lunes, 26 de octubre de 2009

¡VADE RETRO SATANA!
(Apártate Satanás)



I


La rancia cucufatería peruana, heredera espiritual de los verdugos de la Inquisición, dispuesta por tanto a exorcisar - ¡Vade retro satana!- a cuanto hereje, agnóstico, iconoclasta o alpinchista se le cruce en el camino, está en pie de guerra. La vimos el pasado martes 20 de octubre en los alrededores del Congreso de la República: armados de crucifijos, estampas, rosarios, agua bendita, padres nuestros y avemarías, salieron al frente – e incluso cruzaron palazos y puñetes- con aquellas mujeres que en calles y plazas están dispuestas a conquistar la despenalización del aborto por violación y malformaciones del feto.

Esos cruzados siglo XXI se oponen ferozmente a ese proyecto, que si bien salvó el escollo de la reconsideración en la Comisión de revisión del Código Penal, presentada por el Ministerio de Justicia, puede naufragar en el Pleno del Congreso o en alguna de las Comisiones a donde puede ir a recalar por disposición de la Presidencia de dicho poder estatal; o también dormir el sueño eterno como lo ha dejado entrever el Presidente de la República.1

La gran confrontación recién empieza, y de seguro que las principales batallas de esta guerra se librarán fuera de los recintos congresales; aunque los puntos que se acumulen en la esfera legal no son desdeñables, como acaba de ocurrir con el fallo del Tribunal Constitucional que ha prohibido la distribución gratuita de la llamada píldora del día siguiente en los centros de salud estatales, por considerarla sospechosa de ser abortiva, pero cuya comercialización particular sigue vigente.

II


Ese enfrentamiento, que tiene una insoslayable matriz ideológica al poner en tensión diferentes modos de ver el mundo, la vida, la concepción, la educación sexual, el matrimonio, los derechos de la mujer y del hombre en general, entre otros, no solamente se está ventilando en el país. Sus alcances geográficos son mayores, se manifiestan en otros países de América Latina, en Europa y en los propios Estados Unidos de Norteamérica, donde durante la era del Presidente Bush, y con el abierto apoyo de éste, los sectores conservadores y reaccionarios de la Iglesia Católica han puesto en cuestión logros democráticos en relación al aborto, consiguiendo además que en algunos estados se de marcha atrás en la normatividad alcanzada.

Se constata entonces una ofensiva por parte de la Iglesia Católica, hegemonizada hoy por esos sectores, liderados indiscutiblemente por el Papa Benedicto XVI, que desde antes de su elección había logrado desmantelar todo vestigio democrático y progresista en el seno de esa confesión.2 Lo ocurrido con la Teología de la liberación y sus seguidores es una buena referencia de lo que estamos diciendo. Pero, aunque aparentemente dicha ofensiva exprese fortaleza, realmente revela una seria crisis en el seno de la Iglesia Católica, que la jerarquía vaticana quiere resolver a la fuerza, desde el pasado sin mirar el porvenir, al atrincherarse en cánones espirituales que la vida ya ha desechado. Crisis, que ha ocasionado una quiebra de su grey, el fortalecimiento de otras confesiones religiosas, que han recibido en su seno a quienes se han alejado de la influencia de la curia romana, y el surgimiento de de una religiosidad popular.3, informal, diferenciada del mundo oficial católico.

Leonardo Boff, reputado teólogo de la liberación, que se vio obligado a colgar la sotana por sus contradicciones con el Vaticano, ha manifestado en más de una oportunidad que la Iglesia de Pedro ha devenido en una institución excluyente. “Para Benedicto XVI la comunidad cristiana es Cristo y los 12 apóstoles. Es la lógica del pequeño grupo, con el poder sagrado de conducir a la multitud y no dejarse contaminar por ella”4. De otra forma, en un lenguaje que el mismo califica de pícaro, Boff ha escrito que para el actual Papa Benedicto XVI, “Cristo es el único camino de salvación y la Iglesia es el peaje exclusivo. Nadie recorrerá el camino sin antes pasar por ese peaje”5

