Contamana.
Foto: La brújula del azar
Foto: La brújula del azar
No amigos, no todo está perdido. La
deshumanización que caracteriza los tiempos que vivimos, al que nos ha
llevado un orden basado en el egoismo y el lucro, y que nos está
colocando prácticamente al borde de la indolencia animal, bien pueden
convertirse en pesadillas pasajeras. Las esperanzas vienen de fuera, de
tierra adentro, alimentadas por la misma pobreza y el olvido de
poblaciones que suelen convertir el
dolor de esa exclusión en fuerza multitudinaria, humana, para superar
los percances vivenciales.
Contamana, en la selva peruana, es un buen
ejemplo de lo que estamos diciendo. Su precario campo de aterrizaje no
tiene luz, pero cuando se trata de salvar vidas humanas - como acaba de
ocurrir-la luz la pone la solidaridad de sus pobladores,de sus
mototaxistas en primer lugar, que haciendo un alto en sus labores
habituales y a despecho del valor del combustible, ponen sus máquinas a
disposición de sus hermanos contamaninos, hasta que las avionetas de
película que ahí existen puedan decolar. No será la última vez que ello
ocurra porque la solidaridad - palabra excluida de los diccionarios del
capitalismo salvaje- se ha convertido para los contamaninos en un valor
ético irrenunciable.
El otro ejemplo viene del sur del país, de
Chacacupe, en el Cusco, donde niños y jóvenes, con el apoyo de sus
padres, maestros, y autoridades muncipales han logrado ponerle música a
sus vidas, desarrollando plenamente las facultades espirituales,
creativas, que todo ser humano posee, pero que desgraciadamente
trabajando de sol a sol les es imposible desarrollarlas. Contamana y
Chacacupe son excelentes referencias de las fortalezas de nuestros
pueblos.
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