lunes, 13 de junio de 2011

El yanqui

EL ABRAZO
DEL OSO

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Dagoberto Huisa Bernaola, camarada de mil y una travesuras escolares, me recuerda, a través de su cuenta en facebook, de los tiempos en que el catchascán movía multitudes en la Lima de los 50 y 60. Nuestros héroes, en esos años, como bien dice Dago, eran El yanqui, El ciclón, Renato el hermoso, El chiclayano, El barón, El indio comanche, Zulú, etcétera, cada uno de los cuales arrastraba sus propias legiones de admiradores por su bravura en las célebres peleas en el entarimado del Luna Park de la avenida Colonial, pero también por las aplicaciones sin compasión de las "llaves" de lucha libre de las que hacían gala para sacarse de encima a sus ocasionales rivales.

Rugíamos cuando El yanqui en medio de los encontronazos sacaba a relucir "el avión", para casi literalmente hacer volar a su adversario fuera del ring; o cuando su hermano El ciclón a cabezazo limpio dejaba nocaut a su antagonista de turno; pero también está fresca en nuestra memoria la agonía del luchador ante una súbita "doble nelson" con la que supuestamente le podían a romper la nuca, o ante "el abrazo del oso" que podía tranquilamente quebrarle todos los huesos de la cintura para arriba, incluyendo los húmeros de ambos brazos.

Por eso es que cada una de esas "llaves", bien aplicaditas eran algo así como la crónica de una tirada de toalla anunciada, para felicidad de quienes como este escriba esperábamos ansiosamente que lleguen los domingos para reencontrarnos con nuestros ídolos y gozar como chanchos con cada una de sus peleas.

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En el campo de la política, en determinadas circunstancias, es posible encontrarse con algo así como practicantes de la lucha libre, en este caso del catchascán, prestos a hacer uso de alguna de sus técnicas para zarandear o ajustar a sus adversarios. Es el caso, hoy, de aquellos sectores, empresariales o no, que antes de la segunda vuelta hicieron trizas al entonces candidato Ollanta Humala. Ahora, a través de los mismos medios que emplearon para echar sombras sobre el comandante, lo llenan de halagos, piden confianza, le descubren talla de estadista...en dos palabras lo abrazan, aparentemente para blindarlo, pero realmente, como todo abrazo de oso, para quebrarle no los huesos pero si sus ideales, sus perspectivas programáticas, sus reformas.

La burguesía en el poder tiene dardos almibarados por doquier para domeñar a sus adversarios y arrastrarlos a su propio juego. Alguna vez lo dije: Belaúnde Terry insurgió a mediados de los años 50 con un ambicioso plan de reformas que golpeaba los intereses de la vieja oligarquía de entonces, pero que no desbordaba los marcos del capitalismo ni de la democracia burguesa. Pese a ello, programa y líder fueron satanizados; y cuando en 1963 el arquitecto llegó a la Palacio pues sencillamente le comenzaron a aplicar el abrazo del oso, hasta lograr lo que buscaban: que el brioso profesor de la UNI dejara de lado sus arrestos reformistas para terminar echándose a los brazos de la misma oligarquía contra cuyo dominio insurgió.

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¿Qué hacer? Existen 2 alternativas para cerrarle el paso a esa amenaza. La primera tiene que ver con la independencia ideológica y política del movimiento al que se debe el ahora presidente Ollanta, que debe ser resguardada como si fueran las niñas de los ojos y que debe expresarse en la mantención al tope de las banderas programáticas que aglutinaron a los electores que apostaron por la democracia y no por el fascismo. Un paso en falso o una desfiguración de alguna de esas banderas oscurecerá el rumbo de la nave.

La segunda está relacionada con el ejercicio fiscalizador de las masas populares, que a través de sus propias organizaciones y mecanismos democráticos deben ejercer una vigilancia permanente de las políticas que ejecute el nuevo gobierno. En una verdadera democracia no hay cheques en blanco, lo ha dicho el propio Humala, hay que tomarle la palabra.

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