Dentro de algunas horas, el congreso de la República decidirá la suerte del gabinete de Mirtha Castillo. Si prospera el voto de confianza, el gobierno del profesor Castillo, a 100 días de haberse establecido, tendrá un respiro en su lucha por su sobrevivencia ante la arremetida implacable de la derecha golpista. Si por el contrario, el gabinete es guillotinado, se ahondará la agonía de una administración que insurgió por el voto de una ciudadanía ávida de cambios, pero que comienza a intranquilizarse.
Lo hemos dicho en repetidas oportunidades. Desde antes que el maestro chotano pusiera sus pies en palacio de gobierno, la derecha de todos los matices echó a andar su maquinaria conspirativa. El congreso es el reducto del golpismo que tiene como primer blanco al presidente Castillo, pero cuyo segundo objetivo es la señora Boluarte, la primera vicepresidenta. Con ambas autoridades fuera de juego, será la señora Alva, la presidenta del congreso, la que asuma el mando del país.
Ese es el juego de las derechas. Necesitan la totalidad del poder para mandar a las calendas griegas toda posibilidad de cambio, sean estos económicos, sociales, políticos o culturales. Para ellos, el país debe continuar como está y punto. En ese sentido, las iniciativas del gobierno central terminarán ahogándose en el recinto congresal. La reforma tributaria, por ejemplo, va en esa dirección.
En este contexto, la aplanadora mediática funciona las 24 horas del día. Nada se escapa a los sicarios de la prensa derechista en sus propósitos de erosionar, en el seno de las masas populares. la figura presidencial y deslegitimar su gobierno. Sus efectos se están dejando sentir. Las últimas encuestas revelan una baja en la aprobación presidencial, justamente en espacios como los del Sur del país y el mundo agrario, que fueron sus baluartes electorales.
En esa ruta, hay que reconocer, sin embargo, lo siguiente. Si bien son las derechas, en especial la ultraderecha que lidera el bloque conspirador, los responsables de ese estado de cosas por la obstrucción y la sedición en marcha, no se puede soslayar que en esa crisis hay también responsabilidad del presidente Castillo y del partido Perú Libre que lo promovió como candidato presidencial.
Los hechos indican que dicha organización política y el propio Castillo agarraron una fuerza electoral determinante en su victoria, cuando la ciudadanía se vio ante la amenaza inminente de que la señora Fujimori, con todos sus oscuros antecedentes tomara por asalto el poder. Todas las fuerzas sanas del país, las izquierdas con partido o sin partido,la ciudadanía duramente golpeada por las crisis, al votar por el maestro rondero clausuraron esa nefasta posibilidad.
Castillo se convirtiٗó en el hombre del cambio, en el símbolo de los pobres del campo y la ciudad, de los olvidados y despreciados. Poco importó, en esa coyuntura, que Perú Libre y el maestro no tuvieran un programa de gobierno más o menos articulado. Hasta la segunda vuelta esgrimieron un ideario trasnochado y nada más. Para el desenlace electoral, fueron los técnicos de Verónika Mendoza lo que armaron el muñeco programático. Nada irregular, ni pecaminoso por cierto, pero de una innegable improvisación.
Los problemas se presentan cuando la dirigencia partidaria y el propio Castillo, considerándose los dueños absolutos de la pelota, y al margen de un examen detenido de sus fortalezas y debilidades frente a la agresividad de la derecha herida por la derrota, pretende encerrarse en su burbuja de poder.
Ellos son los únicos buenos de la película, todos los demás son los malos: oportunistas, caviares, reformistas, traidores. Por tanto, no hay aliados. Desde esta óptica, el ministro de economía o el de justicia son simplemente compañeros obligados de ruta y nada más, a los que en cualquier momento se les puede descartar o golpear. Y si no les gusta, pues calabaza, calabaza…
Esa manera cerrada de ver las cosas se ha visto en la composición de los gabinetes. El expremier Bellido, por ejemplo, nunca dio la talla. Es un hombre de partido, leal hasta el tuétano con sus jefes políticos, pero con debilidades notorias en los asuntos de gestión. En los tiempos que corren, ya no solamente hay que contabilizar la fidelidad partidaria, mucho cuenta el conocimiento. Lo mismo podría decirse de otros ministros, incluyendo al últimamente renunciante ministro del Interior.
La derecha aprovechó al máximo esas debilidades del oficialismo, y abusó realmente de su poder mediático, porque hicieron trizas a esos ministros. Realmente, fue una provocación del oficialismo, la demostraciٕón de que están mirando la realidad con un solo ojo, sobreestimando sus fuerzas.
Lo grave es que no aprenden la lección. La nominación del último ministro del interior lo manifiesta. Resultó bueno para la pachanga, pero para nada más. La negativa del ala dura de Perú Libre a darle el voto de confianza al gabinete de Mirtha Vásquez, porque supuestamente no los representa, es otra demostración de lo que afirmamos.
Hay que reconocer entonces que el presidente Castillo no la tiene fácil, peor todavía si va en rumbo de colisión total con la derecha. Por eso es que se impone la búsqueda de la unidad de todas las fuerzas democráticas, progresistas, antifascistas, arriba, a nivel de gobierno, y abajo, en el seno de los pueblos. No hay otra manera de salir airosos de la confrontación política e ideológica a la que estamos asistiendo y de la que parecemos no percatarnos de su gravedad.
Para imponer la decencia en la política, y asimismo los cambios por los que apostamos al votar por el por el maestro y rondero de Chota, se requiere superar los espíritus de capilla para abrir las alamedas del frente único, no hay otra salida.
Finalmente, es importante recordar que la expresión: ¡el pueblo unido jamás será vencido! es una consigna que hoy mayormente se la emplea en términos de educación y organización. En la hora actual debe transformarse en una consigna de acción, a todo nivel. Esa debe ser la tarea.
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