viernes, 5 de agosto de 2011


LA MUJER
DEL CÉSAR

Cuenta la historia que Julio César, el gran estadista de la vieja Roma, expectoró a su mujer del tálamo nupcial únicamente para que sobre él no recayera ni la más mínima sospecha de haber sido adornado por Pompeya; que en honor a la verdad era más fiel que un perro viejo, pero que había sido comprometida en un escandalete promovido por un jovenzuelo a quien se le caía la baba por la hermosa mujer del líder, pero que nunca – dicen- pudo hacer realidad sus apasionados sueños. César, quien no era un santo varón, era consciente que Pompeya era incapaz – como dicen en Lima- de llevarlo a la Plaza de Acho, pero sabía, además, que por sus altas responsabilidades no podía estar expuesto a los chismes y comidillas que generan las infidelidades, prefiriendo cortar por lo sano, aunque ello implicase sacrificar a Pompeya y su unidad conyugal

Para emplear términos de hoy, César temía perder imagen, las supuestas correrías de su mujer lo afectaban, porque la mujer del César no sólo tiene que ser honesta sino parecerlo, como literalmente dice una expresión que se incubó en esas circunstancias, aunque las palabras no hayan sido las mismas; pero que sirven hoy de parámetro disuasivo, a pesar que muchas veces sea sólo una formalidad, para el comportamiento de la mayoría de los gobernantes del mundo en ámbitos que ya no se ajustan estrictamente a las intimidades de marido y mujer.

En el Perú, donde todo puede suceder, nuestros mandatarios son un buen ejemplo, en lo negativo, del cómo se puede obviar esa referencia ética, con el apoyo incondicional de quienes en el papel deberían ser los fiscalizadores de su comportamiento. Lo hemos visto en el Ejecutivo, en el Congreso, en los gobiernos regionales, municipales, etcétera. Y para no irnos muy lejos, salvando las diferencias y reconociendo los esfuerzos por tomar distancias de comportamientos y actitudes criticables, también lo podemos observar en el nuevo gobierno.

En otros términos, nadie duda de la honestidad del Presidente Humala y de los hombres y mujeres de su gobierno, pero desde el caso Alexis Humala – cuyo periplo por lares rusos no ha sido lo suficientemente dilucidado – la suspensión de la militancia no basta- hasta la presencia del abogado Eduardo Roy Gates como asesor del mismísimo Presidente de la República, a pesar de haber sido “hasta hace un mes” defensor de Rómulo León Alegría, el ex ministro aprista comprometido hasta el cuello en el caso de los petroaudios, las suspicacias no se han hecho esperar.

De la misma manera, por citar otro caso de los varios que ya están siendo denunciados por la prensa local, nadie se explica como el Coronel (r) Humberto Pereyra Briceño - acusado en el año 2006 de haber desaparecido una documentación supuestamente comprometedora para el hoy presidente Humala en los sucesos de Madre Mía- puede haber sido nombrado Jefe del Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI). Si bien es cierto que las autoridades militares declararon sobreseído el caso por falta de pruebas, también es cierto que existen dudas, razonables o no, pero dudas al fin y al cabo, que enturbian la hoja de servicios del citado militar y su amistad con el primer mandatario de la nación.

Si se aplicase la experiencia del César, ninguno de los personajes mencionados, como los otros que ya están siendo cuestionados, deberían asumir las responsabilidades que hoy ostentan, porque su presencia quema. No solamente tienen que ser honestos, tienen que parecerlo, y eso lamentablemente no lo han tomado en cuenta el presidente Humala, que los ha colocado en los puestos donde están, ni los propios beneficiados.


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