sábado, 4 de diciembre de 2010


ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA

REGIONAL

LIBERTAD PARA VIVIR MEJOR

EL MOMENTO POLÍTICO Y EL PROCESO ELECTORAL

1. EN TORNO A LOS PROBLEMAS PRINCIPALES DEL MOMENTO

En contraste con el triunfalismo del discurso oficial, el Perú confronta en la actualidad una serie de problemas, los mismos que, por ser inherentes al sistema económico, social, jurídico y cultural imperantes, no pueden ser resueltos con el solo crecimiento de los indicadores macro de la economía.

Este crecimiento, del cual se ufanan todos los sectores de la derecha económica y política del país, no deja de ser importante. Entre otras cosas porque ha permitido dinamizar la economía incrementando la capacidad de consumo de ciertos sectores sociales, así como el empleo, tanto en el sector de servicios, como en el minero y agrícola. Sin embargo, especialistas peruanos y extranjeros con una visión más objetiva y desinteresada, han señalado con claridad absoluta, que este crecimiento tiene más de espejismo, de ilusión, que de programa realista y efectivo para sacar al Perú de su condición de país pobre, atrasado, dependiente, y, más aún, de ominoso exponente de profundas desigualdades e injusticias socio económicas.

El por qué de esta aparente paradoja, de este crecimiento económico que refuerza y consolida nuestros problemas de fondo, radica en factores que tienen que ver con nuestra conformación histórica, como país dependiente, dominado por grupos de poder insensibles al drama nacional y enfundados a intereses foráneos; y, por otro lado, con las circunstancias mundiales.

Para nadie es un secreto que la economía peruana se sustenta hoy en la exportación de materias primas y de productos agrícolas con escaso valor agregado, con lo cual se ha reforzado su condición primario exportadora que la ha caracterizado desde siempre, con el agravante de haberse eliminado todo vestigio de la incipiente industrialización anterior. La minería ocupa ahora el lugar que en su momento le cupo al salitre, al guano o la pesca. Es decir, todo el alardeado crecimiento del país se basa exclusivamente en el precario sistema exportador de materias no renovables en un contexto internacional favorable al incremento de precios, por tanto condenado a desaparecer de un momento a otro. La Historia nos ha dejado dolorosas lecciones al respecto.

Y en el mismo tenor que en el pasado, las inmensas ganancias resultantes de este contexto favorable, alimentan la corrupción desaforada y el enriquecimiento sin precedentes de los grupos de poder nacionales y extranjeros, ahondando las asimetrías sociales y económicas, y con ello las injusticias, la opresión, la naturaleza antidemocrática del Estado y la descomposición moral. En este cuadro es fácil entender que la relativa mejoría de reducidos grupos sociales no es un indicador de desarrollo, ni de que “estamos ingresando al primer mundo” como pregona el oficialismo a coro con la derecha en conjunto.

En el escenario internacional en el cual el Perú se halla inserto, la crisis capitalista, aún sin resolver a pesar de las millonarias operaciones de recate financiero impulsadas desde el Estado en las principales potencias, está generando cambios importantes en el realinamiento de fuerzas. Así, observamos el declive de estados Unidos como potencia hegemónica y el ingreso a un periodo de transición de la “unipolaridad” hacia la “multipolaridad”en un proceso de reordenamiento mundial en el que es cada vez más importante el papel de China y otros países llamados “emergentes” cuyas economías se encuentran en franco proceso de expansión. Esta es una de las peculiaridades de la situación internacional y lo que ha permitido que la crisis del capitalismo no golpee a economías como la nuestra, favoreciéndoles, al contrario, con una sostenida demanda de materias primas.

