: su acercamiento a la música criolla, y el reconocimiento público de las calidades interpretativas de Cecilia.

La Barraza aparece como el amor platónico del protagonista central de la novela; pero lo es por su voz, porque en Alma, corazón y vida, la canción que Felícito, un cholo de Yapatera - lunar en un pueblo de negros- escuchaba por primera vez interpretada por Cecilia encontró tanta delicadeza y ternura "que daban ganas de ponerse a bailar y hasta de llorar".

Felícito termina embrujado por la voz de Cecilia, comprendiendo recién ahí, al escucharla, "muchas palabras de los valses criollos que antes le parecían misteriosas e incomprensibles como arpegios, celajes, arrobo. cadencia. anhelo, celestía".

No se equivoca el Nobel, Cecilia Barraza tiene la picardía y el encanto que no le faltan a otras cantantes criollas; pero la cadencia de su voz, su suavidad y ternura, constituyen un valor agregado que no poseen sus colegas, que la han hecho la preferida por compositoras de la talla de Alicia Maguiña.

Como dice Vargas Llosa en su novela, su vocecita "sabía sacarle al vals, a las marinera, a las polcas, a los pregones, a toda la música criolla los sentimientos más delicados que escondía en su entraña".

Bien por Cecilia, a quien alguna vez escuché - va un comercial- que vivió de niña en el Cuartel Primero, por la calle Matavilela, en el jirón que hoy se llama Conde de Superunda; bien también por la música criolla y sus héroes, compositores y cantantes, viejos y nuevos, que resisten a pie firme los embates de otros ritmos, propios de los tiempos que vivimos, pero también del desdén de quienes en el papel están llamados a salvaguardar las expresiones musicales de nuestros pueblo
s.

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