miércoles, 8 de julio de 2009

SE FUE
ENRIQUE CONGRAINS



Nota del Editor.- En Bolivia ha fallecido Enrique Congrains, el literato peruano que junto a escritores como Sebastián Salazar Bondy, Julio Ramón Ribeyro y Oswaldo Reynoso, en la década de los años 50 del siglo XX, hicieron de Lima, sus viejos y nuevos pobladores, el centro de su narrativa, dándole un impulso renovador a la literatura peruana de esos años. Congrains, focalizó su atención en la forzada expansión urbana hacia los extramuros de la vieja ciudad, provocada por una oleada migracional que saturó Lima, provocando una verdadera explosión urbanística de sello andino que está en la base de los ahora florecientes distritos de San Juan de Lurigancho, Comas, Independencia, San Martín de Porras y otros.

Congrains, fotografió narrativamente esa realidad: la lucha por la sobrevivencia de esos hombres y mujeres a los que el capitalismo en su desarrollo desigual e injusto había forzado a abandonar sus lugares de origen, pero a los que la excluyente Lima maltrató en el más amplio sentido de la palabra. Lima, hora cero, uno de sus más celebrados cuentos, revela la viacrucis de los migrantes por hacerse de un lugar donde depositar sus empobrecidades humanidades. La solidaridad de los pobres es insuficiente para hacer frente a los caterpillar de la urbanizadora que está arrasando sus humildes moradas. El ruego a Manco Cápac, en la plaza del mismo nombre, en un mitin de protesta, es conmovedor, pero al mismo tiempo trascendente para el futuro:

"Hermano, no te quedes ahí, tan alto, tan inexpresivo, tan silencioso; baja que te necesitamos, ya no podemos más, somos humanos, a pesar de todo; baja Manco Cápac, y haznos cruzar montañas, llanuras, desiertos, océanos; ¡llévanos victoriosos e invencibles por todo el universo! ¡Resucita, vuélvete carne y hueso, vuélvete Hombre y Dios, ven con tus hermanos pobres, no dejes que seres extraños los pisoteen"

¡Haz que nuestra sangre hierva, que nuestros músculos se conviertan en acero, que los enfermos amanezcan hechos titanes, que las chozas se transformen en palacios, que la vida sea Vida! (Lima, hora cero, Populibros peruanos, s/f, p. 26-27).

En su recuerdo hemos extraído un fragmento de la quizá fue una de sus últimas entrevistas en Lima, publicada en la revista virtual de literatura El hablador, No 13.

Los cincuenta en balance

Todos los críticos coinciden en que con Lima hora cero se funda la narrativa urbana en el Perú. Es la primera vez que la ciudad entra en la literatura peruana. ¿Usted comparte esta afirmación?

Sí, pero no creo que yo tenga que llevarme todo el mérito, está repartido con Julio Ramón Ribeyro (Los gallinazos sin plumas).

Este libro se publicó 2 o 3 años antes, lo cual no le quita el mérito a Ribeyro. Por ejemplo, en el cuento “Lima hora cero”, se describe la manera en que el migrante ocupa un terreno. El siguiente, “Los Palominos”, trata sobre la excursión de una familia de una casa. “El niño de junto al cielo” es el descubrimiento del caos y el engaño de la ciudad…

Lo que me llama la atención es que estableces una secuencialidad en Lima hora cero , que de hecho no tuve intención de buscar. Jamás fue idea mía, pero me parece que esa forma de enfocarla es muy válida y que para mí es todo un descubrimiento. No había visto esta secuencia, siempre como cuatro cuentos bastante independientes en el universo de Lima… Ahora, en cuanto a “El niño de junto al cielo”, el cuento “oficializado”, en el sentido de que aparece en todas las antologías, eso me parece pura pereza mental de los antologadores, porque para mí no es el mejor cuento. Mi mejor cuento es “Domingo en la jaula de cera”, que no aparece en Lima hora cero, sino en una antología del cuento hispanoamericano.

¿Qué tan fuerte ha sido influjo del neorrealismo en estos primeros libros?

Evidentemente fui marcado por dos autores: John Steinbeck (Las viñas de la ira) y Erskine Caldwell (El camino del tabaco). También veía cine italiano. Sin embargo, creo que más fuerte era la realidad de Lima en esos años, porque veo en éstos esa mirada neorrealista, hasta naturalista, para revelar la miseria moral de la gente.

Toda mi obra narrativa constituye en el fondo un rechazo al mundo de clase media de donde yo provengo. Como anécdota, antes de publicar No una, sino muchas muertes se la di a leer a mi madre y a mi hermano. Ellos me sugirieron que no lo publicase porque les pareció una novela demasiado chocante. En el prólogo que hace Mario Vargas Llosa, dice que es una novela muy fuerte. No creo que ello sea así. Ha pasado mucho tiempo, pero en el caso de esta novela, el papel de Maruja tiene algo que ver con las mujeres líderes en los asentamientos humanos.