Pero esta crisis económica se ha presentado en compañía de la crisis medioambiental, ecológica, como resultado de la voraz e irracional explotación de los recursos naturales y de un régimen industrial devastador del ecosistema. También de una alarmante crisis moral, de valores y de crisis cultural. En suma, un cuadro de decadencia generalizada de un sistema económico social capitalista al que se ha identificado como “civilización occidental”. Lo preocupante es que los “países emergentes”, sean de occidente o de oriente, parecen estar siguiendo por el mismo camino, reproduciendo este mismo sistema que a la larga los llevaría a ocupar el papel de las declinantes potencias actuales, a reproducir las condiciones de explotación y marginalidad de las mayorías, a revivir los espectros de las guerras y crisis capitalistas, y a continuar con el grave deterioro medioambiental que ha puesto ya en riesgo la supervivencia de la especie humana sobre nuestro planeta.

Frente a este panorama, se ha levantado con energía sorprendente la alternativa del vilipendiado sistema socialista. No sólo como la revitalización teórica --aguijoneado por los fracasos y errores del pasado a partir de los que a empezado a corregir y superar una serie de dogmatismos y estereotipos anacrónicos--, sino como la experiencia creativa que parte de los mismos pueblos. En este sentido América Latina se erige como abanderado de las propuestas y experiencias de cambio, a partir de singulares procesos de transformación conducidos por movimientos y gobiernos de izquierda enraizados en los movimientos populares y sociales.

Es necesario anotar que este proceso aún incipiente, se da en medio de situaciones bastante complejas y desfavorables, enfrentando a la oposición recalcitrante, beligerante, de los poderosos grupos dominantes de cada país, y el acoso e intromisión abierta del imperialismo estadounidense, dispuestos a frustrar esta marcha hacia un nuevo horizonte civilizatorio. Enfrentan, además, los problemas propios de encontrar en su experiencia el camino hacia el logro de sus objetivos. Pero de antemano, creemos que las condiciones fundamentales para seguir avanzando son: la unidad más amplia de los pueblos latinoamericanos y caribeños; entregar el poder al pueblo organizado democráticamente en cada país; estructurar un nuevo Estado sobre este pueblo organizado y garantizar su marcha democrática a la satisfacción de sus necesidades y aspiraciones materiales y espirituales con la implementación de una economía plural que sepa sacar provecho de las condiciones internacionales.

En el Perú el proceso político aún no es del todo favorable para un opción de cambio a tono con otras experiencias de la región.

No obstante que en en las elecciones generales pasadas la candidatura de Ollanta Humala despertara grandes simpatías recibiendo el apoyo de un alto porcentaje del electorado, y si bien Susana Villarán ganó recientemente la alcaldía de Lima, el panorama es complicado. En particular porque aún habiendo un importante malestar de las masas y un significativo avance en cuanto a vencer los temores impuestos por medio de millonarias campañas de satanización contra la izquierda y sus representantes, el apoyo recibido por candidatos que enarbolan alternativas de cambio, se debe todavía más a sus cualidades o características como candidatos, que a una identificación con la opción política o programática que representan. A lo sumo logran capitalizar tanto el sentimiento de frustración popular respecto a los políticos conocidos por su doblez y corrupción, como la búsqueda instintiva, espontánea, de una nueva y mejor representación política.

No hemos, pues, avanzado en el Perú lo suficiente para frenar y revertir del todo la tremenda ofensiva ideológica y política de la derecha. Es por ello que no es sorprendente constatar que los que hace poco votaron por los lideres mencionados, hoy vuelquen sus simpatías hacia candidatos de la derecha, permitiéndole a esta recuperarse y volver a rearmar su escenario político, basado en la polarización derecha-derecha y en la dispersión de las fuerzas de izquierda.

Tenemos que partir, entonces, de una valoración realista del proceso político, de nuestras propias capacidades y del estado vívido, real, de la conciencia popular y de su voluntad y disposición por el cambio.

En este sentido, como organizaciones populares tenemos que asumir autocriticamente que hemos cometido errores, en particular al poner como eje de la problemática la disyuntiva entre la continuidad del actual modelo económico o su derrota, primero en el proceso electoral anterior y luego en el actual, proponiéndonos vencer a la derecha e iniciar la edificación de un nuevo ordenamiento alternativo en el país. El meollo de este error consiste en confundir nuestros deseos con la realidad, en pretender realizar en cada proceso electoral que se presenta, objetivos que, siendo necesarios, corresponden a una situación diferente a la que enfrentamos.

