martes, 8 de octubre de 2013

EL PARTIDO DE MARIÁTEGUI


I

Si seguimos al pie de la letra lo escrito por el hoy olvidado Ricardo Martínez de la Torre – hombre de confianza de José Carlos Mariátegui- fue el 7 de octubre de 1928 que 9 ciudadanos, dirigidos por el Amauta,  sentaron las bases de lo que según su ideario, programa y sustento de clase, debía ser el partido del proletariado peruano. La reunión fue en Barranco, en la casa de Avelino Navarro, uno de los obreros comprometidos  en el proyecto, luego de que días antes – el 16 de setiembre para ser exactos- en la playa de La Herradura, se acordara dar ese paso trascendental.
85 años han pasado de aquel suceso. Desde esa fecha y sobre todo después de los años 60 del siglo pasado,  se  multiplicaron los destacamentos marxistas que reclamaban la paternidad del Amauta. En la actualidad, sin embargo, en medio de la crisis que vive la izquierda, se ha diluido bastante la presencia y las discusiones interminables de los sectores que de diferentes formas se proclamaban los únicos herederos. No faltando quienes de una manera abierta o soterrada ya le dijeron adiós a Mariátegui.

Hay que reconocer, además, que a nivel internacional el marxismo no las tiene todas consigo. La embestida ideológica y política de la burguesía, con la emergencia del neoliberalismo y la desaparición del bloque socialista, ha sido y sigue siendo feroz; aunque es importante anotar que con la crisis del capitalismo mundial se ha debilitado la omnipotencia de esa escalada al mismo tiempo que desde diferentes puntos del orbe se levantan y afirman voces colectivas  que reafirmándose en el marxismo se incorporan, desde la teoría y la práctica, a apuntalar las luchas de los obreros y de los pueblos sometidos a la explotación y opresión del capitalismo salvaje.

II

Desde esa perspectiva, en el Perú hay quienes piensan, a propósito de los 85 años de fundación del partido del proletariado, que una fecha de tanta trascendencia, no puede ser convertida en un ritual; que es urgente repensar el legado del Amauta para ubicarlo  en su dimensión exacta, cara a la realidad económica y social, mundial y nacional que le tocó vivir- lejos por tanto de las camisas de fuerza de diferente color en las que se encorsetó o desdibujó su pensamiento y  su praxis- tratando en ese esfuerzo de encontrar los hilos conductores de un nuevo accionar en el presente, lastrado por la crisis de los partidos y del propio quehacer político.

Si del partido  del proletariado se trata,  nadie mejor que Carlos Olazo Sillau, estudioso del tema, para darnos luces sobre la concepción y el trabajo concreto de organización que Mariátegui desarrolló para fundarlo y buscar enraízarlo en las masas. Desde una nueva lectura de los textos mariateguistas Olazo reitera que la génesis del partido fue el resultado de un proyecto político totalizador que   el Amauta trajo en cartera a su regreso de Europa, pero que se nutrió también de la propia experiencia que Mariátegui había acumulado antes de su viaje al viejo mundo. El objetivo central, dice Olazo, era dar vida al socialismo peruano.

En ese proyecto el partido era la viga maestra. No se trataba de reeditar viejas prácticas de caudillos y grupúsculos divorciados de la realidad peruana y de la lucha de clases que se desarrollaba en su seno. Esa realidad había que conocerla, como era imperioso estar al tanto de la dinámica del capitalismo a nivel mundial, de la cual la formación social peruana formaba parte, en condiciones de semicolonialidad. Estudios todos que deberían constituirse en materiales fundamentales de educación de la clase obrera, en especial de su vanguardia; como efectivamente Mariátegui en persona comenzó a hacerlo desde la Universidad Popular Gonzáles Prada, al poco tiempo de volver a pisar Lima, desde el célebre rincón rojo del jirón Washington, o a través de publicaciones como Labor o Amauta y los múltiples escritos que auspició. 

Sobre el estudio de esa realidad concreta, históricamente determinada – los 7 Ensayos son el producto de ese análisis- Mariátegui modela el partido. Nada más lejos del Amauta que el  aplicar acríticamente la experiencia marxista, en particular lo vivido y escrito por Lenin en diferentes coyunturas de la revolución rusa, como tampoco la de hacer recetas de las resoluciones y conclusiones de la Internacional Comunista.  El partido no debía ser calco, ni tampoco copia de los partidos comunistas existentes en el mundo.

