Cusco.- He vuelto a esta ciudad después de casi 2 décadas. La primera vez que llegué, como periodista, vine en tránsito hacia el valle del Chumo, en Sicuani, en busca – aunque no lo crean- de platillos voladores, historia jamás contada en este blog. La segunda vez regresé formando parte de un equipo de antropólogos que marchaba hacia las alturas de Nuñoa y Macusani, en Puno, a realizar una investigación sobre criadores de alpacas. Y como no hay segunda sin tercera volví años después, convertido en dirigente de una organización de izquierda que soñaba con hacer la revolución. Cusco era rojo y rojo tenía que seguir siendo, ese era mi juego.
En todas esas oportunidades la relación con la riqueza histórica y cultural de esta región no fue muy profunda. No hubo tiempo ni para compenetrarme con los monumentos arqueológicos inkas que están distribuidos a lo largo y ancho de la ciudad o más allá de ella, como sucede con el valle sagrado; ni para admirar la arquitectura colonial de la Catedral o la Iglesia de la Compañía, por citar solamente 2 templos, símbolos del poder religioso impuesto a dentelladas por el invasor español.
Lo que siempre hice en esas visitas, lo recuerdo como si fuera ayer, fue visitar las tradicionales chicherías cusqueñas para saborear sus sabrosos adobos de chancho o sus chicharrones, clásico de clásicos de la gastronomía cusqueña, ahogando uno u otro potaje con la bebida de los dioses: la chicha de maíz, la verdadera bebida nacional desde los tiempos prehispánicos. Chicherías, dicho sea de paso, que forman parte de la cultura cusqueña desde tiempos inmemoriales en tanto fortines de la música y alegría de la región.
En esta oportunidad he venido deseoso de terminar las visitas inconclusas del pasado. Y lo primero que he constatado es que el Cusco ha vuelto a ser el ombligo del mundo. Como se sabe, en tiempos del inkario, esta ciudad concentró el inmenso poder económico, político, cultural y religioso de los quechuas cusqueños. Fue realmente el centro del imperio, el ombligo del mundo andino-Cusco, escribió Garcilaso de la Vega quería decir "ombligo" en la lengua de los inkas- desde donde se proyectaba el poder del sapainka, rey de reyes.
La catástrofe que significó la invasión española convirtió a la vieja ciudad solamente en un punto de tránsito hacia las minas de plata de Potosí como parte de lo que se ha dado en llamar la desestructuración del mundo andino, que comprendió la arremetida brutal contra sus prácticas económicas, sociales y religiosas para estructurar el mundo colonial de todos conocidos.
Hoy, el Cusco turísticamente hablando vuelve a ser el ombligo del mundo. Ciudadanos de todo el planeta llegan por miles a la milenaria ciudad pese a que en la actualidad hay un bajón a consecuencia del cierre del acceso a Machu Picchu por los desastres naturales. Esos turistas no pueden llegar hoy Machu Picchu, pero tienen a la mano Saqsawaman o Tambomachay, o quizá Ollantaytambo, pero también Chinchero, Maras y Moray, por mencionar algunos destinos turísticos.
Asimismo, si de historia colonial se trata con solamente observar las iglesias o casonas, con construcciones superpuestas sobre la arquitectura inka uno saca su cuenta de lo que ocurrió luego de 1533, año en que los europeos pisaron por primera vez la tierra de los quechuas cusqueños. Y para los amantes del arte en todos sus expresiones también hay espacio: los cuadros de la escuela cusqueña, anónimos o no, o todas las variedades de la imaginería creadas por artistas de la talla de los Mendivil o los Mérida, a los que se puede acceder en el legendario barrio de San Blas.
Y si uno es amante de las noches calientes pues el Cusco pone a su disposición todo lo que le puede ofrecer una gran ciudad de nuestros tiempos...
Muy interesante reportaje. No soy antropologo pero me fascina esa disciplina.
ResponderEliminarEn ocasiones me he ofrecido como voluntario para excavaciones o levantamiento de planos pues soy licenciado en Bellas Artes pero nunca obtengo respuesta alguna.
Sé lo que es una colonia.He vivido en América y en Canarias, la única colonia que queda en África.
Muy buenos los articulos de Caliche. Todos son por los menos 7 sobre 10, cuando no mas.
ResponderEliminarFelicitaciones !!!
Para no parecer un concierto de franeleo, quisiera acotar algo. Cuando mencionas "invasores espanoles", deberias precisarlo mejor: "nuestros abuelos invasores". Por lo menos una parte de ellos.
Sin la "Hispanidad" el Peru no existiria. Andinidad e Hispanidad se entremezclan y proponen al mundo la fuerza de su mestizaje. Salvo que nos consideremos "purasangres" de uno o de otro lado. Si fuera asi, Monterrico nos espera :-)
Revisemos rapidamente la historia de invasiones y conquistas en el mundo. No hay ningun caso como el latinoamericano. Salvo los vestigios monumentales incas y preincas, recorrer un pueblecito andino es como hacer lo propio en las serranias de Iberia. La fuerza de la lengua "invasora" también es inédita y singular.
Mientras no aceptemos que no solo tenemos ascendencia andina (aunque Caral cuestione nuestro estricto origen andino), sino que esos "cochinos invasores" también fueron nuestros abuelos y ayudaron a construir lo que llamamos hoy Peru -sea lo que fuere que signifique- seguiremos ahogados en el vaso de agua de una identidad inconclusa.
Saludos cordiales
Dario Enriquez