Como resultado de este error de apreciación se ha llegado a considerar que es suficiente la vertebración de un sólo frente con todas las fuerzas de izquierda y el nacionalismo para derrotar a la derecha y su sistema neoliberal, privilegiando las tareas de coordinación y de establecimiento de pactos y acuerdos, pero divorciados de las masas y del movimiento real. Sin desmerecer para nada cualquier trabajo que conduzca a la vertebración de un frente político de esta naturaleza, es preciso dejar establecido que la condición absolutamente imprescindible para asestar un golpe a la derecha y sus modelos económicos que fueren, es contar con un movimiento popular y social dispuesto al cambio, en condiciones de asumir el protagonismo en la opción de construir una nueva sociedad y un nuevo país bajo la conducción de líderes (no caudillos) totalmente entregados a esta causa. Peor todavía es el error que se comete cuando se busca improvisar un candidato o se apoya a quien aparezca como “antisistema”, sólo con la finalidad de asegurar algunas representaciones en el Estado.

En el Perú la derecha despliega una estrategia de ofensiva contra las clases populares en todos los frentes. Para ello cuenta con el respaldo económico y mediático de los grupos de poder y la utilización de los mecanismos estatales de dominación ideológica, política, legal y represiva. Ante esto ninguna oposición burocrática ni palaciega puede tener éxito, ni aún en condiciones de la más amplia unidad. Incluso un hipotético (aunque improbable) triunfo electoral de una conjunción de las izquierdas, no estaría en condiciones de enfrentar exitosamente una inevitable contraofensiva de la derecha, de mantenerse las actuales relaciones dirigentes -masas, así como las condiciones intrínsecas a ellas..

La clave está en ganar la voluntad y el corazón de las masas trabajando dentro de sus organizaciones y de sus movimientos sociales, en cohesionar fuerzas y esfuerzos en una estrategia común que permita conseguir que su capacidad material de lucha se traduzca en votos y en gobierno que impulse el proceso de cambios para refundar el país y construir un nuevo horizonte basado en el socialismo, el bienestar, la democracia y la soberanía popular.

Esto requiere de una unidad de las izquierdas, ciertamente, pero premunida de objetivos claros y de largo aliento, que deje a un lado la tentación de la ventaja inmediatista, construida desde las bases y enraizada en los movimientos populares y sociales, que sea genuina expresión de éstos incluso en cuanto a liderazgos y candidaturas. Esta es la gran tarea del momento. Este es el principal problema a enfrentar y resolver. La agitación y la denuncia contra el neoliberalismo, la más amplia difusión de las propuestas alternativas, y la convergencia unitaria en este y en los sucesivos procesos electorales, deben apuntar a este fin, que no es otro que el construir los espacios políticos democráticos del pueblo.

2. PROCESOS ELECTORALES Y MOVIMIENTOS REGIONALES

Tanto el proceso electoral municipal-regional de octubre pasado, como el recientemente iniciado para las Elecciones Generales, han puesto nuevamente de manifiesto la marcada dispersión de organizaciones, movimientos, frentes y candidatos que existe en el país. Así, tenemos 27 partidos políticos de alcance nacional inscritos; y de nivel departamental o regional, 200, al margen de aquellos que sin tener inscripción legal ante el JNE, o habiéndola perdido, mantienen ciertos elementos de actividad y organización en sus respectivas provincias o regiones.

Pero lo peculiar es que la gran mayoría de estas organizaciones (exceptuando, al menos en el discurso, a las de izquierda), tienen mucho en común, coincidiendo en aspectos sustanciales como en identificarse con el actual sistema económico-social, además de mantener la misma percepción de la política y de sus métodos, y de exhibir una inconfundible naturaleza burocrática, oportunista y caudillista. De esta manera, podemos afirmar que si bien existe la dispersión de partidos o grupos y de candidatos, existe, a su vez, uniformidad de propuestas, de programas y de actitudes.

