jueves, 26 de abril de 2012

MIS SECRETARIAS


Foto: Alejandro Rodriguez

A propósito del Día de la Secretaria


UNO



Se lo dije hace pocos días a algunas secretarias: hay quienes creen que basta un rostro bonito, un par de tetas de película o un trasero de antología, para contar ya con una buena secretaria. Olvidan estos jefes de última hora que una buena secretaria responde a una aceptable educación e instrucción, a un respetable nivel cultural, a una indesmayable vocación de servicio, y sobre todo a una capacidad a prueba de balas para soportar de pie las presiones de sus jefes, del público al que se sirve, y las propias contingencias de las instituciones en las que se trabaja. Si a ello se suma la discreción –secretaria viene de secreto- entonces si podríamos decir, sin temor a equivocarnos que estamos frente a una buena secretaria.

A lo largo de mi servicio burocrático en la Facultad de Ciencias Económicas, durante varios años, he visto secretarias con comportamientos laboralmente ejemplares; como también he tenido la suerte de tener como secretarias a señoras a quienes tengo que agradecer incluso su paciencia, en los primeros tiempos, para ir resolviendo mi orfandad de conocimientos en los asuntos administrativos.

Confieso que cuando llegué a la Facultad era prácticamente un marciano en medio de terrícolas. Provenía de otra Facultad – Ciencias Sociales- y en Economía apenas conocía a 2 o 3 profesores. Mi aclimatación se lo debo en gran parte a las secretarias que encontré en mi nuevo hábitat: Noria Rojas Cárdenas, Esmeralda Duarte, Lastenia Olea, las princesas de aquellos años, que viéndome desbrujulado pusieron el mayor de los empeños para orientarme en el nuevo escenario en el que comenzaba a ganarme los frejoles.

DOS

De las nombradas sigue en actividad la señora Noria, que con el tiempo se convirtió en la primera secretaria que me acompañaría en mis pininos burocráticos, a quien le debo las primeras lecciones de lo que debe ser un buen manejo administrativo.

Atravesábamos tiempos terribles. La precariedad de los recursos, las exigencias de una transición al sistema facultativo, las demandas de mejores condiciones de trabajo por parte de docentes y trabajadores administrativos, la masificación de la universidad y la politización extrema de la vida universitaria jugaban en contra de cualquier proyecto. La Universidad y por ende la Facultad sobrevivía en medio de vientos encontrados que en algún momento llegó a jaquear la propia responsabilidad que habíamos asumido. Capeamos los temporales bajo la dirección de Fausto Vinces y el concurso de profesores y trabajadores administrativos con los que se pudieron bloquear todas las intentonas anarquistas.

En esas circunstancias, cómo desconocer el meritorio trabajo desarrollado por la señora Rojas desde los ambientes de la Secretaría Administrativa.

TRES

Cuando pensé que no iba a repetir el plato, hacia mediados de los años 90, bajo la dirección de Hugo Lezama Coca cogimos el timón de la dirección académica. Tiempos también revueltos: la Facultad estaba literalmente de cabeza y no solamente había que ordenarla, además había que modernizarla en el contexto de la reorganización de la Universidad. ¿Quién estuvo a mi diestra? A la señora Gloria Nalmy Martínez le correspondió desempeñar las funciones de Secretaria de esa Unidad. Fueron pocos meses, porque un buen día, desde el mismo rectorado, llegó la orden de mi licenciamiento. Habíamos sido declarado persona no grata por algún sector estudiantil de la Facultad que no dudó en mover sus fichas a nivel parlamentario para exigir mi cese como autoridad.

En los pocos meses que ejercimos el cargo, jugando en pared con César Sanabria, director de la escuela académica de economía, sentamos las bases del orden, mientras resolvíamos mil problemas heredados: estudiantes cesados a la mala, estudiantes a punto de terminar pero con planes de estudios ya vencidos, cursos de titulación sin pies ni cabeza…La señora Nalmy, en plena gestación, estuvo a la altura de los acontecimientos, en una oficina donde además se batían las señoras Leonor Sánchez y Blanca Valverde en sus respectivas funciones.

CUATRO

Con el doctor Lezama hubo un proyecto de modernización que Estrategia y Desarrollo (ESTRADE) había estado levantando desde años atrás. Había llegado la hora de ponerlo en práctica y se requería firmeza y gestión. Los tiempos habían cambiado drásticamente: los años tumultuosos habían sido superados, la tranquilidad había llegado a los ambientes académicos y administrativos. Dejando la dirección académica me refundí en la asesoría del decanato para desde ahí coadyuvar en sacar adelante el proyecto. Esta vez fue la señora Marita Grández Grández la que se convirtió en mi brazo derecho. El trabajo fue intenso, de sol a sol, estuvimos en todas, pero si se tratara de resaltar algunas de las tareas asumidas en esos años me quedo con la revista de la Facultad, por su trascendencia académica, porque nos colocó en la vitrina del quehacer intelectual de la cual, por nuestras propias responsabilidades, habíamos sido desaforados.

Incorporando las ediciones que se sacaron durante la administración de Jorge Osorio, fueron 30 los números que pasaron por mis manos en mi calidad de coordinador de la revista. Cada edición fue un caso aparte, una batalla diferente. La ventaja que tuvimos fue el apoyo material que llegaba desde el decanato, en particular el financiamiento, pero todo lo demás había que trabajarlo, desde los pedidos de artículos hasta la distribución de la revista. En ese proceso, la señora Grández ganada por el entusiasmo y su vocación de servicio terminó incorporándose a las labores de edición, multiplicando sus experiencias y enriqueciendo, en nuevos campos, su trabajo administrativo.

A las señoras Noria, Gloria y Marita, mis agradecimientos; en su nombre, además extiendo mi reconocimiento a las secretarias que en las horas de las grandes decisiones se pusieron la camiseta para sacar la Facultad adelante.



CINCO

Hoy vivimos tiempos muy acelerados. Los cambios en la economía y en la sociedad han acarreado nuevas exigencias en la gestión, que inevitablemente tienen que repercutir en el trabajo de las secretarias. A las condiciones arriba señaladas, las secretarias tienen ahora que sumar capacitaciones y actualizaciones permanentes. La imagen, la marca, el mercado, les impone nuevas competencias, secretaria que no se actualiza es secretaria que se queda. Los mismos jefes tienen que aprender a ser jefes. El grito desaforado, el autoritarismo, como la complacencia, no son útiles ahora, ni nunca lo fueron. Hoy, en lugar de los clásicos jefes se necesitan líderes que enseñen, que miren más lejos que el común de los mortales, que se interrelacionen con sus subordinados, que se ensucien los zapatos a la hora del cumplimiento de las tareas, que sean autocríticos, para que a la hora en que las papas quemen asuman sus responsabilidades y no descarguen sus culpas en las secretarias como no pocas veces sucede.



Ciudad Universitaria, jueves 26 de abril de 2012







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