sábado, 29 de enero de 2011


AFANANDO
EL ESTOFAO

Yo la quería patita/

pero vino el blanquiñoso/

y se la llevó… en Cadillac/

Los Troveros Criollos


Un conocido automovilista ha ganado notoriedad en las últimas semanas en escenarios diferentes al deporte de los fierros, concretamente ha sido involucrado como el malo de la película en supuestos triángulos amorosos. Cierto o no, lo concreto es que a ojos de todo el mundo el citado deportista aparece hoy como el intruso que ha quebrado, por lo menos, una relación sentimental estable compartida por un futbolista de nota y una estrellita de la televisión local.

“El atrasador” le dicen ahora al piloto, “el partidor” también; viejas expresiones de la replana limeña que sirvieron en el pasado para destacar a aquellos personajes que se distinguían por tener la buena o mala costumbre – depende del cristal con que se mire- de entrar a terciar en una relación amorosa y romperla para alzarse con el codiciado trofeo: la bella limeña, negrita, blanquita o zambita, reina del barrio o del callejón, a la que no pocas veces (“después de la gracia viene la desgracia” decían las tías) abandonaba a la vuelta de la esquina.

Eran los tiempos en que Lima tenía el tamaño de un pañuelo y no sufría todavía los efectos del tsunami migracional. El barrio, la esquina, eran los referentes básicos de la tira de amigos, criollazos de pura cepa, jaraneros y enamoradores; un mundillo que decantó figuras que no han desaparecido -como ha ocurrido con la vieja ciudad de los Reyes- al haberse amoldado a las nuevas condiciones de una capital moderna y variopinta donde, como es el caso del “atrasador”, siguen haciendo de las suyas.

El desaparecido periodista Hugo Villasís Suárez (Zakapika), quien nació y vivió en la rinconada de San Francisco, en su texto sabrosón “Una Lima que se pasa” describió a cada uno de esos monarcas de la pendejada limeña: El “afanador”, el “perromuertero”, el “calentador”, el “sableador”, el “vagoneta”, el “garganta”, el “paracaídista”…El “afanador” rondaba, “afanaba” a la “costilla” (mujer), le hacía el reglaje – como se dice ahora- correspondiente, la enamoraba contra viento y marea, se metía a la casa – a los cumpleaños del papá, de la mamá, de los hermanos de la gila- hasta que ésta daba su brazo a torcer. Cuando esto ocurría, la tira festejaba el éxito.

“El atrasador” era un afanador nato, pero tenía una particularidad: gustaba de las “costillas” o del “estofao” ajeno, a las que impresionaba con el chamullo (el habla), el canto, “el pepián” de macho, el físico moldeado en el gimnasio, la vestimenta, y sobre todo el auto, que en los tiempos de los que estamos hablando era algo así como el parteguas entre misios y pitucos, entre cholos y blancos; sobre todo si se trataba de un Cadillac, como dice la letra del vals Yo la quería patita, que relata la historia de un hombre enamorado al que un blanquiñoso con carro le ha arrebatado a la mujer de sus sueños.

El marlonbrandeado Jorge Osorio, un economista sanmarquino que sabe tanto de Keynes como de los Troveros Criollos, maneja para este tema una hipótesis interesante. Su premisa es que en pleno siglo XXI, con una democratización del acceso a un automóvil vistoso o todoterreno, éste ya no tiene el peso que antaño tuvo para los lances amorosos de los que estamos hablando. No es que no tenga ninguna importancia, lo que ocurre, precisa Osorio, es que en pleno imperio de la crematística lo que sobre todo importa ahora es lo que en algunos ambientes ha dado en llamarse la billetera “matagalán”, que cargada de dólares, euros y todo tipo de tarjetas de créditos es dinamita pura en manos de los “atrasadores” de los días que vivimos. En términos directos: un aspirante a morder las manzanas ajenas que no tenga billete no pasará de ser un oletón más de los que abundan en las reuniones sociales.

¿Y por qué matagalán? se preguntarán algunos. Es que aunque no nos guste billeteras de ese tipo han matado al galán de otros tiempos, al que gustaba del versito, de las flores, de los boleros calentones…

De nuestra parte diremos que lo afirmado por Osorio forma parte de un fenómeno de alcance planetario, que por su trascendencia ha llegado a ser estudiado por diferentes especialistas. Por ejemplo, una investigación de la Universidad de Newscastle, dirigido por el psicólogo Thomas Pollet, teniendo como hipótesis: las mujeres con parejas adineradas tienen más orgasmos que las que tienen con hombres de poco dinero, arrojó resultados espectaculares. La mayoría de hombres y mujeres encuestados afirmaron que las mujeres prefieren a los hombres de billeteras abultadas, siendo la seguridad económica, para ellas el factor preponderante a la hora de llegar a la cumbre de la relación sexual.

En conclusión, los “partidores” o “atrasadores” no han desaparecido de Lima. Lo que ha cambiado son los términos en que se hoy desarrollan sus aventuras. El gimnasio siempre será útil para estar físicamente presentable, la vestimenta también, ¡tiene que ser de marca!, el automóvil será parte del look de ganador, pero primero es lo primero: la billetera tiene que estar a la altura de las circunstancias.


No hay comentarios:

Publicar un comentario