sábado, 23 de junio de 2012

PARAGUAY, UNA MUERTE POLÍTICA ANUNCIADA


No se necesita ser muy versado en política para darse cuenta de lo que está ocurriendo en Paraguay, donde el presidente Lugo, elegido democráticamente, ha sido defenestrado por el parlamento de ese país. Para tal fin, la derecha ha utilizado magníficamente un resquicio legal,constitucional, gracias al cual ha logrado el propósito largamente soñado de poner a Lugo de patitas en la calle con el cargo de "mal desempeño de sus funciones". 

 Lo que queda en claro, sin embargo, es el cómo la derecha paraguaya, al igual que sus congéneres latinoamericamos conciben la democracia: una simple cobertura para el ejercicio de su poder económico y político. En tanto les sirva, la apoyan, en tanto no le sirva, pues la dejan de lado; en el caso paraguayo utilizándola simplemente como un pretexto para desaforar a Lugo, porque nadie que esté en su sano juicio político puede avalar eso de "mal desempeño de sus funciones". 

 Lugo llegó al gobierno merced a una alianza con esa derecha.Ésta, utilizó a Lugo, aprovechó el gran arraigo de masas que tenía como religioso, para a las pocas horas de obtener el triunfo comenzar a serrucharle el piso. Eso nos indica, además, cuan peligrosas pueden ser ese tipo de alianzas, sobre todo si ese arraigo no está políticamente organizado. Una cosa es la simpatía, la adhesión electoral, y otra cosa es la organización política de esos seguidores, su vertebración en torno a un programa, a un ideario. Lugo no ha tenido esa fuerza ni abajo, en el seno de la sociedad civil, ni en las entrañas del monstruo estatal. 

Ello explica, de un lado, que exista la indignación en la población por el derrocamiento de Lugo, pero asimismo nos da luces sobre el porqué esa insignación no se ha traducido en fuerza, en aluvión político organizado, como para frenar a la derecha paraguaya; y de otro lado, en el propio parlamento, el presidente defenestrado no ha tenido quienes, sostenidamente, lo defiendan. La votación final fue aplastantemente adversa. 

 La derecha, finalmente, ha ratificado en Paraguay que no cree en nadie. Lo que le interesa ante todo y sobre todo, es el vil metal. Ella le cerró el paso a Lugo cuantas veces èste intento aplicar un tímido programa de reformas en beneficio del pueblo, al final nada de lo prometido por el ex Obispo pudo hacerse realidad, al haberse quedado atado de manos. Su abrupta salida fue el epílogo de ese desarme político, dando vida a lo que bien podría haberse pensado como la crónica de una muerte anunciada.

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