Desde esta manera de pensar, que exclusiviza lo espiritual, la Iglesia Católica no solamente subestima o margina a otras Iglesias, las quiere subordinar desde la percepción que fuera de ella no hay salvación; pero también se divorcia de los principales problemas existenciales de las poblaciones del planeta, que no pasan por el marco de las prioridades celestiales de la curia romana; lo que origina, como contraparte, que ésta afiance sus relaciones con los poderes terrenales establecidos – a lo Cardenal Cipriani, que considera que las organizaciones de derechos humanos son una “cojudez”- a los que halaga y con los que interactúa al coincidir, uno y otro, en la mantención del estado de cosas establecido. En ese encuadramiento, por ejemplo, la noción de pobreza es abstracta, espiritual, es un estado al que se puede llegar con toda comodidad si es que se demuestra desprendimiento frente a los bienes materiales del mundo. La pobreza aparece así como ideal humano, religioso, “conforme al Evangelio”; a diferencia de quienes consideran, desde la Iglesia misma, particularmente desde las esferas no hegemónicas, que “ser pobre quiere decir morir de hambre, ser analfabeto, ser explotado, no saber que se es ser humano”, frente a la cual los pueblos se rebelan, se organizan para luchar contra ella y quienes se aprovechan de la misma.6


III


En el marco de ese entrampamiento, la jerarquía vaticana quiere recuperar las posiciones perdidas, estrechando sus relaciones con los círculos de poder político para con ellos palanquear su influencia ideológica. Consiguen así que la educación religiosa sea obligatoria en los centros educativos estatales, o que se prohiba la educación sexual en los mismos. Cuestiones sexuales, dicho sea, que se han convertido en una obsesión para una Iglesia que vistas las cosas con objetividad no debería tener autoridad moral para hablar sobre los mismos, dados los continuos escándalos que sobre esos asuntos regularmente protagonizan sus pastores. De todas formas, apoyándose en su alianza nada santa con el poder terrenal, la Iglesia Católica pontifica sobre la familia, el noviazgo puro, el papel de la mujer en esta institución y en la sociedad, el divorcio, la homosexualidad, los métodos anticonceptivos, el uso del condón, y por supuesto que sobre el aborto.7

Que la Iglesia Católica entre a la discusión sobre esos temas no debe llamarnos la atención. Lo serio es que a través de sus influencias logre posicionarse mediante la dación de leyes o normas – basta el ejemplo de la reciente disposición del Tribunal Constitucional prohibiendo la distribución gratuita de las píldoras del día siguiente- a las que aplauden sin reservas, a pesar de constituir una negación brutal del derecho que asiste a las mujeres de regular su maternidad. Todo ello, por supuesto con la complicidad abierta o encubierta de los políticos o magistrados de turno - a pesar que digan lo contrario- que se enredan contradictoriamente en sus propias decisiones, presentes o pasadas, revelando el peso de sus compromisos actuales con la jerarquía religiosa.8

La lucha está planteada y sus principales protagonistas ya han sido identificados. De un lado, la jerarquía de la Iglesia Católica a todo nivel y sus seguidores que piensan que el mundo no ha cambiado, tratando de arrogarse un derecho, el de meterse en nuestra privacidad al que nadie lo ha convocado; y de otro lado, las mujeres y sus organizaciones de defensa de sus reivindicaciones, que en estas últimas décadas han logrado importantes conquistas democráticas, pero que ahora tienen ahora un nuevo desafío: ganarse el derecho de regular su derecho a la procreación, tal y como sucede en todo país civilizado. No obstante, debemos ser conscientes de que esa pelea es también de todos aquellos sectores democráticos del país, que aspiran a conquistar libertades y derechos que siempre se les ha negado.


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[1] “Lo que hay por ahora es la opinión de una comisión externa al Congreso que ha presentado un ante-ante-ante preproyecto que debe ir a una comisión parlamentaria que hará un pre-proyecto que irá al pleno. Y a la velocidad que se discute ahí eso estará en un año o dos”.
Diario El Comercio de Lima, 26 de octubre de 2009, p. a6.

