jueves, 9 de junio de 2011


A PÓLVORA Y DINAMITA

Magaly Solier, la bella hija de Huanta se va para Chile, a Iquique , en el norte chileno específicamente, para hacer el papel de ñusta en una película producida por cineastas de ese país. A no dudarlo, Magaly triunfará, como ha ocurrido con otras cintas donde ha intervenido. Cualidades artísticas le sobran, lo han dicho los especialistas de dentro y fuera del terruño, por algo los galardones van sumándose uno tras otro.

En esta nota, sin embargo, no quiero destacar esa brillante faceta de Magaly; lo que busco es dejar contancia del papel real que le tocó desempeñar en el desenlace electoral del último 5 de junio. A mi juicio fue algo así como la cereza de la torta en la confrontación con el Torquemada que tenemos como cardenal del Perú, que sumándose una vez más a las fuerzas negras del fujimontesinismo quiso negar lo que no se puede negar: su silencio cómplice a la hora en que miles de mujeres andinas fueron despiadadamente esterilizadas en los años del fujimorato.

El ahora presidente Humala, en el debate con la señora Keiko introdujo el tema; la mentira y la minimización de tan grave asunto por quien fuera primera dama en los tiempos en que produjeron esos crímenes, dispararon más la denuncia. Torquemada quiso blindar a la dama, pero no contó con la pólvora y dinamita de la palabra de la Solier.

Cuidado Cipriani, le dijo, y le espetó en primera: "usted no tiene derecho a opinar sobre las esterilizaciones forzadas, ni sobre el aborto, ni sobre la mujer, porque usted no tiene útero". Y además, para coronar su faena verbal, diciéndole algo así como no joda: "no se crea papa en la tierra de la papa".

Las redes sociales estallaron, la cucufatería católica se persignó una y otra vez y faltaron rezos para tender un manto piadoso sobre tan heréticas palabras. Terrenalmente, políticamente hablando, sin embargo la suerte estaba echada para Cipriani y para la primera dama del fujimontesinismo. Era la voz de una mujer la que tronaba, que se hizo justamente mujer en la heroica Huanta, en medio de las atrocidades de la guerra interna que vivió el Perú y de las políticas, que como en el caso de las esterilizaciones ejecutó el estado para acabar bárbaramente, a lo bestia, con la pobreza de nuestras sierras.

La Solier se compró el pleito. Había anunciado que no iba a votar y como a muchos famosos, en salvaguarda de su carrera, le hubiera convenido guardar silencio a la hora en que las papas quemaban. Pero no lo hizo, lo arriesgó todo cuando el miedo causaba estragos. Pudo más su formación, sus valores, su identificación con los hombres y mujeres de nuestros pueblos. Todo un ejemplo de mujer, o como diría el viejo Dolorier: toda una flor de retama...

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