También hay otro elemento de premonición, esta vez de tipo ecológico. Un gran amigo mío, Gregorio Martínez, encuentra que “Kikuyo” —no el libro sino el cuento— trata sobre el reino vegetal en pugna con el mundo humano. Cuando yo lo escribí, la idea de ecología no existía. De hecho, el primer libro que se escribe en el mundo sobre esta problemática se titula Primavera silenciosa, de Rachel Carson.

¿Pero hubo alguna suerte de influencia o aspecto que despertó ese interés en la vida de los migrantes?

No hubiera escrito estos libros si no fuera por la tremenda influencia que yo recibí: la figura periodística de Alfonso Tealdo. Él creó dos revistas muy importantes que, por lo menos en mi caso, tuvieron un impacto determinante: una se llamaba Ya y la otra Pan, publicaciones de crítica social muy avanzada. El cuento “Lima hora cero” está inspirado en una nota que sale en Ya acerca de una invasión junto al Rímac. Eran revistas en los antípodas de Etiqueta Negra o Gatopardo. Otra figura capital, que se portó muy generosamente conmigo, fue Sebastián Salazar Bondy. Él y Juan Mejía Baca me apoyaron mucho para promover mi obra.

Ambos vendían tus libros…

Mejía Baca sí, pero estoy hablando de él como promotor cultural. Cuando llega Borges a Lima, Mejía Baca, en una iniciativa inconcebible para un librero de esa época, reúne a un grupo de escritores, entre ellos yo, y nos reunimos con Borges en la cafetería que quedaba en la esquina de la librería de Juan Mejia Baca, en los jirones Azángaro con Cusco, mirando hacia el parque Universitario.

¿Y todo ese movimiento era en el Centro de Lima?

Sí, en el bar Palermo he conocido y he estado con Alejandro Romualdo, Pepe Bonilla, Carlos Eduardo Zavaleta. En esa época todavía estaban los del grupo Narración: Eduardo Gonzales Viaña, Juan Morillo…

En el momento de la escritura eras metódico o tenías también tu momento de relajo, te ibas a hacer tertulia…

Nunca he sido bohemio, por razones de salud. Soy asmático, el trago me hace mucho daño. Siempre llevaba una vida muy metódica y sana gracias al asma.

Otra labor de promoción ocurrió con los diarios, que empezaron a escoger a los jóvenes escritores de entonces. Lo llamativo es que se propusieron ideas de avanzada en medios supuestamente vinculados a la oligarquía de entonces…

En efecto, los medios se abrieron a esta nueva promoción de escritores, intelectuales y pensadores. Se da con el caso de Salazar Bondy y Zavaleta. Proponían ideas mas abiertas frente al momento que se vivía en ese entonces, la generación de José Luis Bustamante. Lo conversaba con Zavaleta y él me decía que era curioso porque en la prensa entraba gente vinculada con ideas mas o menos progresistas, pero a través de esta gente empezaba a emerger autores. Es mi caso, Zavaleta (La Prensa), Vargas Llosa (La Crónica) y Ribeyro (El Comercio).

Increíblemente, yo empecé publicando cuentos en La Crónica. Cuentos de los que ahora reniego porque eran subliteratura, pero, sin embargo, en la edición dominical me abrieron las puertas. En ese entonces, estaba en el colegio; publiqué cuentos humorísticos y un cuento de horror, que me los pagaron. Como dije, a quien le interese investigar el clima de los años 50 debe buscar en una hemeroteca las revista Ya y Pan, experiencias que nunca más se han vuelto a dar, que no le paraban bola a la cuestión literaria, pero sí pura investigación y crónica periodísticas.

Una Lima que ya fue

Hablamos de la configuración de un imaginario literario a partir de los medios de masas. En este caso se repite el fenómeno visto en 1900 y 1920: promociones literarias asociadas a la emergencia de ciertos factores sociales, en este caso, medios de masas y migración, que a la larga cambiarían el rostro de Lima…

Jamás los limeños se imaginaron el traslado masivo de medio Perú a Lima y de convertirse en una ciudad de 7 u 8 millones de habitantes, donde la mayoría no son limeños. Creo que nadie lo imaginó, ni siquiera yo. No se veía como preocupación ni como algo amenazador para la estructura sociológica o social de la Lima tradicional. No era un fenómeno sociológico que estuviera en la cabeza de la gente. Era todavía algo muy incipiente. Es como decir que cuando se establecen las primeras tiendas en Gamarra, alguien hubiera podido prever su crecimiento explosivo; al igual que cuando comienzan a llegar en 1870 esclavos chinos, nadie pudo imaginar la cultura chifa limeña o peruana o costeña, igual que en este momento estamos viviendo con fenómenos debajo de nuestras narices de los cuales no podemos prever la envergadura que puedan tener de acá a 50 años.