No nos estamos refiriendo con ello sólo a los tradicionales partidos de derecha que van desde el aprismo hasta el “novísimo” solidaridad Nacional de Castañeda Lossio pasando por el fujimorismo, o el pepecismo, sino también a los flamantes movimientos regionales y locales de todo el territorio nacional.

Los movimientos regionales, en su mayoría y salvo meritorias excepciones, también se hallan inmersos en los vicios anteriormente descritos. Inclusive podemos añadir que lejos de configurarse como tales, no pasan, la mayoría de veces, de simples mascaradas de lideres o caudillos, (o de astutos empresarios que ven en la política una extensión de sus negocios) y que no encuentran mejor forma para saciar sus aspiraciones de poder. Es frecuente ver también como los supuestos movimientos o partidos regionales reproducen los tristemente célebres “vientres de alquiler”conviertiéndose en una suerte de “marca registrada” que se vende al mejor postor.

El regionalismo como programa, como auténtica y justa reivindicación contra el centralismo y por la articulación democrática de los pueblos con historia, cultura, problemas y aspiraciones comunes, en la practica es casi inexistente. El caso más emblemático tal vez sea el de APP en nuestro departamento, que luego de pregonar el anti-centralismo y la renovación política, y de ejercer un gobierno local digno de cualquier partido tradicional, ha terminado exhibiendo su verdadera catadura al buscar cobijo en lo más rancio de la derecha cavernaria del país, al igual que su pretendido socio menor, el PH de Simon, que coincidentemente naciera con similares pretensiones. Por ello no es raro que los partidos tradicionales se afanen de un tiempo a esta parte en buscar y sellar alianzas con estos mal llamados “movimientos regionales”.

La reivindicación descentralista es una de las principales a satisfacer en la lucha de los pueblos del Perú actual. Ello no debe ser impedimento, no obstante, para marcar a fuego a quienes trafican con esta justa aspiración. Un auténtico movimiento regional no puede prescindir de la lucha contra el sistema económico social imperante, por naturaleza centralista y excluyente. Su ubicación natural es en el campo popular. Su norte inequívoco, un nuevo proyecto de país y de sociedad.

Es tiempo, por tanto, de trabajar por consolidar la unidad de los movimientos regionales del campo popular en cada departamento, superar la dispersión que hoy le caracteriza, tomando distancias del regionalismo mercenario y oportunista, para sumar fuerzas en todo el país en favor de candidaturas unitarias del pueblo.

3. CONSTRUIR LOS ESPACIOS POLÍTICOS DEL PUEBLO

El proceso político actual encuentra entonces a un movimiento popular que ha logrado avances importantes, pero con las carencias y limitaciones anotadas en la primera parte de este texto. Y, por otro lado, una derecha en franca ofensiva pero desgastada y sin proyecto alternativo al neoliberalismo, que no puede exhibir nada mas que el ilusorio crecimiento antes dicho, sumida, además, en la descomposición moral, con líderes que difícilmente pueden ocultar ni su incapacidad en toda línea, ni su servilismo a los grupos de poder, ni su avidez por el enriquecimiento fácil, doloso y desorbitado.

Salir adelante en este contexto, insistimos, sólo es posible con la participación protagónica de las masas populares encauzadas en un gran movimiento político. Esta es la única garantía para derrotar definitivamente al neoliberalismo, la dominación del imperialismo y avanzar en la construcción de un Perú nuevo. Por eso el gran reto que afrontamos ahora todas las organizaciones populares es cómo hacerle frente a la derecha y avanzar hacia una nueva polarización social, política y electoral. Este desafío lo resumimos en la tarea de construir el Gran Espacio Político del Pueblo, de proyección histórica, estratégica, a partir de la organización y movilización política independiente de las masas en conjunción con la lucha electoral.

