Moray- Fotos de Elbita Vásquez Vargas
Cusco.- El doctor Manuel Burga, historiador y ex Rector de la Universidad de San Marcos, escribió alguna vez que la enseñanza de la historia del Perú debería tener como uno de sus objetivos superar el complejo de inferioridad que todavía anida en las cabezas de no pocos peruanos cuando observan el desarrollo de otras sociedades. Viendo las huellas dejadas por los inkas en esta región, repasando además mentalmente el legado de las sociedades prehispánicas desde sus inicios - incluyendo la etapa de cazadores, pescadores y recolectores- tenemos que concluir que nada tenemos que envidiarle al más pintadito de los pueblos foráneos; que por ende ese complejo de inferioridad no tienen sustento real, que simple y llanamente responden a imágenes ideológicas etnocéntricas, recreadas una y otra vez a través del tiempo para bloquear nuestras capacidades y justificar dependencias.
Porque la historia de los vencidos nos señala que cuando en 1532 llegaron los españoles lo que encontraron fueron sociedades construidas de acuerdo a las realidades geográficas y ecológicas del mundo andino y a las racionalidades de sus constructores. Los europeos, procedentes de otros contextos, con maneras de ver y pensar diametralmente opuestos a los raciocinios andinos, no quisieron entender las diferencias, cegados por la idea de que su mundo era superior al que habían encontrado en estas latitudes.
El abate Cornelio De Pauw, en el siglo XVIII escribía en relación a los hombres de este continente: "...tienen menos sensibilidad, menos humanidad, menos gusto y menos instinto, menos corazón y menos inteligencia, menos de todo en suma. Son como niños bobos, incurablemente ociosos e incapaces de cualquier progreso mental" (1).
La mejor demostración de cuan erradas son esas aseveraciones las encontramos en el Cusco, pero también en la Costa norte o en la sur, como también en Puno y en Chachapoyas, o en la misma capital de la República; es decir, a lo largo y ancho del territorio peruano podemos darnos cara a cara con pruebas contundentes de la estatura alcanzada por los hombres de esta parte del mundo antes de la invasión española.
Adicionemos lo siguiente: en los años 30 del siglo XX, el biólogo ruso Nicolai Vavilov, después de un largo como complejo estudio demostró que el área andina, particularmente en lo que ahora es Perú y Bolivia, fue uno de los 7 grandes centros originarios de plantas cultivadas a nivel mundial. Lo que en buen romance significa que en la historia mundial de la agricultura, los pueblos andinos prehispánicos figuran como uno de los bastiones de una revolución agrícola que posibilitó la entrega de especies como la papa, el maíz, la quinua, etcétera, con ene variedades que siguen asombrando a los estudiosos de ese fenómeno.
En ese contexto, observar Moray - ubicada a cerca de 40 kilómetros de la ciudad del Cusco y a 3 500 metros s.n.m.- el gran centro de experimentación agrícola del inkario es constatar su gran avance tecnológico, que nos explica el desarrollo agrícola y pecuario de esos tiempos. En este sentido se suelen registrar andenes, camellones o los diferentes sistemas de regadío, pero a veces se obvian experiencias como las de Moray que les permitió a los inkas contar con espacios, a manera de andenes circulares, donde crear microclimas para la adaptación de cultivos.
Las intensas lluvias que soportó el Cusco últimamente, que provocaron el desborde del río Urubamba y avalanchas de diferentes magnitud, no afectaron sin embargo a Moray, que como puede verse en las fotografías fue estructurada a manera de un gigantesco anfiteatro en una especie de cráter. ¿La razón? Dicho centro, a pesar de las centenas de años transcurridos, mentiene intacto sus sistemas de drenaje.
Cómo entonces no sacarse el sombrero ante lo realizado por nuestros antepasados, o cómo no sentir admiración cuando observamos a las mujeres de Chinchero demostrar la vigencia del uso de productos naturales - cochinilla o tara- para obtener los múltiples colores que resaltan sus vestimentas; sin olvidarnos, desde otro ángulo, de resaltar el manejo comunal de las minas de sal de Maras, también de origen prehispánico, que sirve al mercado local y regional, ahora bajo la lupa de los inversionistas privados que quieren comprar dichos yacimientos.
En resumen, si alguien dudara de las potencialidades de nuestros pueblos quechuas o aymaras o de cualquier otro punto del territorio nacional, dese una vuelta por el Cusco, por el valle sagrado, y constatará que aseveraciones como las de De Pauw no tienen asidero alguno.
---------------------------------------1.- Citado en: Gerbi, Antonello, Viejas polémicas sobre el nuevo mundo.Banco de Crédito, Lima, 1946. p. 54.
COMPARTO Y LO FELICITO ....DESDE CHILE
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