Lo que sí se ha mantenido en estos 50 años es que Lima ha crecido, pero las condiciones de vida se mantienen casi similares. A diferencia de que ahora ha surgido una serie de urbanización media informal que ha deformado un poco los proyectos urbanísticos de Lima y los crecimientos de una ciudad de manera mas ordenada. No se ha llegado a un consenso social.

Ejemplo: he estado en Chincha hace poco y me he enterado de algo que me ha dejado absolutamente patas arriba: en esta ciudad existen 11 canales de televisión y en Nazca, 4. Aparentemente uno puede montar un canal de televisión con 10 mil soles. Acabo de estar en un canal de televisión de Nazca, donde me hicieron una entrevista: es una sala con una cámara, una mesa con un par de sillas y punto final. Ahora ya no se necesitan los grandes estudios de antes. Lo más fastidioso sería la licencia, pero creo que la regalan. Once canales de televisión para una ciudad como Chincha es absurdo, aberrante e ilógico. Es la informalidad absoluta.

¿Tú ves así el país? ¿Se ha informalizado en estos 50 años?

Al mismo tiempo, y tomando en cuenta que vengo de residir durante 14 años en Bolivia, noto que el Perú es cada vez más formal. Lima es cada vez una ciudad más formal. Me llama la atención que los taxistas me obliguen a ponerme el cinturón de seguridad, cosa que no existe en Bolivia. Toda una serie de síntomas que están acercando a Lima a estándares chilenos, donde las cosas se hacen como deben hacerse, a pesar de que soy antichileno.

¿Crees que hemos pasado por una especie de montículo histórico-intelectual? ¿Una involución?

De hecho. El producto de muy buena parte de la televisión. Estoy absolutamente convencido. La crisis económica también ha creado mucha movilidad social. Además, de qué crisis económicas hablan cuando la inmensa mayoría de peruanos de provincias que se han asentado en Lima de hecho han progresado económicamente: Villa el Salvador, Los Olivos o Comas, en lugares donde antes no había absolutamente nada.

Razones de exilio

En todo este tiempo, ¿cómo veías el panorama literario del Perú fuera de él? Dejaste de escribir, te alejaste de todo… ¿Qué tal te fue en esos años de interregno fuera de Lima?

Curiosamente me aparto del mundo literario peruano, pero jamás de la lectura.

¿Las razones de tu exilio fueron personales o ideológicas?

Me he hecho esta pregunta muchas veces. Creo que ha habido mucho afán exploratorio y mucha intuición de supervivencia. Soy muy consciente de que si me hubiera quedado a vivir en el Perú, hubiera terminado muerto por cualquier operación represiva. Para mí, tanto o mas que la literatura, la actividad política ha sido un polo de atracción muy fuerte. Descubrí que en el Perú no podía vivir sin actividad política. De quedarme, hubiera sido senderista y, de hecho, hubiera muerto, porque yo no era de los me quedaba boca a boca, sino de los que pasaba a la acción.

Eso fue noticia en su momento…

Pero claro. Se asaltó una sucursal bancaria que quedaba en la Universidad Agraria de La Molina. Todos los que participamos, directa o indirectamente, como fue mi caso, caímos presos.

¿Era para recaudar fondos?

Estuve metido en el asunto tangencialmente. Se trasladaron armas de Chorrillos a La Victoria, una semana antes del asalto. Yo no participé, no me dejaban. Había dos motivaciones muy claras: una era recaudar fondos para una acción guerrillera y la otra era unir a diferentes micropartidos de izquierda pequineses en una acción conjunta. Sin embargo, el asalto fue un fracaso.

¿Y estuviste encerrado?

Tres meses en la carceleta del Palacio de Justicia.

¿Te interrogaron?

Sí, pero fui el último en caer. Cuando me atrapan, descubro que la Policía sabía todo el rollo. No me tuvieron que sacar nada más.

¿Y en ese momento te vas del país?

Después de eso salgo con libertad condicional. En 1963, me voy, aunque anteriormente ya había viajado. He pasado ¾ de mi vida adulta fuera del Perú: México, Cuba, Venezuela, Colombia, Argentina, Chile. Me considero, más que peruano, latinoamericano. Creo que muy pocas personas pueden decir eso.


Fuente: El hablador No13
elhablador.com

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