Para Olazo, el 7 de octubre de 1928 Mariátegui con sus 8 compañeros – Navarro, Borjas, Hinojosa, Portocarrero, Martínez de la Torre, Regman, Luciano Castillo y Chávez León- dieron vida a un Comité que se inscribía en un proceso que tenía un gran norte: “dar vida a un partido de masas y de ideas”, como el mismo Amauta lo escribió. 

Partido, siempre según Olazo, que debía constituirse en la organización política de la clase obrera, en tanto que como clase debería nuclearse en un partido independiente; al que deberían concurrir los obreros de vanguardia, los campesinos, miembros de la pequeña burguesía, todos los cuales asumían el marxismo como doctrina, método, moral y código de vida. En pocas palabras: era la avanzada del pueblo, su vanguardia, pero estrechamente enraizada en las masas, a las que influye, educa, organiza y dirige y a las que dota de un programa para la conquista del poder y la construcción del socialismo, pero que es capaz, asimismo, de formular propuestas creativas, innovadoras ante cada problema nacional. En suma, un partido de ideas.

III

La ruta, lo repetimos, estaba trazada: la construcción del socialismo, ajena a otras perspectivas, burguesas o pequeño burguesas. En ese marco, las formas de hacer política tenían que ser renovadas. Ya en 1919, en plena ebullición del movimiento de masas, Mariátegui dio muestra de la responsabilidad con la que debería asumirse el trabajo político al oponerse a la transformación en Partido de un Comité de Propaganda y Organización socialista, del que formaba parte. Para el Amauta las condiciones sociales, políticas e ideológicas no estaban dadas todavía como para dar ese salto. La vida le dio la razón. El partido, formado a la criolla, epilogó sin pena ni gloria.

No debe por eso llamarnos la atención que en abril de 1928, en el debate con Haya de la Torre, cuando éste sacó de la manga un llamado partido nacionalista supuestamente formado en Abancay, Mariátegui marcara con fuego la pantomima expuesta en un manifiesto. “Creo – escribió- que nuestro movimiento no debe cifrar su éxito en engaños ni señuelos. La verdad es su fuerza, su única fuerza, su mejor fuerza. No creo con Uds que para triunfar haya que valerse de “todos los medios criollos”.

De esta forma Mariátegui tomaba distancia de la vieja política que se sostenía, según sus propias palabras, en la “declamación caudillesca, la retórica hueca y fanfarrona”  que Haya de la Torre estaba reeditando.  “Tenemos que trabajar – escribió Mariátegui- por consiguiente, si queremos edificar algo sólido sobre bases netamente socialistas. Si hay otros que quieren un método original, pequeño-burgués, caudillista, perfectamente. Que vayan por su cuenta. Yo no los acompaño ni los apruebo”.

En ese contexto, nada escapaba al enjuiciamiento político y ético del Amauta: hasta el lenguaje debe adquirir una connotación diferente para los que se reclaman del marxismo. Al respecto escribió: “A Haya no le importa el lenguaje; a mi, sí; y no por preocupación literaria sino ideológica y moral. Si al menos en el lenguaje político no nos distinguimos del pasado, temo fundadamente que, a la postre, por las mismas razones de adaptación y mimetismo, concluyamos por no diferenciarnos sino en los individuos, en las personalidades”

IV

La desaparición del campo socialista o del socialismo realmente existente, como la propia existencia de Sendero Luminoso y los errores de la izquierda que en el campo de la legalidad se reclamaban del marxismo, han impactado negativamente en el desenvolvimiento de los destacamentos que se siguen reclamando del Amauta. Hoy se nada contra la corriente cuando ayer nomás se tenían las aguas a favor, y en este contexto, la parálisis o la desorientación no son asuntos de poca monta. Se las observa en el día a día de la izquierda peruana.

Son meritorios por ello los esfuerzos que se hacen por reencontrarse con las luchas del pueblo peruano contra la embestida del neoliberalismo; como destacables son los trabajos por dotar a ese movimiento de una perspectiva de largo alcance que vaya más allá de la simple búsqueda del cambio del modelo económico. La crisis del capitalismo mundial obliga a ese reencuentro. En Mariátegui se encuentra una ruta, una guía, para reengancharse con la utopía, con el sueño socialista de los años 70.

Ya lo decía el viejo Hobsbawm en sus reflexiones sobre la crisis del socialismo realmente existente y las posibilidades de retomar el sueño socialista: “El fracaso del socialismo soviético no empaña la posibilidad de otros tipos de socialismo”.

Lima, octubre de 2013
 

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