[2] Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, antes de ser elegido como la máxima autoridad de la Iglesia Católica fue Prefecto de la Congregación para la doctrina de la Fe, encargada de velar por la pureza de la doctrina de Pedro y Pablo.

[3] En el Perú, las manifestaciones de la religiosidad popular son multitudinarias. Sarita Colonia, en el Callao, y la Beata Melchorita en el sur chico, son dos excelentes ejemplos del cómo el pueblo, al margen de la Iglesia Católica y de otras confesiones religiosas, han creado sus propios íconos, con leyendas elaboradas a imagen y semejanza de los pobres que acuden a los centros de culto.



[6] GUTIERREZ, Gustavo, Pobreza, solidaridad y protesta. En: Acordarse de los pobres, Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2003, p. 90.

[7] En sus desesperación por imponer sus condiciones, y como si estuviéramos en los tiempos de la Inquisición, la jerarquía católica amenaza con la excomunión a quienes guardan distancia de sus aspiraciones. Ocurrió en Méjico, donde las autoridades municipales, a pesar de la férrea oposición del clero católico, aprobaron la despenalización del aborto en determinadas condiciones. No deberían entonces llamarnos la atención los arrebatos del Cardenal Cipriani que ante una fervorosa multitud de fieles del Señor de los Milagros, llamó Herodes y asesinos a quienes postulan el aborto por violación y malformaciones del feto.

[8] La decisión recientemente adoptada por el Tribunal Constitucional sobre la píldora del día siguiente es muy ilustrativa. En el año 2006, dicho Tribunal ante una denuncia de acción de cumplimiento autorizó la venta de la píldora del día siguiente en los centros estatales de salud, la misma que hoy prohibe, aduciendo que no está probado que dicho medicamento no sea abortivo. Lo curioso del caso es que si se revisan los informes en que se sustentó la resolución del año 2006 nos vamos a encontrar, entre otros, con un documento de la Organización Panamericana de la Salud (Oficina de la Organización Mundial de la Salud) que a la letra dice: “que la comunidad científica internacional coincide en que el anticonceptivo oral de emergencia no es abortivo”. Sin embargo, 3 años después, para el TC ese documento ha perdido toda validez, ya que ahora afirman que no está determinado que la píldora no se abortiva, de ahí su resolución de prohibición .

Del mismo modo, llama la atención que el siempre locuaz Presidente García, ante la controversia suscitada por el fallo del TC haya optado por el silencio; luego también de que el Ministro de Justicia, miembro de su Gabinete, pidiera la revisión de la decisión adoptada por la Comisión revisora del Código Penal autorizando el aborto por violación o por malformaciones del feto, solicitud que no alcanzó la votación requerida. La pregunta del millón es si el programado viaje del Presidente al Vaticano no tendría que ver, por un lado con la decisión del Tribunal Constitucional, aplaudida por la curia peruana; y de otro con lo que debió ser una revisión del acuerdo adoptado por la Comisión multisectorial del Congreso sobre el aborto, presentes que el Presidente se habría comprometido llevar a Roma.

1 comentario:

  1. Saludos Señor Mosquera:

    Estos católicos son presuntuosos hasta en el nombre que se han dado. Tanto esfuerzo le costó a la República convertir en lo que ahora conocemos como plaza Bolívar lo que fué la plaza de la Inquisición con la iglesia de La Caridad por el oeste y el complejo del santo oficio por el sur. A ese escenario tan significativo van a gritar y a golpear.

    Antes que esperar sus ataques propongo pasar a la ofensiva. Que se someta a plebiscito el tratado que entre gallos y medianoche suscribió la República con la santa sede (otro nombre presuntuoso) y pongámos fin a sus privilegios.

    Que se somete a revocación popular el cargo de facto que ejerce el cardenal Cipriani. Si lo nombraron en Roma, que vaya a opinar y mandar en la ciudad eterna, pero no en la ciudad de los Reyes que desde hace varios siglos es de los peruanos.

    Si los curas opinan en cuestiones políticas, que sean sometidos todos sus cargos a elección democrática.

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