Colocar como centro de nuestra preocupación, como eje del quehacer político, como orden del día, la construcción del Gran Espacio Político del Pueblo, responde, en lo fundamental, a la necesidad de construir una opción política independiente, cimentada en la organización de masas, desde las bases, desde los centros de producción o territorial. En los sindicatos y organizaciones obreras, en las Comunidades campesinas y nativas, en los Frentes de Defensa, en las Asambleas Populares, en los gobiernos o instancias que se conquisten electoralmente. Espacios populares en los que la opción política sea invariablemente por un nuevo ordenamiento social, por un nuevo proyecto de país.

El núcleo de esta orientación es trabajar por la ascensión de las masas, de sus líderes, de sus dirigentes y cuadros especializados, hacia la conciencia política, hacia la persuasión, al convencimiento de la necesidad histórica de protagonizar el gran salto: la transformación socialista del Perú, así como asegurar un compromiso popular que trascienda las coyunturas políticas, que, al contrario, devenga en cultura política del pueblo, en convicción y conciencia férreas, indestructibles. Construir, entonces, un movimiento organizado de masas de contenido político, programático, que se ejercite y capacite, que se prepare y se eduque mediante la experiencia, para tomar su destino, su futuro, en sus manos: he ahí el objetivo. Aquí radica su proyección estratégica, su alcance y dimensión histórica.

Importancia especial en esta orientación adquieren los municipios o regiones conducidos por representantes populares y de izquierda, toda vez que aquellos posibilitan la puesta en marcha de experiencias de democracia alternativa que den poder de gestión al pueblo organizado. También posibilitan la implementación de programas de desarrollo en función de las mayorías marcando una diferencia clara con los gobiernos de derecha. Todo ello puede permitir una importante escuela de capacitación en el ejercicio democrático del gobierno y del poder, bajo un nuevo y superior modelo de gestión popular.

La tarea, ciertamente, es ardua. Requiere de la conjunción y puesta en tensión de todas las energías y voluntades posibles. Es este un objetivo que sólo puede realizarse con la participación de todas las fuerzas políticas, de los dirigentes de diversas tendencias, de, en fin, todos los que creemos en la necesidad de la gran transformación socialista del Perú, más allá de identidades propias de tendencia o grupo.

Creemos que este es el gran compromiso que debemos asumir todas las organizaciones populares y los partidos y movimientos de izquierda. Que las confluencias y alianzas sean concebidas para enfrentar las elecciones, sí, pero sin perder de vista que un éxito electoral en el verdadero sentido del término, solo es posible con el soporte del movimiento de masas. Este y no otro es el principal ejemplo que nos están dejando las experiencias exitosas de la izquierda en la Región.

4. SOBRE LAS PROPUESTAS PROGRAMÁTICAS

En el seno de la izquierda se viene planteando desde hace ya un buen tiempo una alternativa a la problemática actual y que podríamos llamar programa mínimo y de consenso, que pueden y deben servir de plataforma de unidad en las actuales circunstancias para articular un amplio frente democrtático y popular. Ellas giran en tono a puntos básicos como: Lucha frontal contra la corrupción, transparencia, democracia participativa y descentralizada, control ciudadano;.poner la economía al servicio de la gente: redistribuir la riqueza, mejorar las condiciones de vida y de trabajo;.transferir una parte de la renta minera a atender las necesidades de educación, salud, infraestructura, desarrollo agrario; construir un nuevo Estado democrático descentralizado, promotor, planificador, redistribuidor; garantizar que las industrias extractivas operen en condiciones sostenibles y respetuosas del medio ambiente y de su entorno social, paguen regalías e impuesto a las sobre ganancias, que inviertan en industrializar las materias primas y se asocien con las comunidades campesinas o indígenas, así como con con el estado para transferir tecnología y conocimiento, entre otros.

Algunos de estos puntos, así como otros aquí omitidos, a la vez que sirven de base para la unidad y lucha por el cambio, pueden también ser materia no sólo de propaganda o de exigencia, sino de realización práctica allí donde se avance en la construcción de los espacios políticos del pueblo contando con la conducción de alguna instancia de base o de gobierno local fuertemente cimentado en la movilización y lucha popular.

Trujillo, noviembre del 2010

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